Si Cien años de soledad fue una de las obras más reconocidas —y queridas— de su producción literaria, tal vez quiso el destino que el escritor colombiano falleciera un jueves santo, de hace ahora diez años al igual que Úrsula Iguarán, uno de los personajes de ficción claves de esta novela e inspirada en su abuela materna.

Gabriel José de la Concordia García Márquez nacido en Aracataca, Colombia, el 6 de marzo de 1927 —pero que vivió, escribió y murió en México— había sido criado por sus abuelos maternos, personajes que marcaron su vida: su abuelo, el coronel Nicolás Márquez, fue un veterano de la guerra de los Mil Días, y cordón umbilical del futuro escritor entre realidad y ficción. Mientras que su abuela, Tranquilina Iguarán, fue fuente de inspiración con sus fábulas e historias familiares, en esa visión mágica y supersticiosa de la realidad que después plasmaría como escritor.

Lo fascinante de este colombiano universal es que no sólo vive en la realidad, sino que la eleva al subconsciente, desata tabús, supersticiones, fantasmas, mitos y cosmogonías «que llevamos dentro los caribeños» -decía García Márquez-, y nos hace confrontar pasado, presente y futuro conviviendo con nuestros espectros, antepasados y descendientes.

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Inició la carrera de Derecho, estudios que abandonó por lo que él confesó que fue su «primera y única vocación, el periodismo», pero ha pasado a la historia por ser el padre del eso que se dió en llamar realismo mágico, y único colombiano en ganar el Premio Nobel de Literatura, en 1982, el escritor universal al que toda la humanidad confiesa haber leído con placer.

Una trayectoria literaria que arrancó con La hojarasca en 1955 y concluyó en 2004 con Memorias de mis putas tristes , y una obra inédita que publican sus herederos ahora, En agosto nos vemos. Se dice siempre que Faulkner es el escritor que más huella dejó en García Marquéz, sobre todo en la forma de narrar las historias que después él aderezaba con lo que vino en denominarse realismo mágico y Cien años de soledad —novela capital del colombiano publicada el 5 de junio de 1967—, en u pueblo imaginario y ya mítico, Macondo, donde lo inverosímil y mágico no es menos real que lo cotidiano con el que se funde y convive con total naturalidad.

Una novela cuyo primer párrafo único, ya nos conmueve, se puede decir que ahí está toda la novela, en ese párrafo inicial germen de su desarrollo, que convierte la novela en las ondas expansivas de ese primer párrafo, algo que solo él hace.

¿Su aportación a la literatura? La primera sería un mundo realmente que no habíamos visto a pesar de tenerlo tan cerca y con una gran capacidad, una gran calidad narrativa como para atrapar con solo algunas líneas a los lectores. La prosa de García Márquez tiene imágenes que te quedan gravadas porque son muy fuertes y eso es parte del entramado de su escritura, que siempre provoca una lectura gozosa que tiene imán y te invita a seguir metiéndote en su mundo.

La segunda, sería ese uso del lenguaje donde combina lo erudito con lo cotidiano y vulgar (siguiendo la estela de Cervantes en el Quijote, esa obra que la primera vez que la leyó le resultó aburridísima) Cien años de soledad, donde hasta lo soez combina con lo más sublime y fantasioso de su realismo mágico… Sus descripciones son inigualables y aunque sus oraciones pueden durar una página entera, la leemos con devoción. Como sentenció Neruda Cien años de soledad era «la mayor revelación en lengua española desde El Quijote de Cervantes».

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