En México, el racismo y la discriminación son los pilares de esa “mirada blanca” con la que se fomenta al arte contemporáneo occidental que no incluye a artistas indígenas y que, lamentablemente, ocurre en muchos museos e instituciones públicas del país, asegura la creadora e investigadora veracruzana Guillermina Ortega (Poza Rica, 1960).

Sin embargo, añade en entrevista con La Jornada, los artistas indígenas “están haciendo brecha, comunidad, para que muy pronto la puerta del reconocimiento se abra para nosotros de par en par. El día que suceda, será maravilloso, pues aquella mirada blanca se transformará; vamos a estar incluidos y se sabrá que hacemos un arte tan válido como el que se produce en las grandes urbes, en un diálogo horizontal”.

La valoración del arte indígena en México, reitera la artista y educadora, “está en ciernes, vamos lentos, a diferencia de Guatemala o Colombia, y ni hablar de lo que sucede en Canadá o Estados Unidos. Aquí se necesita más tiempo e investigación, necesitamos curadores indígenas también, para que tiendan puentes de comprensión con los lenguajes, con el ritual, con la imaginería, que son la esencia de este país, y que no es ‘lo mexicano’ en sí; ser mexicano es otra cosa.

“Por fortuna, cada día hay más nombres de creadores indígenas. El libro de Ingrid Suckaer (Arte indígena contemporáneo: dignidad de la memoria y apertura de cánones, 2017) nos abrió la puerta. Pero en el ámbito institucional son aún muy convencionales, a muchos todavía no les gusta la idea. Lo interesante es que existe apertura, las posibilidades son enormes, siempre y cuando se haga con mucho respeto.”

A la par de desarrollar proyectos artísticos personales que tienen que ver con la naturaleza, la espiritualidad, lo femenino y la identidad (arte objeto, video, dibujo e instalación), Ortega encabeza la Red de Creadores Indígenas Veracruzanos, mediante la cual lanzó la convocatoria para la exposición comunitaria virtual titulada Piel morena, que se inició el 23 de mayo y continuará abierta durante tres meses en la página de Facebook: https://www.facebook.com/groups/ 1074050743085440/.

La idea es que los participantes reflexionen por medio del arte sobre el concepto “piel morena”, bajo diferentes perspectivas y con diversas técnicas, en el contexto de los 500 años de la consumación de la Conquista española.

“¿Cómo podemos acercarnos a conceptos como colonización, mestizaje, ‘blanqueamiento’ de la sangre, etcétera, desde nuestro momento histórico, desde nuestro territorio físico, conceptual y espiritual? ¿Cómo nos pensamos y nos ubicamos en el mundo? Estas reflexiones se convierten en lenguajes y narrativas en medio de una fecha significativa que no debería pasar desapercibida. Son bienvenidas todas las técnicas y disciplinas artísticas, incluso el bordado tradicional y la alfarería. También invitamos a los académicos y teóricos”, explica la invitación.

Feminismo decolonial

Guillermina Ortega se asume “veracruzana, con sangre indígena”, y desde esa identidad se pronuncia también “con una posición política, a partir del feminismo decolonial, pero desde mi raíz, desde mi tierra, y, sobre todo, desde mi color de piel.

“Hacer instalación me permitió, con un lenguaje contemporáneo, exponer mis ideas acerca del ritual, pero en los recientes 10 años la violencia en el estado de Veracruz me rebasó; tener una hija me hizo imposible quedarme aislada y no sensibilizarme sobre lo que está pasando, por eso me enfoqué en visibilizar esa situación, por ejemplo en un proyecto que se llama Seres de luz, que presenté por primera vez en Canadá.”

La artista huasteca insiste en que el racismo pesa muchísimo en México, “y no sólo es hacia la sangre indígena o morena o afromestiza. En los años 80, cuando estudié en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, fui discriminada por ser de provincia, por ser mujer y por estar casada; luego, en las comunidades huastecas, por no hablar ninguna lengua. Me veían como blanca, porque pesa también cómo define el Estado mexicano al indígena.

“Para ser indígena en este país tienes que hablar una lengua originaria; si ya la perdiste o tus papás nunca la hablaron, ya no eres indígena, según el Estado. En cambio, en Canadá o Estados Unidos se comprende que los padres e hijos de abuelos indígenas lo son también, aunque no hablen la lengua; a todos se les da el estatus de indígena sin problema.

“Aquí se tiene que comprobar; además, para ser indígena tienes que ser pobre, vestir con la indumentaria o vivir dentro de la comunidad. No se te perdona que salgas a estudiar una carrera universitaria, aunque ahora hay un poco más de apertura el estigma sigue, y esas diferencias permean al arte indígena.”

Ortega reconoce que se educó en el “occidentalismo”. Fue hasta que regresó a su tierra, décadas después, cuando se rencontró con sus raíces y comenzó la travesía a la inversa, al interior del legado de sus abuelos, para elaborar una nueva forma de hacer y entender el arte.

“En la Huasteca aprendí que sí hay esperanza para el arte indígena, pero se tiene que cambiar la perspectiva al ver las cosas. En estos momentos uno de mis proyectos más importantes como gestora es Piel morena, porque también entendí que ser artista aislado de la gente y viendo todo desde un taller personal de producción es lo peor que me podía pasar, porque me quita de la comunidad.

“Durante este año, luego de que 2020 fue terrible por la pandemia, siguen pasando cosas importantes en el país, y no debemos permitir que nos digan qué es la Conquista. Sobre todo las mujeres debemos plantearnos desde qué identidad asumimos estos cinco siglos.

“Porque también se trata de asumir el feminismo decolonial; es decir, descolonizar el cuerpo para encontrar la sanación en comunidad. Si las creadoras podemos construir conocimiento para erradicar la racialización, la discriminación y la obsesión por el ‘blanqueamiento’ de la sangre, hagámoslo”, concluye la artista, quien radica en Coatepec, Veracruz. Su página de Internet es: http://guillerminaortega.com/.

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