Como un modesto reconocimiento a la obra del poeta Francisco Morosini, y con motivo del aniversario de su nacimiento y de la presentación del Himno a Veracruz en el Teatro del Estado hace 16 años, también en un día 20 de noviembre, Palabras Claras entrevistó a la maestra Gloria Roseyón Islas con la finalidad de conocer un poco más sobre la vida y la producción literaria del autor que creemos pertinente recordar en esta tercera década del siglo XXI. 

Francisco Morosini Cordero nació en el año 1946 en la ciudad de Coatzacoalcos y falleció en la Ciudad de México en el año 2006. Fue docente en la Universidad Veracruzana y en la Escuela de Escritores de Veracruz, que él fundó. Publicó los poemarios Poeta del mar, De amores y circunstancias, Cantos para la navidad, El calendario que a diario, Retazos de Naturaleza y Jardín de letras. De narrativa publicó De memoria…, El frágil recuerdo, Así de breve es la vida, Coatzacoalcos, Tajín: voces y silencios, Uno dos tres por mí y mis compañeros, La poesía en el Quijote e Invitación a la Ecología. Y sin publicar dejó  los libros La cocina de mamá Ana, De pinta, Instantes y El placer de leer.

Gloria Roseyón, nos comparte las anécdotas, las ideas y el pensamiento humanista del poeta, vistas desde su perspectiva como esposa y entusiasta compañera de “Moro”, como cariñosamente le decían familiares y amigos.

¿Cómo empezó a ser poeta Francisco Morosini?

En su primer año de primaria, tuvo un maestro que al término de la clase les enseñaba canciones de Cri-Cri; los pequeños escribían la letra de cada canción y la cantaban. Una de las preferidas de Paco fue “El marinero”, en ella se habla del mar y de un marinero de pelo cano que fuma pipa en esa playa de fantasía, donde las princesas, dragones, piratas, tesoros y encantadoras sirenas de antaño le hacen suspirar.

Cada fin de año escolar, su abuelo lo llevaba con su amigo Ranulfo Limón, este le pedía la boleta de “aprobado” al niño Paco y le obsequiaba un libro. Así inició su andar por la lectura, que se forjó primero, en la biblioteca de su amado abuelo y más tarde, en la extensa biblioteca de don Ranulfo.  En sexto año, su maestro empezaba la clase leyendo poesía, dándoles a conocer el nombre de su autor. También les enseñaba algo de literatura o bien, pedía que sacaran de su mochila el cuaderno para copiar letras de canciones. De esta forma aprendió canciones de Guti Cárdenas, Ricardo Palmerín, Mario Ruiz Armengol, Vicente Garrido y algunos más.

Maestro Francisco Morosini

¿Y cómo lo conociste?

Me encontraba dando clases en una secundaria recién inaugurada en Angangueo, Michoacán. Francisco Morosini llegó en la última semana de octubre a este pueblo minero, rodeado de cerros y vegetación y de clima frío en extremo, con dos grandes iglesias, una para la gente rica, (en la que ya no había servicio cuando yo llegué) y, casi enfrente, otra iglesia para el pueblo, en la única calle mal empedrada del lugar.

En ese mes el subdirector de la escuela, el profesor Galeazzi, fue a México para contratar a un maestro que hacía falta en el plantel. Para ello se dirigió al Politécnico, a la ESIME, su alma máter. Ese mismo día regresó al pueblo con un joven maestro que portaba un abrigo maquinoff gris oxford de lana, lentes y portafolio. Así conoció la Escuela Técnica Industrial “Bartolomé de Medina”, donde yo trabajaba.

En casa de mi alumna Otilia Barajas estaba el comedor para maestros, tenía una gran mesa cuadrada para ocho comensales. Por las mañanas, para empezar el desayuno, nos recibían con un caliente y espumoso chocolate. Ahí, compartiendo los alimentos, nos conocimos Paco y yo, siendo la única mujer entre siete profesores. Al principio, él creyó que era alumna; no imaginó que formaba parte del cuerpo docente de la escuela.

Francisco Morosini, fue acogido con simpatía por el grupo; su plática y carácter jovial, hizo de nuestros encuentros una delicia. Antes de sus clases, al profesor Moro —así lo nombraban— se le encontraba en la biblioteca o en el laboratorio de física, donde ayudaba a regularizar a algún grupo de alumnos en matemáticas o física.

¿Quiénes eran sus autores preferidos?

Sus lecturas empezaron, entre otros, con Julio Verne, Salgari, Dickens. Después fueron Chéjov, Tolstói, Arreola, Miguel de Cervantes, López Velarde, Gorostiza, Pellicer, Juan Rulfo, Torres Bodet, Efraín Huerta, Sabines, Octavio Paz…

¿Cuál de sus poemas se refiere al propio autor?

Hay uno que lo describe bien, se llama Ya sé lo que es el viento:

Ahora sí ya sé lo que es el viento:

es un dulce rumor que comunica,

suave esencia de mar que porta aromas,

gélido soplo y brisa que acompaña,

ágil corcel montado por metáforas,

bienhechor, proveedor de mis palabras.

¿A qué poetas admiraba Morosini?

Por los años sesenta, autores como León Felipe, Rubén Bonifaz Nuño, Alí Chumacero y otros poetas, solían acudir los domingos al Bosque de Chapultepec a leer sus poemas.  Era un domingo para Paco asistir puntualmente al encuentro con sus grandes maestros. Conocerlos y escuchar de viva voz la obra de cada uno de estos creadores, fue sin duda un placer para él. Sus palabras lo afirman: “Se me quedó la costumbre de leer en voz alta, en particular si se trata de poesía. El sonido de la palabra me seduce y me ayuda a rastrear significados que de otra forma se me escapan”.

¿Qué recuerdas de Paco Morosini, el ser humano y el padre de familia?

La mejor respuesta a esta pregunta—cuenta la entrevistada—la tiene un fragmento de El Tajín: voces y silencios, donde desde su posición de jefe de familia, el hombre y el poeta aconseja y agradece:

Hijos míos… sean comedidos con todos; no arremetan contra nadie y no pierdan el tiempo que los dioses nos dan en este mundo; mantengan su cuerpo, pero también el espíritu; ocúpense de cosas provechosas todos los días y todas las noches; no defrauden a sus padres y menos a sus dioses.

Hija mía, paloma, no te apresures al hablar, no hables con desasosiego, sino con tranquilidad; cuando hables, no alces la voz ni lo hagas muy bajo, hazlo con mediano tono. Tu palabra debe ser honesta y de buen sonido.

Familia Morosini Roseyón

Hijo de mi corazón, no seas ambicioso ni quieras pasar por encima de otros para alcanzar lo que no te corresponde, lo que no es de tu merecimiento, lo que no es un don para ti. Los dioses saben y otorgan a cada quien lo que merece.

Gracias, Señor, por permitirme tejer estas palabras, que tienen la vana pretensión de convertirse en loa. Sé que soy muy pequeño para llegar a ti, mas, si alguno de mis consejos cae en tierra fértil y hace de mis hijos los hombres de bien por los que tanto he luchado y dirigido preces hacia ti, me doy por satisfecho, porque algo bueno hice en mi breve paso por la vida.

¿Podríamos conocer un poco de tu historia con él?

Agradezco tu pregunta, porque al conocernos Paco y yo, vivimos como entre nubes, con gran ilusión por el mañana… “Cuánto quisiera / espejo  de mi vida / verme en tus dulces ojos / reflejado / Sentir la calma / de las aguas mansas / o el mar violento / del amor frustrado / dame a saber/ pasión incógnita / si mi miseria / vivirá por siempre / o si la luz, inundará mi alma.

Después de aquel octubre en la secundaria, la primavera llegó, la calidez en nuestro corazón junto al revoloteo de la mariposa monarca lo refleja Paco en la poesía Canción:

Acuérdate de abril querida mía / de aquel extraño pueblo entre montañas, / su azul se recortaba en lontananza / y el viento frío barría las casas.

Recuerdas bien el mes de abril, ¿no es cierto?, / tu mano y mi mano, así entrelazadas / mariposas del Valle de las Papas, / charlaban al calor de una fogata.

El canto de las aves a lo lejos, / aquel paisaje mineral y agreste, / la desvalida calle del recuerdo, / son notas de amor, que abril puso en mi alma.

Y lo dibuja también en Confesión:

Eres tan suave y fresca como el viento, / que silbaba profundo entre los pinos / y 

tu voz confundida con los trinos, / clavó en mi alma profundo sentimiento.

Hoy, al igual que ayer, así lo siento, / -después de recorrer tantos caminos- / a la sombra vital de los encinos/ pude engarzar tu aliento con mi aliento.

Mucha agua ha corrido, lo sabemos, / pero nunca he dejado de amarte / y si dudas, te invito lo pensemos.

Tu amor siempre ha sido mi estandarte, / tú y yo por siempre juntos, lo entendemos, / jamás podré cansarme de besarte.

¿Qué le preocupaba de Veracruz y de los veracruzanos al poeta y al hombre? 

Trabajó en la Dirección General de Asuntos Ecológicos del Estado de Veracruz; amaba la Naturaleza y le preocupaban los daños que causa la sequía, el fuego y las temporadas de fuerte norte, huracanes y sus efectos en la población.

De esas preocupaciones trata el poema Para recordar una tragedia:

1. No hubo furia / Natura jamás odia / sólo responde

2. Escucho al río / parsimonioso fluye / y se acongoja

3. Yo me culpo / tú te culpas / él se culpa / todos somos culpables

4. Después de investigado / he aquí a los inocentes / el cielo encapotado / la negra nube / la prodigiosa lluvia / el agua derramada / en busca de destino

5. Después de investigado / he aquí los culpables / la ingente pobreza / la incuria / la estulticia / la improvisación / el despilfarro / la devastación / la mala fe / el engaño

Pero también lo expresa en su poema De la vida real:

Se desprende del álamo la rama / que cruje del dolor que no asimila / el acero brutal que así mutila / es agravio mayor que el de la flama

Nadie en su pleno juicio anhela fama / al contemplar el péndulo que oscila / instrumento mortal que quien afila / se vuelve actor fundamental del drama

Una lengua mordaz también es hacha / que gracias y virtudes ya cercena / de poco vale conducir sin tacha / toda una vida transparente y plena / la calumnia se viste con tal facha / que ni un santo se libra de condena

¿Cómo escribió el Himno a Veracruz, qué anécdotas puedes compartir?

Con gran entusiasmo escribió alrededor de cien versos, a pesar de la dificultad que tenía por problemas severos de la vista. Tomando el compás del Himno Nacional Mexicano empezó a escribir los versos, los cantaba y grababa. Seleccionaba los versos y los enviaba a Ryszard para la música. Puedo decirles que era fascinante ver a Moro cantar y dirigirse él mismo.

¿Qué opinaban de Morosini sus amigos? 

El Taller de Literatura Bernal Díaz del Castillo en Coatzacoalcos dejó un testimonio imborrable: “Haber conocido a Moro y contar con su amistad fue un privilegio. Su compañía y su amena charla constituían un constante aprendizaje de temas diversos sobre ecología, literatura, poesía, pintura y lo más delicioso…, sus recuerdos de la infancia, fascinantes por su frescura y espontaneidad”.

También debo compartir que era reconocido y apreciado por los intelectuales y artistas veracruzanos. Mucho agradezco el retrato que le hizo la pintora Sonia Nieto. Y en la Facultad de Comercio de la UV en Coatzacoalcos se encuentra un busto que donó el escultor Nacho Pérez, un gran amigo de la familia.

¿Crees que el Himno debiera relanzarse, considerando que se oficializó, que se difundió de manera masiva y que hubo convocatoria pública para su realización?

No es una respuesta que deba dar yo. El Himno formalmente se dio a conocer en el Teatro del Estado en Xalapa el 20 de noviembre del 2005, el día del cumpleaños de Morosini y así quedó plasmado en la historia veracruzana.

Me gustaría contestar esa pregunta con las sentidas palabras de la psicóloga María Esther Balcázar Márquez, en ese tiempo, directora de cultura en el ayuntamiento de Coatzacoalcos: “El recinto estaba repleto de gente que, como a mí, no nos cabía el corazón en el pecho. La emoción de escuchar los primeros acordes interpretados por la Orquesta Sinfónica de Xalapa, los coros de la Universidad Veracruzana y la Banda de Guerra, fue indescriptible. Las lágrimas rodaban sin cesar. Por fortuna no es un canto de guerra, sino de paz; no es de muerte, sino de vida”.

Puedo decir que el Himno que escribió Morosini —quien recorrió el estado innumerables veces, por paseo o por su trabajo en la Dirección de Asuntos Ecológicos— fue y es un canto de amor a su tierra bella, a toda su gente, a su música. Nos lo compartió y con tan solo veinte versos lo logró, y toda la población lo hicimos nuestro. Al escucharlo, al releer sus líneas y evocar su pensamiento en todo momento, vuelvo a constatar que Francisco Morosini nos dejó un poema nostálgico y esperanzador en el Himno a Veracruz.

¿Cómo era la relación con el violinista Ryszard Siwy, autor de la música del himno?

Ellos se apreciaban; conocí a su esposa Reyna Capilla en algún curso en la Facultad de Música, con el excelente y querido maestro Herminio Sánchez de la Barquera. Ahí le hablé de mi esposo, le regalé un libro y después ella fue a la presentación de uno de los libros de Moro y me comentó que sería ideal que se conocieran nuestros esposos y realizaran un proyecto. La oportunidad se presentó cuando se hizo pública la convocatoria para escribir un Himno al estado de Veracruz. Reyna y yo nos pusimos de acuerdo para vernos en la Feria del Libro Infantil y Juvenil, nosotros íbamos todos los días. Ryszard le mencionó a Moro que le tenía una invitación; nos fuimos a la Casona del Beaterio y ahí, le propuso hiciera la letra del himno y él haría la música. Paco aceptó feliz. En casa leyó las bases de la convocatoria y me dijo: Yo creo que no lo voy a hacer, tiene muchos “candados”; a lo que yo respondí, conociendo su gran sensibilidad y capacidad de trabajo; “Morito, tú lo puedes hacer, tienes tanto qué decir, hazlo, mi cielo”. No se resistió. Trabajó, escribiendo muchos versos y los iba cantando en tono de marcha. Ryszard y él se comunicaban por teléfono, se mandaban la letra y grabación de la música o se veían en el estudio de Ryszard. Moro no estaba bien de la vista, continuaba con sus clases y revisiones de tesis de sus alumnos, visitas al médico en Veracruz y posteriormente a México.

Cantaba, contando la métrica en los versos y una tarde, su hijo Ernesto le dijo: Papá, ¿tú crees que les va a gustar? Moro le contestó: Lo escribo, pensando en los niños que son los que en cada ceremonia cantan, ellos, los niños son lo más preciado y delicado con que contamos los mayores.

¿Cómo recibieron los sectores intelectuales y musicales el himno?

En nuestro círculo de amigos y conocidos había gran gozo, llamadas de teléfono, notas en el periódico, cartas, felicitaciones por todos lados. Paco estaba feliz. En una entrevista a Punto y Aparte señaló: “Definitivamente, ganar este concurso es un compromiso y aunque a veces uno lo piense un tanto grandilocuente, es de algún modo pasar a la historia. Ahí está y ahí queda el Himno del Estado de Veracruz, y eso cuenta mucho. Me llena de orgullo, pero al mismo tiempo sé del compromiso que se adquiere. Por fortuna, la convocatoria sólo toma en cuenta que se ceden los derechos de autor y no hay que hacer presentaciones o cosas así, porque yo no canto”.

Morosini publicó varios libros de poesía, ¿podrías dar a conocer algunos de sus versos inéditos?

Algunos versos que escribió para el himno, y que finalmente no se utilizaron en la versión definitiva, son estos:  

 Veracruz es terruño de ensueños

 de mil aves y ricas maderas

 joyas reales y tan verdaderas

 que un dedo divino le escrituró.

Veracruz es un sitio de encuentros

 de añoranzas y rico pasado

 con futuro y afán renovado

 con certeza de un mundo mejor.

Para finalizar, y a nombre de la familia Morosini Roseyón, Orietta, Ernesto y yo, quiero agradecer la posibilidad de este encuentro con Palabras Claras, que me ha brindado entrañables recuerdos. El 20 de noviembre de 2005 se estrenó el Himno, por lo que ahora tiene dieciséis años de creado, esto lo escribo el día 8 de noviembre, día del nacimiento de Emmanuel Cruz (1980 – 2016), gran amigo y artista plástico de Xalapa. El 30 de diciembre de este 2021, Francisco Morosini Cordero, cumple quince años en nuestro corazón. Sus cenizas se depositaron en el mar un sábado 17 de marzo de 2007. Por cierto, ese día era el aniversario de nuestra boda civil.

Años antes el poeta había dejado estas líneas:

Rugiente mar / de inmarcesible verde / mi cuerpo arrulla

Tu canto de olas / eterno ritornelo / acompasado

Dijo el poeta / qué haría sin ti / profundo mar

Yo soy del mar

 a él y a nadie más me debo

mi cuerpo es sal

Sé mi refugio, el anhelado puerto de mi destino…

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