Fernando Ayala fue viceministro de Defensa de la presidenta chilena Michele Bachelet y, entre otros destinos, primer embajador de su país en Vietnam, experiencias también reflejadas en su primera novela, “Zavasabel” (Renacimiento), sobre las dictaduras de Pinochet y Jaruzelsky, sobre la guerra de Yugoslavia y sobre otros horrores del siglo pasado.

“Escribí ‘Zavasabel’ no como un recuerdo, sino como una advertencia; la memoria, cuando se reduce a evocación, se vuelve un ritual sin sentido; en cambio, cuando se asume como advertencia, tiene la fuerza de una alarma que no debe silenciarse”, ha dicho Ayala a EFE tras la presentación en Sevilla, sur de España, de su primera novela.

A diferencia de las memorias y del ensayo, ha añadido sobre su obra: “La novela me da la libertad de, sobre hechos históricos concretos, desarrollar personajes que enfrentan las dictaduras, describir los temores, horrores y pequeñas alegrías, los cambios de sistemas político que se precipitaban en los años 80 y que terminarían con un país, como lo fue Yugoslavia”.

De aquel conflicto, que vivió de cerca por sus vínculos con el país, ha dicho que “los bombardeos de la OTAN sobre lo que quedaba de Yugoslavia en 1999, durante tres meses, dejaron más de 5.000 muertos, destrucción y miles de heridos, lo que desmiente el discurso de los líderes de la Unión Europea que hablan hoy de 80 años de paz en Europa ignorando la realidad de los horrores que se vivieron”.

“Además, fue un acto fuera de la legalidad de Naciones Unidas, una decisión política unilateral de Estados Unidos, que comanda la Alianza Atlántica y al cual se plegaron sus aliados; no contó con la aprobación del Consejo de Seguridad, lo que se repetiría después en Irak y otros países”, ha añadido.

Para Ayala, la antigua Yugoslavia sigue siendo un polvorín “sobre todo en Bosnia, donde se mantienen las tensiones entre croatas, musulmanes y serbio-bosnios. Sarajevo, Mostar, son ciudades divididas donde las personas, por las guerras vividas, mantienen armas en sus casas”.

El autor admite que aquella guerra cambió su vida: “Fue triste porque estudié en ese país, mantengo amistades en Zagreb y Belgrado; mi vida no cambió como las de más de 100.000 víctimas del odio nacionalista. Hasta la disolución del país, existían casi un millón de matrimonios mixtos, entre serbios y croatas principalmente”.

Acerca de la afirmación de Stefan Zweig de que el nacionalismo es “la peor de las pestes”, ha señalado que “ese nacionalismo atávico, enfermizo, es de las peores cosas que pueden ocurrir; fue Unamuno quien dijo que el nacionalismo se curaba viajando, es decir, abriéndose a la diversidad”.

“Europa, el continente que más guerras ha provocado, naturalmente por intereses económicos pero también por religión, por nacionalismo o chovinismo destructor, superioridad racial; los que eran vecinos de siglos en Bosnia, donde convivían católicos, ortodoxos y musulmanes, se mataron sin asco. Polonia ha desaparecido como Estado dos veces por lo menos, por ambiciones nacionalistas”.

Sobre si las amenazas actuales a la democracia son internas o externas, ha respondido: “Ambas, el mundo ha entrado en una etapa de derrumbamiento del orden internacional que ha durado 80 años. El derecho internacional, el respeto a los tratados, se está cayendo; las fronteras, que parecían inamovibles, se mueven en Ucrania, pero antes se movieron en Yugoslavia”.

“Hay un desencanto global con la política; se tenían grandes esperanzas en los inicios del presente siglo, pero no hay entrega de resultados concretos para mejorar la vida de mucha gente. Carencia de líderes, corrupción, entreguismo y ahora matonismo y uso de la fuerza. Escuchamos hace más de veinte años hablar de que hay que reducir la desigualdad, y ésta solo ha crecido”.

Ante preguntas sobre Michelle Bachelet, ha afirmado: “Una de sus grandes virtudes es su honestidad política, consecuencia de vida, su lucha por la igualdad de oportunidades, los derechos de las mujeres y de las minorías discriminadas. Esperamos que sea la próxima Secretaria General de Naciones Unidas”.

Los dos protagonistas de su novela se enamoran, de ahí la pertinencia de la pregunta sobre si el amor se busca o se encuentra, y la rapidez de la respuesta: “El amor llega”.

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