Cabezudos, con aspecto avejentado y poco agraciados. Las representaciones del niño Jesús en época medieval están muy lejos de la imagen angelical que hoy protagoniza nuestros belenes. Si estableciéramos un ranking de memes dentro de la historia del arte, el catálogo de bebés medievales ocuparía un puesto aventajado dentro del top 10. Es inevitable que en la contemplación de estas obras nos asalten las dudas: ¿qué llevó a los artistas a representar al hijo de Dios de forma tan poco agraciada? ¿Acaso no sabían dibujar?

Pongámonos en contexto. La Iglesia fue protagonista indiscutible de la Edad Media, gozando de un amplio poder. Además de convertir los monasterios en auténticos centros del saber -productores de los manuscritos iluminados, entre otras cosas- el cristianismo dominaba el panorama artístico, siendo el principal promotor de obras. La mayor parte de las manifestaciones artísticas tenían temática religiosa y Jesús fue el protagonista de muchas de ellas.

Así fue como el arte medieval se puso al servicio de la religión, siendo la herramienta perfecta para la transmisión de su dogma de fe a una sociedad mayoritariamente analfabeta. Por tanto, debe entenderse como lo que es: un arte de profundo simbolismo, en el que los artistas daban prioridad a la búsqueda de recursos expresivos para cumplir este cometido por encima de la plasmación más o menos fiel de lo que tenían ante sus ojos.

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¿Por qué los bebés medievales parecen señores en miniatura?

La representación de bebés en época medieval se limitaba casi exclusivamente al niño Jesús, que no era ni de lejos un bebé corriente. Así, el canon no tenía nada que ver con la imagen inocente que tenemos hoy en día de los bebés, y muchos menos para la representación de los portales de Belén.

El arte tiende a ser el reflejo más fiel del pensamiento de su época. Las representaciones medievales del niño Jesús están claramente influidas por la idea del homúnculo, cuya traducción vendría a ser “hombre pequeño”. Esta sostenía la perfección del hijo de Dios desde su nacimiento, que habría venido al mundo plenamente formado, sin tener que pasar grandes transformaciones para alcanzar la edad adulta. De aquí vienen las representaciones de Jesús como un señor en miniatura, con los rasgos típicos de un adulto en el cuerpo de un bebé, a veces incluso con principio de calvicie, como aparece en la Madonna de Crevole de Duccio di Buoninsegna. En realidad todas ellas tienen un objetivo final: reflejar su sabiduría primitiva, su perfección de nacimiento.

Por lo tanto, la apariencia de los bebés medievales no responden a una imperfección de la técnica: los artistas sabían pintar. Más bien, las representaciones del niño Jesús de esta época crearon un auténtico canon: pintar hombrecitos en miniatura simplemente se convierte en la forma adecuada de representar a los más pequeños.

El cambio renacentista

El Renacimiento trajo el cambio definitivo en las representaciones del niño Jesús, aunque no de forma inmediata, como bien refleja la obra de Mantegna. Más allá de la Iglesia, empieza a existir una clase social con el poder adquisitivo suficiente para jugar un papel importante dentro del mundo artístico. Es ahora cuando el arte no religioso empieza a encontrar su verdadero nicho de mercado. El niño Jesús deja de ser el único bebé representado, ya que muchas de estas familias encargaban retratos de sus propios hijos en los que evidentemente querían ver a sus bebés con la apariencia bonita y adorable que los caracterizaba.

Además, los artistas del Renacimiento persiguen otros objetivos y eso afecta directamente a su técnica. Ahora sienten un mayor interés por la plasmación de la realidad, aunque su obsesión con la belleza les lleva a recurrir habitualmente a la idealización. Y, como era de esperar, esto también ayuda al aumento de representaciones de bebés más realistas y angelicales. En ese momento el concepto de la infancia pasa a estar ligado con la inocencia: la característica principal de los bebés es que nacen sin conocer la maldad, así que en sus representaciones se enfatiza este aspecto. Los bebés en las obras de Rafael Sanzio son un claro ejemplo de ello: los angelitos y el niño de su Madonna Sixtina poco tienen que ver con las representaciones homunculares que se llevaban a cabo hasta el momento.

 Se busca el bebé menos agraciado de la Historia del arte

Ya ha habido quien se ha atrevido en la búsqueda y recopilación de los bebés más antiestéticos de la historia del arte. La cuenta de Tumblr Ugly Renaissance Babies se ha ocupado exactamente de lo que su propio nombre indica: la busca y captura de los bebés más feos de la época renacentista. La youtuber y divulgadora cultural Sara Rubayo, más conocida en las redes como la Gata Verde, también hizo su clasificación de los bebés más feos de la historia del arte. Puedes ver su vídeo pinchando aquí.

Nosotros te proponemos que elijas a los bebés medievales que te recuerdan más a un señor pequeño y menos a un angelito, incluso después de saber los motivos que hay detrás de unas representaciones que tenían más sentido del que puede parecer tras una primera impresión.

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