Es el creador del legendario personaje de Maqroll el Gaviero y monárquico declarado que, a pesar de haber echado raíces en México, siempre vivió enamorado de la “tierra caliente” del departamento andino del Tolima.
Ganador de los premios Príncipe de Asturias de las Letras y del Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 1997, así como del Premio Cervantes en 2001, entre otros, Mutis fue un erudito que primero publicó poemas y nunca dejó ese género, del que están impregnados muchos de sus cuentos.
Así fue como se consagró como uno de los mejores poetas y narradores de su generación y como un excepcional exponente del realismo mágico en obras como “La antología de Maqroll el Gaviero”, “La mansión de Araucaíma”, “La muerte del estratega”, “Diario de Lecumberri” o “Los emisarios”.
En tierras mexicanas frecuentó a escritores y artistas como Octavio Paz, Carlos Fuentes, Luis Buñuel y Fernando Botero, entre otros.
En 2004, su compatriota y también escritor Gabriel García Márquez (1927-2014) confesó que había llegado a México “por una semana” para ver a su amigo Álvaro Mutis y a consecuencia de aquel viaje se quedó toda una vida en este país, donde escribió “Cien años de soledad” (1967).
Visión desesperanzada
Maqroll es el representante más reconocido de su obra y si bien no es un alter ego suyo, si tiene elementos de su vida. Este hombre errante siempre está en busca de lo desconocido y representa la visión desesperanzada del mundo que Mutis plasmó en sus textos.
“Nació cuando escribía mi poesía. Yo me di cuenta de que mi poesía era bastante desencantada, bastante desesperanzada. Era la poesía de alguien que ha pasado por experiencias fuertes, tremendas. Entonces, dije: mejor pongo en voz de Maqroll mi poesía, porque detrás de sus experiencias tiene más sustancia, más solidez, más consistencia lo que estoy mostrando; y así me ha funcionado”, dijo Mutis en una entrevista con el Instituto Cervantes.
El escritor Pablo Montoya, ganador del Premio Rómulo Gallegos en 2015, asegura que uno de los principales legados que dejó Mutis fue justamente “esa visión desesperanzada que tiene del hombre”, reflejada en Maqroll el Gaviero.
“Ese personaje, que me parece emblemático en la literatura colombiana, es un inmenso aporte en ese sentido. Él muestra con ese personaje ese desamparo, esa orfandad, ese vagabundeo por el mundo, pero al mismo tiempo lo hace con un lenguaje muy atractivo, muy bien logrado”, dice.
También, opina Montoya, dejó a la literatura colombiana la propuesta de “unir narrativa con poesía”.
“Él lleva eso a unas alturas impresionantes. Esa es una herencia que él recibe del modernismo, pero él lo lleva a unos momentos muy altos en la literatura colombiana. Hablo, pues por ejemplo, particularmente, de sus cuentos, de sus relatos y de muchos poemas en prosa que escribió, y por supuesto también de algunos momentos de sus novelas”, explica.
Un monárquico en tiempos de democracia
Mutis nunca intervino en política, pero tenía una postura muy clara: era monárquico, gibelino y legitimista, no se llevaba muy bien con la democracia.
“Tengo grandes sospechas, y cada vez más justificadas estos días, en la democracia, y el rechazo más absoluto a la dictadura, que finalmente es una democracia disfrazada”, dijo en una entrevista con el diario El País en 2001.
El escritor colombiano agregó entonces, en referencia al voto popular que: “Acuérdese de aquello que decía Ortega y Gasset: ‘Cuando muchos creen en una cosa es para una idiotez o una bellaquería’. En cambio, el régimen monárquico, por lo menos, tiene una referencia a algo que nos trasciende. Hoy día, pensar en la monarquía es un poco fuera de lugar, pero, sin embargo, tenemos en España, y digo tenemos, una monarquía ejemplar”.
Al respecto, Montoya opina que “Mutis era un hombre incrédulo, escéptico” que nunca manifestó una tendencia católica en su pensamiento y lo calificó como un reaccionario culto.
“Mutis tiene una cultura universal muy tremenda y él sostiene ese pensamiento político en ese bagaje cultural que tiene”, explica.
Por eso recuerda que algo que realmente influenció su escritura fueron los pocos años que vivió en una finca ubicada en el departamento del Tolima, en las estribaciones de la Cordillera Central de Colombia, los cuales siempre calificó como los mejores de su vida.
“Es un mundo poético donde dialoga el trópico colombiano, la zona cafetera del Tolima (…) con la historia y también con el mundo del pasado y por supuesto con ese personaje que inventó, Maqroll el Gaviero”, concluye Montoya.