Por Héctor González Aguilar

La vida de Fiódor Dostoievski está salpicada por una serie de eventos desafortunados que, si bien le impidieron llevar una existencia tranquila, lo fueron llevando al punto de convertirlo en un conocedor del alma humana, como era su objetivo, pues así lo manifestó en una carta a su entrañable hermano Mijail.

Su padre, además de ser médico, tenía una propiedad rural, era autoritario y de mal carácter, la muerte de su esposa lo orilló al alcoholismo. Cuando el padre falleció en circunstancias muy extrañas, Fiódor se sintió culpable por haber deseado su muerte en varias ocasiones, lo cual pudo haber provocado la intensificación de su epilepsia. Además de este padecimiento, Fiódor tenía tendencia a la depresión, desarrolló el vicio por el juego, en donde perdió considerables sumas de dinero; por otro lado, también quiso la fatalidad que perdiera a varios de sus hijos.

Inició su carrera literaria con una novela exitosa, Pobres gentes, publicada en 1846,  pero las obras que lo llevarían a la cima de la literatura serían escritas muchos años después. 

En Crimen y castigo, publicada por primera vez en 1866, Dostoievski se interioriza en la mente de un criminal, más que una novela policiaca se trata de un ensayo psicológico y moral; el protagonista se plantea si es justificable asesinar a un ser deleznable así como las consecuencias, sobre todo de orden moral, de realizar el crimen.

La que se considera su obra cumbre, Los Hermanos Karamazov, publicada en 1880, aborda toda una gama de conflictos existenciales entre los miembros de una familia problemática, los Karamazov. La diversidad y la profundidad de la trama causaron la admiración del público ruso. Cuando la novela llegó a Europa occidental, personalidades como Kafka y Freud, interesados en el tema del parricidio, abrevaron en ella; después de leerla, Nietzsche declaró que Dostoievski era el único psicólogo del cual se podía aprender algo.

La importancia de Dostoievski se acrecentó en poco tiempo, André Gide, escritor francés, afirmaría que mientras la novela de la Europa occidental se ocupaba de las relaciones sentimentales e intelectuales entre hombre y hombre, el escritor ruso estaba inmerso en las relaciones del individuo consigo mismo y con Dios.

El estilo narrativo de Dostoievski tiene una particularidad muy original, sus relatos son polifónicos, se pueden encontrar varias voces con discursos encontrados, incluso se muestran las contradicciones mentales de un mismo personaje; lo interesante es que no hay una voz rectora que juzgue o que califique, esta función se le deja al lector.

Pero entre su primer éxito editorial y las grandes novelas que nos dejó existe un periodo en que se vio privado de la libertad, se le obligó al trabajo forzado y a servir en el ejército como soldado raso. Destaca el día en que su existencia dio un giro sustancial o, como afirma Juan Villoro, el día que Dostoievski murió para volver a nacer.

Todo comenzó cuando, después del fracaso de su segunda obra, decidió asistir a unas tertulias organizadas por simpatizantes del socialismo utópico que proponía el francés Charles Fourier. El régimen zarista prohibió las tertulias, pero los organizadores optaron por reunirse en secreto, lo cual desembocó en el arresto de varios participantes, entre ellos Dostoievski.

Luego de unos meses de reclusión en la prisión de Pedro y Pablo, en San Petersburgo, en la madrugada del 22 de diciembre de 1849, él y otros reos -unos veinte en total- fueron llevados a la plaza Semyonovosky, alguien lee las respectivas sentencias de fusilamiento, les colocan unos camisones blancos y los dividen en grupos de tres.

Fiódor, en el segundo grupo, observa: los integrantes del primer grupo son atados a un poste, se dictan las órdenes al pelotón, éste se prepara, se levantan las armas para disparar… pero en el último instante se interrumpe la ejecución. De manera por demás providencial, su Majestad Imperial ha suspendido el fusilamiento. La sentencia ha sido conmutada, Fiódor tiene apenas 28 años de edad.

Se cree que la conmutación de la pena se recibió con anterioridad, pero que se les ordenó a los soldados que montaran la escena lo más real posible –dar la imagen de una salvación casi milagrosa- para resaltar la magnanimidad del zar.

Ese mismo día le permiten a Fiódor escribir una carta a su hermano Mijail, lo pone al tanto de su situación y se despide, pues será enviado a Siberia en donde permanecerá los siguientes cuatro años.

En Siberia, Dostoievski vivió en condiciones extremadamente difíciles, dormía en una barraca sucia, hedionda y oscura, hacinado con otros presidiarios, haciendo sus necesidades en un cubo y conviviendo con todo tipo de alimañas chupasangre o rastreras. En la correspondencia a su hermano se queja de que la poca luz que entra a la barraca hace imposible la lectura aunque, ciertamente, no es nada fácil conseguir libros. Cumplida su condena siberiana de trabajos forzados, debe cumplir la obligación de integrarse al ejército como soldado raso.

Años después se le concede retirarse del ejército, al principio no se le permite establecerse en San Petersburgo ni en Moscú. Se casó, tuvo hijos, escribió las dos novelas citadas y otras más. Dostoievski reconoció que aquel 22 de diciembre de 1849 su vida cambió; en lugar de dejarse vencer por la fatalidad, se sobrepuso y se empeñó en explorar la condición humana, esta actitud le permitió crear las grandes obras que dejó a la posteridad.

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