Después de dos años de concluir su tratamiento contra el cáncer, el fotógrafo Gilberto Chen Charpentier (Ciudad de México, 1954) tomó el valor necesario para enfrentarse a los autorretratos realizados durante ese difícil proceso que lo transformó física, emocional y espiritualmente. A propósito del Día Mundial contra el Cáncer, recordó las experiencias detrás de la serie Testimonio de una curación, con la que obtuvo hace tres décadas el premio de la VI Bienal de Fotografía.
El artista capitalino charló con el director del Sistema Nacional de Fototecas (Sinafo), Juan Carlos Valdez Marín, en el conversatorio digital “Jueves fotográfico”, organizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), donde se sumergió de nuevo en el trabajo interno que le implicó autorretratarse en el dolor, el cansancio y los vaivenes anímicos. Este registro, usado primero como terapia, se convertiría a la postre en las pruebas de su sobrevivencia.
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Paso a paso, desde la detección del tumor mediastinal; la ejecución de la biopsia, cortando cartílago de la caja torácica para extraer la muestra (“la peor parte de toda la curación”); la cita para la tomografía axial computarizada, las quimioterapias de los martes…, Gilberto Chen fue tejiendo un relato dentro de lugares asépticos y fríos, con resabios a yodo, comprimidos de Zofran, falta de apetito y depresión.
En busca de una posible causa a su situación, tomó un curso de taichí que le permitió llegar una conclusión: “en el pecho se guardan los rencores y las frustraciones, ¿cómo no iba a tener frustraciones? nunca terminé teniendo la razón en las discusiones, entonces mejor me callaba y me guardaba todo, pero claro, eso me causaba mucho rencor y coraje. Tanto guardé y no supe manejarlo, que terminó volviéndose cáncer”.
Encuentros y desencuentros con su entonces pareja y con su familia, la callada complicidad con una sobrina que de niña padeció leucemia, combates contra la sugestión, el desgano, el miedo, la tristeza…, pese a todo ello, “el tumor del tamaño de una pelota de tenis fue reduciéndose”, le aseguró el oncólogo Juan Zinser, con quien Gilberto Chen siempre estará agradecido.
En la plática, transmitida por el canal de INAH TV en YouTube, hermanada con la campaña “Contigo en la distancia”, de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, el fotógrafo explicó que para él era importante que los autorretratos reflejaran estos altibajos vividos en carne y mente propias, para jamás olvidarlo y “corregir todo lo malo que me llevó a ese punto.
“Hacer yo las imágenes en una época en la que no había autoenfoque ni pantallas en dónde verme, hizo que tuviera que calcular encuadres, exposiciones, poner temporizador, determinar el momento del disparo, lo cual también me tenía alerta. Pensaba en qué podía hacer y cómo relacionar las fotos con las radiografías, la tomografía, etcétera.
“La quimioterapia duró dos meses en total y los resultados fueron positivos, pero el material fotográfico estuvo guardado casi dos años. No quería entrar al cuarto oscuro y enfrentarme a esas imágenes, también pensando en la forma en que debía trabajarlas, por ejemplo, las radiografías son tamaño real y las fotos eran formato 35 mm, ¿cómo integrarlas?”.
A 30 años de distancia, las imágenes reflejan muy bien al Gilberto Chen de esa difícil época, consideró. “Siempre había sido un purista en mi fotografía, era directa, nada de manipulaciones ni de autorretratos. En ese momento sentí que debía dar libertad a mis sentimientos. Por una extraña razón se rayó un negativo que era importante, y en vez de enojarme decidí rayarlo más, así fue como rompí fotos, hice collages, montajes, manchones, lo que fuera”.
De esa experiencia dolorosa, de su autodescubrimiento, surgió algo positivo, pues ganó la VI Bienal de Fotografía. Sin embargo, para él, lo más importante es seguir vivo, finalizó el fotógrafo.