Considerado uno de los pilares del teatro moderno, el legado del dramaturgo mexicano Emilio Carballido, quien nació el 22 de mayo de 1925, sigue vigente a través del centenar de obras que escribió, el Premio Nacional de Dramaturgia que lleva su nombre y el festival que se realiza en Córdoba, Veracruz, su ciudad natal.

A través de las letras, el veracruzano creó un mundo alterno con personajes fantásticos que llevó al teatro para que la gente pudiera entender la complejidad del ser humano.

De acuerdo con la Coordinación Nacional de teatro (CNT), el dramaturgo se dio a conocer en las letras mexicanas a los 25 años de edad, cuando Salvador Novo (1904-1974) decidió abrir la temporada de teatro de 1950 en el Palacio de Bellas Artes con “Rosalba y los llaveros”, obra de la que Carballido aún no tenía terminado el acto final cuando fue informado de que sería estrenada en el Palacio de Bellas Artes.

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Su gusto por las letras surgió desde su hogar, fue un niño muy imaginativo, precoz y voraz lector, sus familiares se dedicaban a hacer versos y escritos, de acuerdo con información del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

Estudió Letras Inglesas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), continúo con la maestría en la misma área y universidad. También realizó estudios alternos gracias a una beca en el Instituto Rockefeller. Su talento era inigualable pues una vez sustentado con los conocimientos formales que adquirió gracias a su dedicación.

Reconocido como uno de los más prolíficos escritores de México, Carballido inició formalmente su carrera literaria en 1946 con la publicación de “Los mundos de Alberto”, a la que siguieron “Triángulo sutil” y “La triple porfía”, según datos del portal “buscabiografias.com”.

A mediados de la década recibió la beca del Centro Mexicano de Escritores que le permitió seguir con su fructífera carrera literaria. Carballido formó parte la generación de medio siglo que impulsó el teatro moderno en México, junto a personajes como Héctor Mendoza (1932-2010), Rosario Castellanos (1925-1974) y Sergio Galindo (1926-1993), señala la Secretaria de Cultura federal.

Como cuentista dejó como legado obras como “La desterrada” (1956), “La plaza después del combate” (1956), “La caja vacía (1962)”, “La adoración de los magos” (1968) y “Los novios” (1970).

La vocación por enseñar le atrajo fuertemente, por lo que dio clases y talleres en varias universidades de Estados Unidos, así como instituciones de Hispanoamérica. Fue subdirector de la Escuela de Teatro de la Universidad Veracruzana, así como director y profesor de la Escuela Nacional de Arte Teatral (ENAT) del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

Sin duda su convicción por el teatro lo llevó a escribir y tener grandes éxitos, entre los que se encuentran “Un pequeño día de ira” (1961), “¡Silencio pollos pelones, ya les van a echar su maíz!” (1963), “Te juro Juana que tengo ganas” (1965).

“Yo también hablo de la rosa” (1965), “Acapulco los lunes” (1969), “Las cartas de Mozart” (1974) y “Rosa de dos aromas”, ésta última pieza lo puso en el panorama universal al abordar la complejidad de ser mujer, estar en cartelera seis años consecutivos y luego otros cuatro años, además de ser traducida y montada en diversos países.

Algunas de sus obras fueron adaptadas el Séptimo Arte, entre ellas, “Felicidad” (1956), “Las visitaciones del diablo” (1967), “La danza que sueña la tortuga” (1975), “El Censo” (1977), “Orinoco” (1984) y “Rosa de dos aromas” (1989). Su labor por impulsar nuevos talentos en el teatro lo llevó a dar el taller de Composición Dramática en el Instituto Politécnico Nacional, en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y el Colegio de Bachilleres.

Emilio Carballido ha recibido a lo largo de las últimas décadas, incontables reconocimientos a su calidad como dramaturgo. La trayectoria del veracruzano fue reconocida con el Premio de Teatro Casa de las Américas en 1962, Medalla Bellas Artes 1995, Premio Nacional de Ciencias y Artes 1996, y Premio Nacional de Dramaturgia Juan Ruiz de Alarcón, 2002.

También goza de homenajes de todas las instituciones culturales y algunas universidades como la UNAM, la UAM y la Universidad Veracruzana. En 2002 ingresó a la Academia Mexicana de las Artes.

Ese mismo año, Carballido sufrió una trombosis cerebral que lo mantuvo en estado crítico en el hospital ABC por más de un mes. A raíz de ese ataque, sufrió trastornos del sueño y de movimiento motriz en sus extremidades, cosa que no le impidio continar con su labor de creación literaria.

Sus obras se distinguieron por plasmar ideas que invitaban a la reflexión, a la comicidad, y a la estimulación de la creatividad. Emilio Carballido murió a causa de un infarto miocardio el 11 de febrero del 2008.

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