La danza es una de las mejores formas de conectar con las personas y también una manera de comprender el sufrimiento, expresó Sangeeta Isvaran, bailarina y activista social quien impartió una conferencia demostración como cierre del VI Coloquio Internacional sobre las Artes Escénicas, organizado por la Maestría en Artes Escénicas de la Universidad Veracruzana (UV).

En su charla, efectuada en el Foro “Torre Lapham” de la Unidad de Artes Plásticas, la bailarina fue presentada por Antonio Prieto Stambaugh, coordinador de la maestría, quien señaló que es la cuarta ocasión que Isvaran visita la UV, amén de haber presentado sus talleres en 40 países y crear la Fundación Wind Dancers Trust en la India.

La ponente es bailarina desde los cinco años y compartió que un momento decisivo en su vida ocurrió hace 15 años cuando viajó becada por la Fundación Ford a Camboya para aprender las danzas tradicionales; ahí conoció a un grupo de niños que vivían en el barrio.

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Le llamó la atención que estos niños pasaran tiempo con hombres mayores en los restaurantes y las calles, por lo que preguntó y le dijeron que en este país el tráfico de infantes es muy elevado y tiene muchas relaciones complejas con el poder.

Tuvo una crisis y sintió gran culpa; optó por no verlos más, pero después decidió que debía hacer algo y se le ocurrió danzar con ellos porque la buscaban mucho.

Fue una experiencia que le hizo repensar su posición. “Me sentía mal porque yo recibía una beca de la Fundación Ford en un país muy pobre y ellos estaban en esta situación, así que decidí actuar a través de lo que yo sabía: la danza”.

Se propuso darle a los niños clases de danza durante dos horas diarias y a través de ejercicios ayudarles a crear una sensibilización y reflexión sobre sus cuerpos.

“Porque en muchos países, en Asia, en la India, seguramente también aquí, tenemos pena, vergüenza de hablar de ciertas partes de nuestro cuerpo. ¿Por qué ocurre esto? ¿Qué hay detrás de nuestras reacciones de silencio y risas?”, cuestionó a jóvenes y adultos, profesores y estudiantes que colmaron las butacas del recinto.

Recalcó que, por principio, “si buscamos establecer una comunicación se debe mirar con grandes ojos, escuchar con orejas de elefante y abrir el corazón, ésta es la base de mi trabajo”, puntualizó.

Detalló que para lograr su experiencia en Camboya tuvo que documentarse, estudiar sobre el cuerpo y sobre la situación del tráfico infantil.

“¿Por qué pierdo dos horas de sueño leyendo, estudiando teoría? He perdido muchos cabellos pensando cómo ayudar a las personas, pero es algo que debo hacer, no puedo mirar para otro lado y hacer como si no nada pasara”, afirmó.

Al dirigirse a los estudiantes recalcó la necesidad de conocer la historia, no sólo de la danza sino de sus orígenes, para comprender su significado y entender cómo puede ayudar a las personas.

Actualmente en varios países imparte talleres con una forma de danza que creó, Katandi, a partir de las tradiciones de la India, la utiliza con las comunidades en donde trabaja sobre la equidad de género y la violencia contra las mujeres.

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