El cineasta neoyorquino marca el año cinematográfico con ‘El irlandés’, producida por Netflix, y por sus críticas contra las películas de superhéroes. Almodóvar y Bong Joon-ho demuestran su vitalidad creativa

Si fuera una partida de mus, 2019 ha llevado casi las mismas cartas que 2018, pero a cada envido del año pasado el presente le ha respondido con un envido más. ¿Que si hay jaleo con Netflix? Dos más. ¿Que si el cine de superhéroes se come al resto? Siete más. ¿Que si el León de Venecia es polémico? Diecisiete más. ¿Que si en los Oscar puede ganar una obra de una plataforma la estatuilla a mejor película? Órdago… y a descubrir las cartas el 9 de febrero.

Otro debate de fondo, si es cine lo que se hace en una plataforma digital, ya se ha cerrado. Olvidada la forma (en las salas no solo hay cine, como el cine no solo se hace para salas), el fondo triunfa: lo importante es el lenguaje. Al menos así ya lo han entendido los creadores: Martin Scorsese, protagonista por doble motivo de este 2019, ha sido producido por Netflix, y sus quejas no vienen por ahí, sino por el avasallamiento del cine Marvel —en general, el de superhéroes— sobre el resto de la obra cinematográfica.

En The New York Times, el cineasta aseguraba: “En muchas películas de franquicias trabajan auténticos artistas, personas con talento. Sé que, si hubiera nacido y me hubiera educado más tarde, quizá me apasionarían e incluso querría rodar una yo mismo. Pero me eduqué cuando me eduqué, y esa educación incluye un sentido del cine tan alejado del universo Marvel como la Tierra lo está de Alfa Centauri […]. Para mí, para mis cineastas adorados, el cine consistía en una revelación estética, emocional y espiritual. La clave estaba ahí: era una forma artística. En las películas de Marvel no hay revelación, misterio ni auténtico peligro emocional. No hay ningún riesgo”. Y avisaba sobre el peligro real: el poco espacio que deja el cine de franquicias al resto de las películas en las salas.

Un gran inciso: por una vez, y por desgracia, España está en la vanguardia de la cinematografía mundial. Tal y como está concebida la industria, solo hay hueco para las comedias producidas por las televisiones y el cine de autor más pequeño, que no puede superar un presupuesto de 1,8 millones de euros para acceder a ayudas ministeriales. La clase media del cine, como en la España real, está a punto de desaparecer. Y ahora pasa en el cine mundial.

Volviendo a Scorsese, su artículo aparecía dos meses más tarde de que Joker, de Todd Philips, ganara el León de Oro en el festival de Venecia. Es decir, que una franquicia se llevará el premio gordo de un festival de autor, decisión cuanto menos sorprendente ya que además el jurado lo presidía la argentina Lucrecia Martel. Ese León de Oro provocó numerosos interrogantes: ¿lo merecía? ¿Necesita una película así ganar un festival de clase A? ¿Necesita el certamen veneciano rendir tamaña pleitesía? Lo cierto es que en muchos países, el cartel del filme de Warner no lleva el logotipo del trofeo… ¿no vaya a ser que espante a su público potencial? Para otras películas, ese marchamo sería su puerta de entrada a las salas del resto del mundo, al menos, retornando a Scorsese, en las que les haya dejado hueco un batman. De ahí la deriva hacia las televisiones y las plataformas.

En el eterno bramido mediático que rodea a Netflix, la operación El irlandés guarda numerosos paralelismos con la estrategia usada la temporada pasada con Roma, aunque aumentando la apuesta. En el drama del mexicano Alfonso Cuarón, la plataforma no era la principal productora, pero ayudó al lanzamiento del filme y fue su distribuidora mundial. Con Scorsese, Netflix sí puso el dinero desde el principio de la producción, tras retirarse Paramount asustada ante un presupuesto de 144 millones de euros, obligatorios por la tecnología necesaria para reconstruir los rostros de unos protagonistas por los que pasan cuatro décadas. En un año de muy buen cine, son aún más interesantes los movimientos soterrados que han provocado grandes terremotos en la industria. Si en Europa aún hay enfrentamientos sobre si Netflix sí o Netflix no, en Hollywood han aceptado a la plataforma en la todopoderosa MPAA, la asociación que engloba a los grandes estudios, las majors: Sony, Universal, Paramount, Warner, Disney… y ahora Netflix. El otro frenesí telúrico: el hambre empresarial de Disney, que ha devorado a Fox, y que en 2020 llegará a cualquier confín del mundo con Disney +, su propia plataforma, con un catálogo conformado por obras de la misma Disney, Marvel, Lucasfilms, Pixar, Fox —eso incluye, entre otras joyas, un enorme gancho en el universo digital, la serie Los Simpson— y National Geographic. Si en Estados Unidos se abre el melón de la discusión de una fusión entre la Academia de Televisión y la de Cine, habrá que abrazar la palabra favorita de los nuevos mesías: audiovisual. ¿Se podrán disfrutar en las tabletas la actual apuesta audiovisual por el sonido inmersivo que ha alcanzado a series como Chernóbil y a documentales como La ciudad oculta o El cuarto reino. El reino de los plásticos?

Si Michael Bay, Noah Baumbach y Scorsese han rodado para Netflix, ¿quién va a rechazar la oferta en España? Lo mismo vale para las series. Cualquier creador con ansias de rodar se lanzará a grabar una, animado con los tiempos de producción televisiva, mucho más cortos que los cinematográficos. Se crea un magma en lo que todo se entremezcla. Reveladoramente, en la misma temporada se ha acabado Juego de tronos y se ha cerrado la saga Star Wars, ambos grandes culebrones fantásticos creados para aunar ante la pantalla —sea cual sea— a varias generaciones. Al menos han servido para reflejar en parte —solo en parte, aún queda mucho camino— las quejas de la mitad de la humanidad que no se ve reflejada en los relatos audiovisuales: las mujeres. Adiós a las Ana y bienvenidas las Elsa (parafraseando a Frozen) con poder y autonomía, ahí se posicionan personajes femeninos proactivos. Mujeres como las que protagonizan tres de las mejores series de esta temporada: Muñecas rusas, Fleabag y Vida perfecta.

 Ese reflejo machirulo de la sociedad lastra bastante el cine español actual. Un cine que este año habrá hecho felices a los haters que defienden la teoría de ‘se hacen muchos filmes sobre la Guerra Civil’, un sambenito derruido con las estadísticas. Se filman pocas, pero las de 2019 han tenido una enorme repercusión: Mientras dure la guerra, de Alejandro Amenábar, ha logrado un enorme y justo triunfo en la taquilla con más de 10 millones de euros de recaudación, y tanto La trinchera infinita, de Aitor Arregi, Jose Mari Goenaga y Jon Garaño, obra maestra del silencio y el dolor, como Longa Noite, de Eloy Enciso, reflejan el sufrimiento acallado desde instancias oficiales de gran parte de los españoles. Por ese sendero, el del dolor soterrado de la gente común, transitan tres películas a priori muy distintas: Buñuel en el laberinto de las tortugas, de Salvador Simó; Lo que arde, de Oliver Laxe, y La hija de un ladrón, de Belén Funes.

Para el final, el tango del año: el que bailan Pedro Almodóvar y Bong Joon-ho desde el pasado mayo en Cannes, con sus Dolor y gloria y Parásitos, que ganó la Palma de Oro. Las dos obras maestras se han ido repartiendo los trofeos en la temporada de premios que acaba en enero con los Oscar. El español ha encontrado en sí mismo un fascinante artista doliente al que Antonio Banderas ha superpuesto su fragilidad y una interpretación repleta de riesgos. Ficcionando, Almodóvar ha encontrado su mayor verdad. Ahora bien, traspasada esta frontera, abandonado el pudor en pro de lograr una de sus mejores películas, ¿cuál será el siguiente paso del cineasta? ¿Abrirse a otras voces, a otros formatos? En cuanto al coreano Bong, su obra usa los géneros más denostados por el cine de auteur —el fantástico, el terror, el thriller— para hablar de la sociedad actual, para analizar la bajeza que conlleva el triunfo del capitalismo liberal. Y eso le ha convertido en la voz, junto a Guillermo del Toro, de toda una generación mundial de directores (con amplia representación española, Bong dice que no conoce un país más parecido a su Corea del Sur que España) que entienden el género como un arma poderosa de seducción. Bong es uno de los nuestros.

Las mejores películas según los críticos

Carlos Boyero

Internacional

El irlandés, de Martin Scorsese.
Día de lluvia en Nueva York, de Woody Allen.
Los hermanos Sisters, de Jacques Audiard.
Parásitos, de Bong Joon-ho.
Ad Astra, de James Gray.

Nacional

La trinchera infinita, de Jon Garaño, Jose Mari Goenaga y Aitor Arregi.
Intemperie,  de Benito Zambrano.
Diecisiete, de Daniel Sánchez Arévalo.
Mientras dure la guerra, de Alejandro Amenábar.
Buñuel en el laberinto de las tortugas, de Salvador Simó

Javier Ocaña

Internacional

Érase una vez en Hollywood, de Quentin Tarantino.
Ad Astra, de James Gray
Parásitos, de Bong Joon-ho.
Historia de un matrimonio, de Noah Baumbach.
El vicio del poder, de Adam McKay.

Nacional

Dolor y gloria, de Pedro Almodóvar.
Lo que arde, de Oliver Laxe.
Ventajas de viajar en tren, de Aritz Moreno.
Intemperie, de Benito Zambrano.
Buñuel en el laberinto de las tortugas, de Salvador Simó.

Elsa Fernández-Santos

Internacional

Parásitos, de Bong Joon-ho.
Érase una vez en Hollywood, de Quentin Tarantino.
Historia de un matrimonio, de Noah Baumbach.
El irlandés, de Martin Scorsese.
Retrato de una mujer en llamas, de Céline Sciamma.

Nacional

Dolor y gloria, de Pedro Almodóvar.
Lo que arde, de Oliver Laxe.
Longa Noite, de Eloy Enciso.
La hija de un ladrón, de Belén Funes.
La virgen de agosto, de Jonás Trueba.

Jordi Costa

Internacional

High Life, de Claire Denis.
Maya, de Mia Hansen-Løve.
Génesis, de Philippe Lesage.
Familia sumergida, de María Alché.
Nosotros, de Jordan Peele.

Nacional

Dolor y gloria, de Pedro Almodóvar.
Love Me Not, de Lluís Miñarro.
Trinta lumes, de Diana Toucedo.
La vida sin Sara Amat, de Laura Jou.
En busca del Óscar, de Octavio Guerra

Gregorio Belinchón

Internacional

Parásitos, de Bong Joon-ho.
El irlandés, de Martin Scorsese.
Los hermanos Sisters, de Jacques Audiard.
Pájaros de verano, de Cristina Gallego y Ciro Guerra.
Border, de Ali Abbasi.

Nacional

La trinchera infinita, de Jon Garaño, Jose Mari Goenaga y Aitor Arregi.
Dolor y gloria, de Pedro Almodóvar.
Lo que arde, de Oliver Laxe.
Buñuel en el laberinto de las tortugas, de Salvador Simó. 
La ciudad oculta, de Víctor Moreno.

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