Arqueólogos franceses desenterraron un sitio de culto de la época romana en Galia cerca del pueblo de Saint-Just-en-Chaussée que arroja luz sobre las prácticas religiosas antes y después de la conquista romana.

El santuario del norte de Francia fue descubierto parcialmente en 1994-1995. Hasta la fecha, los arqueólogos del Instituto Nacional de Investigaciones Arqueológicas Preventivas (Inrap, por sus siglas en francés) exploraron más de 2,5 hectáreas, pero, en su opinión, el trabajo está lejos terminarse.

Los expertos presentaron los resultados preliminares de las excavaciones que serán evaluados en la próxima conferencia.

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 Para sus rituales, los galos eligieron un lugar en lo alto de una colina, lo que brindaba una posición dominante y una excelente vista de la zona circundante. Aún no se ha excavado todo el perímetro, pero se encontró una zanja de 3 m de ancho por 1,5 m de profundidad. Se estima que con la tierra extraída se construyó una elevación para separar físicamente este espacio sagrado del profano.

El santuario data de los siglos I y II a. C., es decir, del comienzo de la expansión romana en las tierras galas.

El interior está dividido en varios recintos que, al parecer, servían para realizar distintos actos de culto. Así, la zanja que bordea al templo contiene principalmente restos de animales. Cerdos, caballos, bueyes, ovejas son algunas de las especies que fueron sacrificadas y/o consumidas en banquetes antes de que sean arrojadas a la zanja.

En el territorio, se desenterraron varias chimeneas, alrededor de las cuales había asientos como para una docena de personas. Los análisis químicos ayudaron a determinar su función: como se vertía mucho vino y, posiblemente, también se consumía, se sugiere que allí preparaban banquetes, aunque no se descartan otros usos como pozo de libaciones o altar.   

Sacrificio y ‘mutilación’ de trofeos

En otra parte del santuario, los arqueólogos encontraron muestras de armaduras. Se trata de fragmentos de al menos ocho escudos, tres raros cascos romanos de una forma que permite cubrir las orejas y múltiples placas hechas de chapa de hierro remachada: 60 elementos, incluida una coraza segmentada para proteger el torso y piezas para proteger los brazos y hombros.

Los impactos que afectan a estos cascos “atestiguan más bien una forma de sacrificio-mutilación de origen galo que se puede encontrar en varios lugares en los que se practicaban ritos”, indica el comunicado, citando como ejemplo al sitio arqueológico de Ribemont-sur-Ancre en el Somme, donde fue hallado un casco del mismo tipo destruido a golpes con el objetivo de dejarlo inutilizable. 

El origen de estos y otros artefactos metálicos no está documentado pero los científicos suponen que proceden de un campo de batalla. 

Una vez retirado el trofeo del campo, se realizaban singulares rituales sobre las armaduras: las desgarraban, golpeaban, aplanaban, etc. Luego de las ceremonias, los fragmentos eran esparcidos por las fosas. No obstante, por su distribución se presume que tenían el deseo de separar elementos de la coraza que normalmente iban juntos. 

En el territorio del santuario, también se encontraron restos humanos que datan de los siglos I y II a.C. 

Los arqueólogos también señalaron que este templo galo difiere notablemente de otros. La distribución de los restos y elementos en su territorio es única: donde hay huesos se halla poco metal y donde se encuentran objetos metálicos hay pocos restos óseos.

Hasta el momento, los investigadores no han podido identificar a qué se debe esa distribución. Sin embargo, lograron establecer que el lugar siguió siendo utilizado después del periodo galo durante cuatro siglos.

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