La mancha roja indeleble que dejaron en los libros de historia nos hizo olvidar que Stalin, Franco, Bokassa, Gadafi, Amin Dada o Pol Pot, antes de transformarse en los dictadores más sanguinarios que ha conocido el siglo XX alguna vez fueron niños.
¿Nacieron verdugos o se trasformaron con el paso deltiempo? ¿En qué momento se han convertido en tiranos? ¿Cómo influyen el atavismo y las tendencias psicológicas? ¿Impacta el contexto familiar o político en la orientación despótica o en el ejercicio de la crueldad?
Mussolini fue diagnosticado de pequeño como “retrasado mental”, Hitler y Stalin recibieron salvajes palizas de sus padres, Idi Amin se crió con una madre bruja, un acomplejado Franco creció odiando a su padre… Un libro intenta responder a la pregunta ¿la infancia de los dictadores esconde las raíces del mal?.
Véronique Chalmet, escritora y periodista francesa, invita al lector a reflexionar sobre estos temas y a sumergirse en “las raíces del mal”. A través de la evocación pintoresca de la infancia y la juventud de diez niños convocados por un destino oscuro, la autora retrata episodios históricos del siglo pasado y esboza, mediante pinceladas livianas y originales, el retrato de estos déspotas tristemente célebres, que nos ofrece ofreciendo una iluminación novedosa para comprender la tiranía.
Chalmet bucea en los primeros años de vida de 10 déspotas en el libro La infancia de los dictadores (Gedisa), que llegaba a las librerías en español el pasado mes de octubre y en el que se muestran algunos patrones comunes en su infancia y juventud.
Pol Pot, Idi Amin Dada, Stalin, Gadafi, Hitler, Franco, Mao, Mussolini, Sadam Husein y Bokassa son los 10 dictadores cuya niñez analiza la autora.
Todos llegaron a edad adulta llenos de frustraciones y fisuras psicológicas, incapaces de entablar relaciones humanas normales, explica el responsable editorial, Jean-Pierre Vrignaud. Pero no todos los niños con un infancia difícil se convierten en despiadados dictadores. Un día, estos “fracasados sociales” se toparon con una situación histórica excepcional.
Y así se escribió la Historia.
Francisco Franco: Franco fue un bebé tan enclenque que le llamaban Paquito. Creció detestando a un padre arrogante que terminó abandonando a su esposa e hijos. Evitaba expresarse a menos que no fuera absolutamente necesario porque, además de ser pequeñito, se avergonzaba de su voz aflautada, demasiado aguda. Un niño especialmente introvertido, con un tremendo complejo que le impedía imponer sus opiniones. Una frustración que resolvería drásticamente algunos años después.
Adolf Hitler: Fruto de una genealogía escabrosa, Hitler, al que su madre apodaba “Adi”, tuvo un padre con autoridad indiscutible y brutal. Se orinaba ante el miedo de ser golpeado, lo que provocaba las palizas de su progenitor. Ya a los 11 años sus rasgos comenzaron a mostrar una máscara de locura fría. Mediocre escolar, su madre le inscribió a los 16 años en una escuela de dibujo porque le creía un artista y Hitler confió en su propio talento, pero su fracaso acrecentó su odio por el mundo.
Josef Stalin: Tan frágil y enfermizo que lo apodaron de niño “Sosso” (el delicado), Stalin se crió con violentas palizas de su padre borracho. Intelectualmente precoz, el joven superdotado al que los profesores elogiaban provocaba un verdadero terror entre sus compañeros. Gracias a su experiencia familiar, no tenía miedo de ser golpeado y aprovechaba esa ventaja para imponer su voluntad a los demás.
Benito Mussolini: El bebé Benito no habló durante los tres primeros años de vida y el médico de la familia determinó que era “retrasado mental”. Pero al tener un hermano y ver como la atención de su madre se dividía, rompió a hablar sin parar. Su padre era partidario de los castigos violentos y combinó la violencia y el adiestramiento, una perturbadora amalgama para ese niño que a los 8 años ya era considerado en el colegio un elemento perturbador y propenso a las brutalidades.
Sadam Hussein: Nacido a pesar de que su madre intentó abortar varias veces, Sadam Hussein se convirtió en el esclavo de su padrastro, que abusó sexualmente de él. Encargado a los 5 años de robar y matar animales para venderlos, aprendió a degollar, asfixiar y torturar hasta la muerte. A los 9 años, era un muchacho solitario, retorcido y cínico. No toleraba la debilidad: la sensibilidad, la emoción, la ternura estaban definitivamente desterradas de su universo.
Idi Amin Dada: Criado en una atmósfera de magia negra y matanza, el ugandés vio desde bebé cómo su madre, que era curandera, utilizaba fetos para sus pócimas. Pronto comenzó a convencerse de que era un ser excepcional bendecido por los dioses. El colonialismo le permitió liberar sin ninguna restricción los más bajos instintos que incubaba desde su infancia.
Pol Pot: El que sería el jefe de los Jemeres rojos se educó en la adhesión absoluta a la autoridad, la severidad y la prohibición de expresar emociones. No reconocido por el padre y marcado por un constante fracaso escolar, vivió experiencias sexuales traumáticas durante su adolescencia en el harén del rey de Camboya.
Muamar Al Gadafi: Único y mimado heredero varón de dos pastores de la región de Sirte, Muamar recibió con indiferencia todas las atenciones de niño dejando entrever cómo se convertiría en el dictador libio que transformó todos sus caprichos en ley, se rodeó de una guardia personal compuesta exclusivamente de sus amantes ocupadas en cuidarlo.
Mao Tse-Tung: Mao mantuvo una relación complicada con su padre, que le atormentaba sin descanso y por quien solo sentía desprecio y rabia, y, al parecer, durante una sesión de tortura exclamó: “Qué pena que mi padre esté muerto porque habría para él también”.
Bokassa: Bokassa perdió el padre (asesinado) y la madre (suicida) cuando era niño y fue víctima de acoso escolar. Pero el huérfano de la sabana se tomó la revancha y no se privó de ningún abuso. Al autoproclamado emperador centroafricano le gustaba distraerse arrojando vivos a sus rivales a los leones y los cocodrilos de su zoológico personal.