La rumana Ana Blandiana, ganadora del Premio Princesa de Asturias de las Letras 2024, supo convertir su vocación literaria en resistencia moral frente a la férrea censura del dictador comunista Ceaucescu y su poesía se transformó en una voz de libertad que la llevó a ser una autora legendaria en su país.
Poeta, prosista, ensayista y periodista, Blandiana, seudónimo de Otilia Valeria Coman (Timisoara, 1942) se “reveló” al publicar sus primeros poemas, con 17 años, como hija “de un enemigo del pueblo”, un preso político por ser sacerdote ortodoxo y, por tanto, “prohibida” ella misma.
Convertida en una exiliada en su propio país, fue en ese entorno en el que comenzó a escribir, deslizando mensajes dentro de sus poemas. Porque la dictadura aseguraba un silencio y un aislamiento: creaba las condiciones ideales de escritura cuando el teléfono no sonaba, no podía entrar nadie en casa, no recibíamos ninguna correspondencia”, recordaba la autora en una entrevista anterior con EFE.
En ese momento de extrema soledad y represión, escribió uno de sus poemas más célebres, ‘Totul’ (‘El Todo’), un concepto que usaba con frecuencia el propio Ceaucescu, en el que contraponía la realidad que dibujaba el dictador con la que vivían los ciudadanos.
En 1964 logró publicar su primer poemario, “Primera persona del plural”, y sigue escribiendo, esquivando como puede la censura, pero en 1985 denuncia en unos poemas la miseria y el terror del régimen rumano de entonces.
Y uno de ellos, ‘Todo’, con una reiteración de palabras de la vida cotidiana como “gato”, provoca especialmente la ira del régimen. Lo de “gato” no lo entendía nadie fuera de Rumanía, pero dentro todo el mundo: Ceaucescu visitó un día un hospital con sus dóberman. En el centro tenían gatos para espantar a las ratas y uno de ellos le hizo frente a uno de los perros: “Se montó un lío enorme y todo el mundo se reía menos él”.
Entonces, el dictador mandó derribar el hospital, la primera de las muchas demoliciones de edificios antiguos que emprendió y que acabaron con casi todos los vestigios del pasado de Bucarest.
No pudo publicar durante mucho tiempo, pero eso hizo que se estableciera “una relación indestructible” con sus lectores, “que se jugaban la vida” tanto como ella al leerla en copias a mano de sus poemas, según relató la autora.
En 1988, logró editar un libro de versos para niños que fue visto de nuevo como una crítica al dictador porque estaba protagonizado por un gato, por lo que todas sus obras fueron retiradas de bibliotecas y se prohibió hasta nombrarla.
Vivió custodiada hasta 1989 y, tras la caída del régimen ese año, funda y preside la Alianza Cívica, una organización independiente que luchó por la democracia e hizo posible la entrada de Rumanía en la Unión Europea, y dirige el Memorial de las Víctimas del Comunismo y de la Resistencia en la localidad de Sighet.
El memorial tiene como lema una frase suya: “Mientras la justicia no logre ser una forma de memoria, la memoria en sí misma puede ser una forma de justicia”.
Autora de catorce libros de poesía, dos volúmenes de relatos fantásticos, nueve de ensayos y una novela, es la poeta rumana actual más internacional y autora de culto en Europa.
Su poesía, romántica, contemplativa y visionaria, está basada en el sentimiento trágico de la existencia porque nació, como explica ella, en un tiempo en el que “ser libre es más difícil que no serlo, en un tiempo en el que, paradójicamente, la libertad de la palabra disminuye la importancia de la palabra”.
En la época actual, asegura, eminentemente materialista, la utilidad de la poesía es que “tiene que ser ella misma y mediante lo que ella es, salva a los demás y les permite ser mejores”. Para eso recurre a una poesía intimista, desprovista de todos los adornos, “de pureza”.
Es conocido también su largo poema de amor ‘Variaciones sobre un tema dado’, que escribió tras la muerte de su marido, un extenso monólogo dramático donde la pérdida personal se convierte en una victoria del amor sobre la muerte.
EFE