A lo largo de sus 26 años, el Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE) no ha estado exento de polémicas. Dos de las más conocidas y con mayor resonancia mediática son las que tuvieron como protagonista a Gabriel García Márquez (1927-2014).
La primera fue en la inauguración del realizado en abril de 1997 en la ciudad de Zacatecas, México, cuando el escritor colombiano causó gran revuelo al proponer jubilar a la ortografía.
En su discurso Botella al mar por el dios de las palabras, el Premio Nobel de Literatura 1982 consideró a la ortografía como “terror del ser humano desde la cuna” y planteó una serie de controvertidas medidas para simplificar el idioma español, como la supresión de las haches mudas y de los acentos que no aportan valor a la palabra.
“Enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y la jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revólver con revolver. ¿Y qué de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?”, sostuvo en aquella ocasión.
Gabo volvió a ser motivo de controversia en la tercera versión del CILE, efectuada en noviembre de 2004 en la ciudad argentina de Rosario, luego de que el comité organizador por parte de ese país austral determinó no invitarlo.
Solidaridad de Saramago
A mandato del entonces presidente argentino Néstor Kirchner, los organizadores debieron reconsiderar su decisión; sin embargo, el daño estaba hecho, pues ni asistió el escritor colombiano y, en un gesto de solidaridad, el también Nobel de Literatura José Saramago (1922-2010) canceló en un primer momento su asistencia, aunque posteriormente cambió de parecer ante la petición del propio García Márquez.
El periódico La Jornada publicó en esa ocasión que la entonces subsecretaria argentina de Cultura, Magdalena Faillace, había afirmado que la decisión de no invitar al autor de Cien años de soledad obedecía a la “disposición del conjunto de las academias de la lengua, que fueron las que definieron las invitaciones”, aunque luego señaló directamente al líder de la Academia Argentina de Letras, Pedro Luis Barcia, como el promotor de esa determinación.
Indicó también que el comité organizador consideró en cierto momento invitarlo, aun cuando el autor “había tenido una presencia bastante alborotadora” en el primer congreso.
Otra de las polémicas en torno del CILE, aunque de mucho menor dimensión, estuvo a cargo de José Camilo Cela (1916-2002) en la segunda reunión del congreso, en 2001 en Valladolid, España, luego de que el Premio Nobel español, en su discurso inaugural, repitió íntegros varios de los pasajes que había pronunciado cuatro años atrás en su intervención en Zacatecas.
Un conato de polémica se suscitó también en el congreso de Cartagena de Indias, Colombia, en marzo de 2007, cuando en una conferencia de prensa un periodista local pidió explicaciones de por qué no fueron convocados representantes de las comunidades afrocolombiana e indígena como panelistas.
La respuesta del entonces director de la Real Academia, Víctor García de la Concha, fue que en el congreso sí se realizó un panel de lenguas indígenas, aunque no se podían tener todas, como las 21 mayas de Guatemala.
Y sobre los participantes de origen afro, señaló: “Negros los hay, los hay aquí. No, por favor, hay negros en muchas de las academias de Latinoamérica, no crea que somos todos blancos y celtas, como es mi caso. Hay mucha gente de color que está participando. Otra cosa es que me dice que (por qué no estuvieron) como comunicantes de esta o aquella comunidad, el ideal es tener una representación de todos, pero evidentemente no es que haya cupos, es que hay una limitación de espacios”.