Elena Poniatowska

–Mi nombre es Hugo Arellanes Antonio, soy fotógrafo y sobre todo activista en defensa de los afromexicanos. Tengo 36 años y vivo en la Ciudad de México. Nací en la comunidad de San Juan Bautista Lo de Soto, Oaxaca, pero crecí en Cuajinicuilapa, Guerrero. Coordiné el proyecto Huella Negra, que busca visibilizar a la población afromexicana por medio de conferencias, talleres y calendarios; queremos sacar el de 2023, pero resulta muy caro. También soy parte de la Asamblea Consultiva del Consejo para Eliminar y Prevenir la Discriminación de la Ciudad de México.

–Fíjese, Hugo, que en Xalapa conocí al antropólogo Gonzalo Aguirre Beltrán, rector de la Universidad Veracruzana y autor de un gran libro sobre la presencia negra en México que publicó el Fondo de Cultura Económica…

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–Sí, Cuijla, conozco mucho el trabajo del maestro Aguirre Beltrán. Tengo una carrera en justicia y derechos humanos que hice en la UniSur, Universidad de los Pueblos del Sur, en la Costa de Guerrero. Es intercultural; cuenta con menos de 20 años… Casi no hay universidades en esa parte del país; esta que le menciono sólo duró seis años activa. No hubo presupuesto para ella. La gobernadora actual de Guerrero, Evelyn Salgado, hija de Félix Salgado Macedonio, no se interesa en la educación. Han pasado tres gobernadores: Astudillo Flores, Ortega Martínez, Cienfuegos Salgado y ninguno ha hecho nada por las universidades de la costa.

–¿Qué carreras imparten?

–Justicia y derechos humanos, gestión de municipios y territorios, gestión ambiental, todas enfocadas a lo comunitario.

–¿Hay mucha población joven en la costa?

–Bastante. No sabría decir el porcentaje exacto, pero sí hay muchos jóvenes. La mayoría tiende a migrar a Estados Unidos por la falta de oportunidades; somos muy pocos los que permanecemos en ciudades aledañas, incluso en Acapulco, Cuernavaca o en la capital del país. El problema de la educación es que los colegios en la costa son costosos, aunque sean públicos.

–Si son públicos, ¿por qué resultan costosos?

–Porque la gente tiene que cubrir muchos gastos como comprar libros, el transporte o la vivienda. La gente proviene de comunidades muy pequeñas que subsisten en condiciones muy precarias.

–¿Ningún secretario de Estado se ha preocupado por la educación en las costas de México?

–No, ninguno, porque los temas que más preocupan a Guerrero son los de seguridad, y se les da prioridad. La gobernadora que tenemos ahora no es buen referente, porque no trabaja con las comunidades ni le importan. Subió al poder porque es hija de Félix Salgado Macedonio, y llegó como segunda opción. Cuando pasaron las elecciones y Félix Salgado declaró: “Me regreso al Senado”, la gente se preocupó por quién subiría al poder, y llegó Evelyn Salgado de gobernadora.

–¿No había otra opción?

–No, porque el efecto Andrés Manuel y Morena es muy fuerte allá. El apoyo a López Obrador resultó definitivo. No hubo oportunidad de otros candidatos. Salgado Macedonio impuso a su hija y listo.

–Hugo Arellanes, ¿tiene hijos?

–Una niña de 14 años que todavía no puede votar: Allison.

–¡Pero es un nombre gringo!

–Sí, ya ve que los programas de televisión nos llenan de nombres gringos. Mi hija vive en Oaxaca y yo ahora en la Ciudad de México. Una de las primeras herramientas que di a mi hija es la resiliencia, no engancharse en las discusiones en las que atacan su color, porque es una batalla interminable. Yo le sirvo de ejemplo. Nos ha tocado caminar juntos en la calle, aquí en la Ciudad de México, y alguien grita: “¡Pinche negro!” Un día nos tocaba cruzar y un conductor se adelantó y gritó: “¡Pinche negro, llevamos prisa!” Mi hija me preguntó: “¿Por qué no les respondes?”, “No, hija, yo no me voy a desgastar con alguien que seguro tiene alguna emergencia”. Traté de construirme una historia para hacer más amable nuestra caminata, porque de engancharme, terminaría yo en el manicomio. No visibilizar a los afrodescendientes es parte del racismo estructural que hay en México.

–¿La discriminación viene de las clases sociales más altas o viene de todos?

–La discriminación, simbólicamente, siempre va a venir de la clase más alta.

–¿Ustedes ligan el color de su piel al folclor?

–No, no, para nada, al contrario, queremos salirnos del folclor. Para las instituciones gubernamentales, lo afrodescendiente es danza, ritmos tradicionales y fiesta popular, y nosotros creemos que más allá del movimiento y del color tenemos posicionamientos políticos. Hay lugares donde sólo se invita a personas afrodescendientes a bailar chilenas o danza de diablos muy populares en la costa, pero además de bailar, tenemos una postura política muy clara.

“Cuando se hacen reuniones para hablar del reconocimiento constitucional que ya se dio en 2019, los afrodescendientes se vuelven espectáculo mientras los dirigentes –políticos o académicos– se dedican a hablar de nosotros sin darnos ni voz ni voto en sus discusiones, y lo que queremos es que nos tomen en cuenta y respeten nuestras decisiones y se cumplan nuestras demandas.”

–¿Cuántos afromexicanos hay en nuestro país?

–Según el último censo, 2.5 millones de afromexicanos.

–¿No tienen representación en la Cámara?

–Hay solamente seis representaciones que se dieron por acciones afirmativas, de las cuales, cinco fueron usurpadas. Sólo hay un diputado federal afrodescendiente, Sergio Peñaloza Pérez. Los otros cinco representantes no son afrodescendientes. En las elecciones pasadas, el INE demandó que cada partido postulara a un afrodescendiente, a un indígena y a una persona de la comunidad LGBTQ en cada entidad, pero mucha gente se hizo pasar por indígena, por afrodescendiente, por gay para tener acceso al poder. Hay infinidad de usurpaciones, porque el INE no ha puesto candados.

“Si accedes al poder, puedes tener recursos económicos y recibir favores. La usurpación nos deja fuera como personas afrodescendientes. Mientras nosotros no estemos en las cámaras, no vamos a resolver nuestras demandas más urgentes: una reforma al artículo 2 constitucional. Exigimos que se reconozca plenamente a las personas afromexicanas y que se respeten nuestros derechos, porque en nuestras comunidades no hay universidad, no hay hospitales, sólo tenemos clínicas básicas comunitarias. No contamos con una buena infraestructura en comunicaciones y transportes.

“En 2015, la Organización de Naciones Unidas lanzó el Decenio Internacional de las Poblaciones Afrodescendientes a escala global, pero en México no se ven los cambios. Tenemos un reconocimiento a medias: ‘Existen las personas afrodescendientes’, pero no contamos con leyes secundarias para acceder a recursos públicos. Se constituyó el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas, pero no hay una institución similar para la población afromexicana.”

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