No es raro despertarse en medio de la noche, abrir los ojos y, a menos que enciendas la luz, no ver nada. Todo esta oscuro, todo está negro.

Pues no. Resulta que no es negro. El color que percibe el ojo humano en completa oscuridad tiene un nombre, por lo menos en alemán: lo llaman Eigengrau, que se traduce por gris intrínseco o gris propio, un término creado a mediados del siglo XIX por el psicólogo alemán Gustav Theodor Fechner, quien entre otras muchas cosas inventó la psicofísica e introdujo la noción de mediana en estadística.

En ocasiones se le denomina también Eigenlicht, esto es, luz propia o luz intrínseca, porque en realidad esa tonalidad grisácea que vemos en ausencia de iluminación es resultado de las señales que envían nuestros propios nervios ópticos.

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El Eigengrau es por tanto más claro que el negro. Recordemos que cuando vemos algo de color negro en condiciones normales, lo vemos porque absorbe toda la luz en contraste con lo que le rodea. Si no hay luz, en teoría no podemos ver el color negro, porque no tenemos ninguna referencia con que compararlo. Así por ejemplo vemos el cielo nocturno más negro de lo que en realidad es, porque tomamos como referencia el contraste con las estrellas.

Algunos consideran el Eigengrau como ruido visual, ya que lo que percibimos es un fondo de pequeños puntos negros y blancos que se mezclan continuamente. Los investigadores creen que las señales que envían nuestros nervios ópticos desde la retina son para el cerebro indistinguibles de las producidas por fotones reales cuando hay luz, de ahí que veamos, o creamos ver, una fondo grisáceo.

Algunos investigadores argumentan que el Eigengrau podría ser el substrato a partir del cual nacen las alucinaciones hipnagógicas. Estas alucinaciones son de carácter auditivo, visual e incluso pueden llegar a ser táctiles, y se producen poco antes del inicio del sueño. Suelen ser frecuentes en niños de entre 6 y 15 años, aunque a veces se prolongan en algunas personas hasta más allá de la adolescencia.

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