Ted Bundy. Si uno ingresa el nombre del popular feminicida, aparecen cuatro resultados en Netflix y Amazon Prime. Hay dos series documentales, un documental y una película.
Bundy, quien confesó haber asesinado a 36 mujeres a mediados de los setenta, se ha transformado en uno de los favoritos del streaming.
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Lo mismo ocurre con Jack el Destripador, el Asesino del Zodiaco y el Destripador de Yorkshire (fallecido de COVID-19 en noviembre), entre otros personajes infames.
La apuesta de las plataformas de entretenimiento se apoya en una tendencia que es casi difícil de obviar: nos gustan las historias sobre los asesinos seriales.
De hecho, habría una explicación detrás de este peculiar gusto. Así que, si eres fanático de este tipo de programas, no te preocupes, a menos que los veas tomando nota para mejorar tu técnica.
¿Qué dice la ciencia?
Una explicación general del por qué nos gustan tanto las historias sobre asesinos estaría relacionada con el morbo.
Sin embargo, esto no es lo único. Los seres humanos somos curiosos por naturaleza y en el caso de los asesinos nos gusta saber cómo personas, en apariencia normales, llegaron a convertirse en criminales de ese tipo.
Así analizamos la infancia del involucrado, sus traumas y las motivaciones que pudo haber tenido. Hay que considerar que los documentales de crímenes nos abren la puerta al lado más siniestro de algunas personas, y conocer eso siempre nos va a llamar la atención.
También nos permite conocer el peligro, pero sin estar directamente expuestos a él; es como ver una película de terror, sintiéndonos protegidos al interior de nuestra casa. Podemos hasta disfrutar de ese riesgo, conscientes de que nada nos va a pasar.
“Los crímenes reales son tan cautivadores porque nos permiten intuir las partes más perversas de la psique humana”, señala A. J. Marsden, profesora de Recursos Humanos y Psicología en la Escuela Universitaria Beacon de Leesburg (Florida, Estados Unidos), en un artículo de The Huffington Post.