Motivo de alegría en estas fiestas decembrinas, un símbolo cuya forma triangular, su color verde y luces en sus ramas son un emblema de vida, a la par de emitir al misterio de la Nochebuena. Así es el Árbol de Navidad.
La opinión más generalizada entre los expertos, conforme al sitio “primeroscristianos.com”, es que el árbol de Navidad, tal como se le conoce hoy, decorado e iluminado con luces, deriva del árbol del Paraíso, aquel lugar donde Adán y Eva fueron desterrados; como su lugar de nacimiento se sugiere la orilla izquierda del Río Rhin, y concretamente la Alsacia un antiguo poblado en Francia.
Uno de los primeros testimonios de esto son los registros de la ciudad de Schlettstadt (1521), en los que fue establecida una especial protección para los bosques en los días previos a la Navidad; los guardabosques eran los responsables de castigar a cualquiera que cortara un árbol para decorar su casa.
Otro documento indica que, en Estrasburgo, la capital de Alsacia, los abetos se vendían en el mercado para llevar a casa y decorarlos. De Alsacia, la tradición de los árboles de Navidad se propagó a toda Alemania y al conjunto de Europa, y pronto al resto del mundo cristiano.
Los árboles han tenido a lo largo de la historia un significado muy especial: en todas las culturas poseen aspectos simbólicos de carácter antropológico, místico o poético.
La idea extendida de los aspectos benéficos de los árboles para el hombre ha dado lugar a distintas leyendas y lo ha relacionado con sentidos mágicos y rituales.
En varias culturas el árbol representa el medio y la unión del cielo y la tierra: ahonda sus raíces en la tierra y se levanta hacia el cielo, por ello en ciertas religiones, sobre todo orientales, es signo de encuentro con lo sagrado, entre el ser humano y la divinidad.
Otros significados ampliamente extendidos sobre los atributos mágicos del árbol conciernen a la fecundidad, al crecimiento, a la sabiduría y a la longevidad.
El árbol de Navidad recuerda al del Paraíso, de cuyos frutos comieron Adán y Eva, y de donde vino el pecado original, y por lo tanto recuerda a Jesucristo, que vino a ser el Mesías prometido para la reconciliación. Pero también representa el árbol de la Vida o la vida eterna, por ser de hoja perenne.
Se cree que el primer árbol de Navidad, tal y como lo conocemos en la actualidad, apareció en Alemania en 1605, de acuerdo con el portal “blogs.20minutos.es”.
La costumbre de adornar árboles para dar la bienvenida a la época navideña arraigó en Alemania y en los países escandinavos en el siglo XVII y fue llevada por los soberanos de la casa Hannover hasta Gran Bretaña en el siglo XVIII.
Jorge III, coronado como soberano de Inglaterra en 1762, y su mujer, la reina Charlotte, oriunda de Alemania, fueron los primeros en adornar su palacio con un abeto doméstico, aunque no fue hasta medio siglo después cuando la sociedad inglesa cayó hechizada por la idea de reproducir, en sus casas, lo que sus ojos habían visto en el palacio de Windsor.
Entonces era habitado, ya, por la soberana Victoria y su esposo, el príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo, un noble de origen alemán que introdujo el árbol como la última moda en las navidades de la sociedad victoriana, poco después de contraer matrimonio con la Reina, en 1840.
Alberto de Sajonia, nacido en Coburgo, llevó consigo a Inglaterra la memoria de un país en el que ya, en torno al siglo XVII, se empezaban a reunir las familias alrededor de un árbol de Navidad.
En aquella época, familias alemanas, después de buscar alguna excusa para que los niños salieran de casa, aprovechaban la ausencia de éstos para decorar el árbol con frutos y juguetes el mismo día 24 de diciembre.
Otros portales como “nationalgeographic.com.es” refieren que el origen del árbol de Navidad data de la época de Babilonia.
Jeremías, el profeta del siglo VII a.C., dice que “las costumbres de los pueblos son vanidad” porque un leño “con plata y oro lo adornan; con clavos y martillo lo afirman para que no se mueva”. El personaje se refiere a la vanidad de adorar “objetos sin valor”, propia de los paganos, en vez de venerar al Señor, “el Dios verdadero”.
El árbol de Navidad no existía como tal, pero estos versículos revelan una costumbre ancestral: cortar un árbol para adornarlo o, como hacían los babilonios, dejar regalos debajo del mismo.
Tertuliano, un cristiano que vivió entre los siglos II y III d.C., criticaba los cultos romanos paganos, imitados por algunos de sus correligionarios, de colgar laureles en las puertas de las casas y encender luminarias durante los festivales de invierno.
Los romanos adornaban las calles durante las Saturnales, pero fueron sobre todo los celtas quienes decoraban los robles con frutas y velas durante los solsticios de invierno. Era una forma de reanimar el árbol y asegurar el regreso del Sol y de la vegetación.
Desde tiempos inmemoriales, el árbol ha sido un símbolo de la fertilidad y de la regeneración.
Cabe mencionar que la forma triangular del árbol (por ser generalmente una conífera), simboliza a la Santísima Trinidad. A las oraciones que se realizan durante el Adviento se les atribuye por un color determinado, y cada uno simboliza un tipo.
El azul, para las oraciones de reconciliación; el plateado, para las de agradecimiento; el dorado, para las de alabanza; el rojo, para las de petición; estos colores, junto con el verde del árbol mismo, tal vez sean los más tradicionales para los adornos navideños.
El árbol de Navidad y los regalos propios de estas fechas son un modo de recordar que del árbol de la Cruz proceden todos los bienes. Por eso tiene un sentido cristiano la tradición de poner a su pie los regalos de la temporada para los niños.
Mientras que los adornos más tradicionales que se ocupan son: la Estrella, colocada generalmente en la punta del árbol y que representa la fe que debe guiar la vida del cristiano, recordando a la estrella que guió a los Reyes Magos hasta Belén.
Esferas. En un principio San Bonifacio adornó el árbol con manzanas, representando con ellas las tentaciones. Hoy día se acostumbra a colocar figuras de esta forma que simbolizan los dones de Dios a los hombres.
Lazos. Tradicionalmente los lazos representan la unión de las familias y personas queridas alrededor de los dones que se desea dar y recibir; mientras que las luces, en un principio velas, representan la luz de Cristo.
Conforme a la página “algarabia.com”, en México se conoció por primera vez esta tradición gracias al emperador Maximiliano de Habsburgo (1864-1867), quien la trajo de Europa, pero tras su fusilamiento desapareció.
Fue retomada hasta 1878, con Miguel Negrete, quien era rival de Porfirio Díaz y que adornó un árbol en Navidad de tal forma que mereció su crónica en diferentes diarios de la época. Poco a poco su uso se popularizó entre las sociedades urbanas.
Y fue hasta la década de los años 50 del siglo pasado que logró el auge de que goza hasta la actualidad, gracias a la influencia de medios de comunicación como la televisión y el cine, así como a la mercadotecnia.