Todo empezó hace apenas unos días, con un correo electrónico en el que el autor de Hijos de la medianoche, Los versos satánicos y Harún o el mar de historias, entre otros títulos memorables, aludía a su novela más reciente, Quijote. De no haber sido por la pandemia del coronavirus, Salman Rushdie habría viajado a España para hablar de ella. Quijote es una audaz propuesta narrativa inspirada por su relectura de la obra de Cervantes, que el autor anglo-indio adapta a su manera a la situación por la que atraviesa Estados Unidos en la actualidad. El correo se abría con una nota inquietante: “Tiempos extraños. Me atrapó La Cosa. Estuve muy mal durante dos semanas largas, pero me he recuperado así que me puedo contar entre los afortunados”.

Imposible mencionar el nombre de Salman Rushdie sin recordar la condena a muerte dictada contra él por el ayatolá Jomeini, lo cual le obligó a vivir en angustiosa reclusión durante más de una década bajo la protección de Scotland Yard. Contra todo pronóstico, sobrevivió, y cuando por fin se levantó la condena que pesaba sobre él, lejos de arredrarse, Rushdie se dedicó a luchar por la libertad de expresión, fundando iniciativas como el festival Voces del Mundo, que se sigue celebrando anualmente en Nueva York. La noticia de que el escritor, de 72 años, había superado la enfermedad que ha puesto fin a la vida de tanta gente, dio lugar a una propuesta: ¿estaría dispuesto a hablar de la novela que debería estar presentando estos días en España en el contexto de los estragos que está causando la pandemia? “Preferiría atenerme a cuestiones literarias”, contestó. Inevitablemente, el cuestionario que recibió hacía referencia a la difícil situación que acaba de dejar atrás. Con su característica bonhomía, el escritor tuvo a bien no eludir ninguna pregunta.

Pregunta. ¿Qué le llevó a escribir un libro como Quijote?

Respuesta. Mi intención era escribir una suerte de alegoría sobre Estados Unidos, recorriendo los distintos estratos de la sociedad norteamericana, tratando de atrapar el momento por el que atraviesa en la actualidad. Cuando se celebró el cuarto centenario de las muertes de Cervantes y Shakespeare, releí el Quijote y vi surgir en mi cabeza pícaros a los que puse el nombre de los personajes inmortales de Cervantes. Para mí esta novela es un poco lo que fue Hijos de la medianoche: una especie de compendio de todo lo que quiero ser y decir como artista.

P. ¿Qué hacen personajes como Don Quijote, Sancho y Dulcinea en los Estados Unidos de hoy?

R. El tema de la novela es el optimismo. Mis amigos se ríen de mí porque en los tiempos que corren sigo siendo optimista. Mi Quijote es una versión exagerada de esa visión. Don Quijote es optimista hasta extremos absurdos. Siempre intenta ver lo mejor de la gente aunque tenga los defectos más deplorables y persigue un amor imposible en contra de toda evidencia. Necesitaba que un personaje así emprendiera un viaje por un país que atraviesa un momento nefasto. Sancho surge directamente de su imaginación, y en medio de la novela loca que he escrito, es quien tiene más necesidad de realidad. Mi Dulcinea, Salma R, es otra proyección de mis obsesiones, y como personaje es muy problemático.

P. ¿Se siente satisfecho del resultado?

R. El libro es exactamente como yo quería que fuera.

P. ¿Cómo ha sido su recepción?

R. En conjunto, excelente y muy gratificante. La respuesta de los lectores ha sido genuinamente maravillosa. Muchos me escriben diciendo que es mi libro más divertido. Por supuesto, no faltan detractores que me acusan de haber escrito un libro superficial y sin sustancia.

P. ¿Le afectan ese tipo de críticas?

R. Las reseñas negativas hacen que los lectores no se acerquen al libro. Siempre es desagradable tropezarse con una crítica maliciosa, pero yo sé perfectamente bien qué estoy haciendo y por qué y, aunque haya gente que no esté de acuerdo con el camino que he elegido, yo tengo que seguir por él.

P. ¿Puede hablar de la importancia de la fantasía en sus libros?

R. La palabra fantasía remite a escapismo, y a mí no me interesa la literatura escapista. Me parece más útil hablar de “ficción especulativa”, como hace Margaret Atwood. Lo cierto es que el mundo y la vida humana no son en realidad “naturalistas”. El surrealismo es cada vez más real que el realismo. De la expresión “realismo mágico”, me quedo con “realismo”.

P. El mundo se ha paralizado como consecuencia del coronavirus. ¿Cómo le ha afectado a usted?

R. El coronavirus también me paralizó a mí. Contraje la enfermedad a mediados de marzo y pasé dos semanas largas verdaderamente difíciles. Afortunadamente estoy plenamente recuperado. Cada día que pasa doy gracias por lo afortunado que he sido.

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P. ¿Dónde se encuentra? ¿Cómo es su día a día? ¿Escribe?

R. Estoy en mi casa de Manhattan, viviendo día a día. Acabo de terminar una colección de ensayos (nada que ver con el coronavirus) que saldrá a la luz el año que viene. Todo el mundo me dice: ‘Este debe de ser un momento estupendo para escribir’, a lo que respondo: ‘¡Sí, claro; miles de personas mueren a diario, pero lo importante es que es un momento estupendo para ser novelista!’. Pasará mucho tiempo antes de que vuelva a escribir ficción.

P. ¿Qué opinión tiene de la respuesta que han dado los responsables políticos de los tres países que son importantes en su vida, la India, el Reino Unido y los Estados Unidos?

R. En los tres países la respuesta de la clase política ha sido un fracaso calamitoso.

P. ¿La humanidad es culpable de haber maltratado al planeta?

R. Espero que este desastre nos convenza de que tenemos que ser más considerados con el planeta. Cuando la naturaleza se expresa por medio de un tsunami, un terremoto o una pandemia, es cuando comprendemos lo precario que es nuestro dominio del mundo. No quiero pecar de antropomorfismo: la naturaleza no es una persona, de modo que esto no es una venganza, pero no estaría de más que nos lo tomáramos como una advertencia.

P. Su vínculo con Nueva York es muy fuerte. Es el epicentro del epicentro de la pandemia a escala mundial. El sufrimiento y la muerte son algo omnipresente. ¿Cuáles son sus sentimientos con respecto a la ciudad?

R. El impacto de la pandemia ha sido brutal, pero esto es Nueva York y los neoyorquinos son muy fuertes. Algunos han huido y han buscado refugio fuera, pero yo he querido quedarme a afrontar la situación con mis conciudadanos.

P. Algunos artistas y escritores hablan de un cambio de perspectiva en su escala de valores. ¿Es su caso?

R. No creo haber cambiado. Lo que sí sé es que no quiero centrar mi atención en lo que está pasando porque todos lo estamos viviendo día a día y creo que los escritores tenemos poco que añadir; prefiero pensar en los valores humanos más profundos, la belleza, la ética, la imaginación, la percepción, la verdad, el coraje, la amistad… Esos son los verdaderos temas de la literatura.

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