Jesús Fernández Úbeda/Zenda
En una entrevista concedida a Zenda, en la biblioteca de Penguin, a las pocas horas de que aterrizara en Madrid proveniente de México, donde ha triunfado como Los Chichos en la FIL de Guadalajara, Joana Marcús (Mallorca, 2000) justifica esta conversación.
Etéreo (Montena, 2024), su última novela que, en realidad, vio la luz años ha en internet, su ecosistema predilecto: con trece años, la autora empezó a escribir en Wattapd, una plataforma digital de lectura y escritura donde acumula ya más de un millón de seguidores. Su saga romántica “Meses a tu lado” ha vendido —la cifra se repite— más de un millón de ejemplares. En Etéreo, escrita originalmente en la red hace siete años, incorpora a su literatura el ingrediente fantástico. Sobre ella charlamos:
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—Antes de nada, ¿qué tal por México?
—Intenso, pero ha ido muy bien.
—Me decía, fuera de micrófono, que sus lectores de allá se cortan menos que los de acá.
—Sí. Igual es sólo percepción mía, esto es muy subjetivo, pero me da la sensación de que en Latinoamérica, en general, hay mucho más fenómeno fan porque hay menos vergüenza a la hora de demostrar que eres fan de alguna cosa. De hecho, lo noto sobre todo en los chicos, que allí van a mis firmas y aquí se cortan más.
—¿Sí?
—Me dicen que vienen por su pareja, y luego ves el nombre y es el suyo… Aquí nadie juzga a nadie, pero sí, me he dado cuenta.
—Tiene veinticuatro años y cuenta sus lectores por millones. ¿Qué dicen de usted estas cifras?
—De mí, como persona, poco; de mí, como artista…, supongo que es una forma de apreciación a mi trabajo, a mi esfuerzo. Soy consciente de que muchos artistas lo intentan toda su vida, tienen mucho talento, pero no llegan nunca.
—Joana, ¿por qué escribe?
—Creo que empezó como una forma de desahogo, de terapia propia, de conocerme a mí misma. A ver, empecé con once años. Lo que escribí en ese momento, libros, libros, no eran, sino historias cortas en las que me desahogaba sobre situaciones que vivía. De alguna manera, lo sigo haciendo, lo que pasa es que la metáfora está bastante más elaborada que en aquel momento, tengo más recursos, tengo más herramientas… Creo que he mejorado, pero el significado es el mismo: al final, estoy hablando de situaciones que he vivido, de situaciones de las que me apetece hablar y que, en una conversación de tú a tú, aunque sea con una persona de mucha confianza, es muy difícil que surja.
—¿Para qué escribe?
—Cuando escribes enfocada a que te lea otra persona, de alguna manera, si esa otra persona no te conoce, no hay consecuencias de esa conversación. No es como si hablaras con un amigo. Creo que es una forma de desahogarte y, de alguna manera extraña, de hablar con personas que no te conocen pero igual han pasado por la misma situación, y viendo la evolución de tus personajes, que también es la tuya, les puede ayudar.
—¿Y para quién escribe?
—Cuando hablamos de literatura juvenil, siempre se tiene la concepción de que sólo la leen los jóvenes. Me parece muy curioso: no es algo que pase con la literatura infantil. Por ejemplo: casi todo el mundo ha leído la saga Harry Potter. Nadie se plantea por qué no lo leen sólo los niños. Con el juvenil no pasa eso. El juvenil todavía necesita explotar un poco más, meterse un poco más en la sociedad. Hasta ahora, no había habido tantos autores nacionales que lo representaran.
—El lector adulto, digamos, estándar, ¿ha tomado por idiotas a los jóvenes lectores?
—Más que a los jóvenes lectores, a los jóvenes, en general. Sin necesidad de ser lectores, espectadores o lo que sea. Creo que pasa en todas las generaciones. Seguro que a ti, con quince años, tu padre te decía: “Yo, con tu edad, me esforzaba más…”. En general, sí, se tiene una visión muy despectiva, muy paternalista de la gente joven, de “no sirven para nada”. Si nos paráramos un momento a hablar con ellos, a entenderlos, a ver por qué leen esto y por qué les gusta, nos podríamos acercar un poco más y, en lugar de imponer nuestras ideas, entender las suyas.
—Hace no mucho, el periodista Pedro Simón me decía que a los jóvenes les tratamos peor que a los viejos. ¿Está de acuerdo?
—Sí. No sabría decirte si los mayores están bien tratados; hay un poco de todo, desgraciadamente. Sí creo que los jóvenes son el último grupo en el que pensarías a la hora de pensar si necesitan ayuda o apoyo. Creo que la adolescencia es uno de los periodos más difíciles de la vida. El mundo te trata como un adulto y tú te sigues sintiendo como un niño, pero tienes que tomar las decisiones que van a marcar tu vida. En lugar de darles herramientas para empezar a moverse en el mundo, les dicen: “Esto está mal, eres tonto, eres un inútil”.
—¿Es Etéreo una novela no sólo para jóvenes?
—Es una novela juvenil porque los protagonistas tienen veintipocos años. No es sólo para jóvenes: es para cualquiera que quiera leer sobre personajes con esa edad.
—La introducción de la fantasía en su literatura, ¿qué tal lo ha llevado?
—Ha sido bastante entretenido. Es verdad que este libro ya estaba escrito, estaba en internet. Lo que más me gusta de este tipo de fantasía es que, normalmente, cuando hablas de fantasía, piensas en la medieval, en crear tu propio sistema político, religioso, tu todo, y a mí me gusta que la fantasía se integre en nuestra realidad. Para un público joven, porque la mayoría de la gente que me sigue es joven, creo que es más integrador para ellos: puedo meterme en la historia sin tener que meterles a ellos en el universo.
—Claro, la novela la empezó a escribir hace siete u ocho años en Wattpad.
—Sí.
—¿Y cuánto se diferencia la novela que vio la luz en Wattpad de la que edita Montena?
—No ha cambiado tanto a nivel de trama. Intento mantener la estructura y las ideas que tenía. Sí es verdad que ahora, como estoy estudiando Psicología, tengo las herramientas para tratar mejor algunas cosas, para profundizar en ellas, o para que los personajes sean mucho más reales, más dimensionales.
—Cuénteme sobre Victoria y sobre Caleb, su X-Men particular —o X-Man—.
—En esa época, me di cuenta de que la mayoría de los libros que leía de romance juvenil, en general, tenían un protagonista bastante fuerte y una protagonista pasiva que se dejaba llevar por las decisiones de él. Llegó un punto en que me aburrí. No tenía ningún propósito reivindicativo, pero me aburrí y decidí escribir algo que me llamara la atención, que fuera todo lo contrario: un chico muy pasivo, muy introvertido, con pocas herramientas emocionales. Caleb se pasa una buena parte del libro sin hablar. En cambio, ella es muy extrovertida, le encanta dar su opinión, a veces se pasa un poco y la impone demasiado… Me gusta el equilibrio que forman entre sí de ayudarse mutuamente en la franja en la que el otro no sabe moverse.
—En Etéreo hay también un jefe explotador y un villano malérrimo.
—Los villanos principales de este libro son los jefes de los protagonistas. Son las dos caras de la misma moneda. Me gusta que los protagonistas pasen por la misma situación y que, desde el principio, como lector tengas la idea de que Caleb es la persona independiente que, por sus habilidades especiales, tiene más poder sobre su vida, y luego te des cuenta de que, realmente, no lo tiene: en realidad, su jefe se ha aprovechado siempre de sus poderes, le hace creer a todo el grupo con habilidades que no pueden relacionarse con alguien externo ni les da muchas herramientas emocionales. Caleb no es consciente de eso porque tiene una relación paternalista con ese hombre. En cambio, Victoria, que no tiene recursos, que tiene una situación laboral un poco precaria, que no tiene familiares que le ayuden económicamente, sí se da cuenta de que su jefe se está aprovechando de ella, pero no puede hacer nada para impedirlo. Cuando se juntan, se dan cuenta de la situación que están viviendo ambos.
—Antes le pregunté cuánto ha cambiado su novela desde que la escribió. ¿Cuánto ha cambiado usted?
—¡Uh, bastante! ¡Y menos mal! Sería para preocuparse. He cambiado, no sé si para bien o para mal, que juzgue mi psicóloga. He madurado mucho. La carrera me ha dado muchas herramientas no sólo para poder explorar los personajes, sino para poder explorarme a mí misma. También para, a la hora de una firma o una presentación, poder tratar con la gente de una forma cercana pero sin dejarme llevar por las historias que me cuentan. Imagínate que una persona ha pasado por la misma situación que Victoria y te cuenta su historia, que es muy íntima, muy personal, porque sabe que tú la vas a entender o porque entiende que tú has pasado por algo similar. Claro, hay que seguir con la firma, no puedes quedarte con ese peso emocional. En ese sentido, he mejorado mucho: antes sí me costaba mucho no absorber las emociones de los demás. Son cositas que parecen pequeñas, pero te ayudan en tu día a día y en tu trabajo.