Alma Guillermoprieto, premio Princesa de Asturias de comunicación y humanidades, reconoció que han quedado atrás los tiempos de las crónicas extensas y la solución puede ser escribir menos con más imágenes.
“Yo creo que ya pasó el momento de escribir crónicas larguísimas; hay que entender eso y ser más concretos, hay que saber contar quizás más cinematográficamente, con mucha imagen y ser divertido»” dijo la autora en una entrevista con EFE.
Considerada como una de las plumas más lúcidas del periodismo en español en los últimos 40 años, Guillermoprieto consideró que los editores están asustados por los cambios en la tecnología y la realidad de las redes sociales y hasta cierto punto hay que colaborar con la realidad.
“La realidad es que una crónica larga, como las que yo hacía de 12.000 palabras, hoy nadie tiene tiempo para leerla. A mí me parece trágico, pero son demasiadas las veces que me he encontrado un ejemplar de una revista con mi artículo doblado a la mitad porque la gente se queda a la mitad”, señaló.
Sin embargo, la también premio Ortega y Gasset de periodismo defendió la idea de seguir contando historias porque siempre habrá lectores interesados en ellas.
Alternativas para los cronistas
Al referirse a la realidad de los cronistas, Guillermoprieto aceptó que los libros de crónicas son una alternativa, pero se venden poco y meditó sobre la posibilidad de que las agencias de noticias den más espacios a las historias profundas, bien contadas.
“Yo no sé cómo convencer a EFE, por ejemplo, pero sería maravilloso que las agencias de prensa empezaran a publicar crónicas de 2.000 palabras, sería fantástico, e ir aumentando el espacio disponible”, señaló.
La escritora fue en su juventud bailarina de danza contemporánea, llegó al periodismo por accidente y después de irse a Nicaragua a escribir sobre la Revolución Sandinista se ganó el respeto de los principales cronistas del continente, entre ellos el premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez y el argentino Tomás Eloy Martínez.
“Una de mis grandes influencias fue García Márquez. Los que leímos ‘Cien años de soledad’ cuando acababa de salir vivimos, no sólo ese mundo de fantasía, sino la perfección de la narración, la perfección técnica que es a lo que yo sigo aspirando. Conocerlo fue un privilegio”, reveló.
Un pulso con el padre tiempo
A los 74 años, Alma Guillermoprieto se echa un pulso con el paso del tiempo. Sabe que, como toda la humanidad, alguna vez será vencida, pero mientras tanto mantiene la obsesión de seducir a los lectores con sus crónicas.
“Soy cronista, es decir soy escritora, y los escritores no nos jubilamos porque la mente no para de funcionar ni deja de interesarse por el mundo. Yo no me entiendo si no es a través de la escritura. Es un privilegio siempre tener cosas en qué pensar, siempre tener cosas que queremos decir”.
Alma cree que escribir es como preparar una bebida para encantar al lector, idea que manejó hace tres días cuando, su obra fue incorporada a la Biblioteca de Escritoras en Casul, Casa Universitaria del libro de la Universidad Nacional Autónoma de México.
“Trato de que el lector se sienta en el lugar de la crónica. Esa es la vitalidad de la crónica, hacer que nuestros lectores vivan lo que vivimos”, concluyó. EFE