Una poesía de alto nivel y al mismo tiempo accesible. José Emilio Pacheco (1939-2014) era dueño de una escritura “coloquial, directa, que parecía sencilla, pero era muy culta; estaba llena de referencias literarias e ironía, y hacer que se pueda leer fácilmente le da una dimensión superior”, afirma Luis Antonio de Villena.

El escritor y crítico literario español explica en entrevista con Excélsior que el autor de Las batallas en el desierto “utilizaba continuamente la cultura, el juego de la comparación con los animales, las antiguas fábulas griegas y todas sus lecturas para crear un corpus literario singular. Es decir, su poesía está poblada de intertextos de otros autores, los parafrasea, los mete a sus versos; su literatura se nutre de literatura”.

Por todo esto, afirma, leer a Pacheco “siempre es algo vivificante, como una aventura en la que descubres cosas nuevas; por eso sigue tan vigente y cada vez despierta mayor interés en los nuevos lectores”.

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El autor de Iniciación a José Emilio Pacheco (Universidad Veracruzana), libro que presentará mañana, día en que el también narrador y traductor cumpliría 80 años, comenta que vino a México a participar en el Festival Diverso y, aprovechando su estadía, comentará su libro. “Pero parece que vine sólo a lo de Pacheco. Todos me preguntan por eso. Hay un gran interés por el poeta. Tiene mucha fuerza en México”.

Cuenta que este título, más ensayístico, tiene su antecedente en otro que publicó en 1987, José Emilio Pacheco, que le solicitaron cuando el autor de Los elementos de la noche (1963) y La edad de las tinieblas (2009) no eran tan conocido en España.

La edición original es más reducida, pero incluye una antología de sus poemas. La Universidad Veracruzana me pidió reeditarlo y les propuse actualizarlo y aumentarlo. Pero descartaron incluir sus poemas. Ahora es un estudio de su obra y una crónica sobre nuestra amistad”, narra.

De Villena recuerda que conoció al ganador del Premio Cervantes, considerado el Nobel de las letras en español, en las Islas Canarias, en 1972, en un encuentro de escritores. “Ahí, él me presentó a Juan Rulfo, con quien estuvimos un rato. Después continuamos en contacto, me mandó libros suyos y nos hicimos buenos amigos. Lo vi muchas veces en España y en México, en su casa, en librerías, desayunábamos, teníamos largas conversaciones”.

Destaca que el autor de No me preguntes cómo pasa el tiempo (1970) era un hombre sencillo y enormemente cordial. “Siempre muy optimista, simpático, cariñoso. Pero hacia el final de su vida, imagino que por algún padecimiento, sus movimientos se volvieron un poco torpes; de algún modo se convirtió en una persona muy desvalida”.

El también poeta y narrador, nacido en Madrid en 1951, evoca, por ejemplo, que en 2005, cuando Pacheco fue a Granada a recibir el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca, lo sacaron del avión en camilla. “Fue algo extraño. No era nada grave, pues al día siguiente estábamos almorzando y él estaba muy divertido. Estas cosas le pasaban continuamente”.

Cita, además, la ocasión cuando el autor de la novela Morirás lejos (1967) fue a impartir una conferencia en una universidad y en el camino el viento hizo que se le volaran las hojas de su discurso, lo que provocó que sus acompañantes corrieran a atraparlas. O que en la recepción del Premio Cervantes se le rompió un tirante del pantalón.

Era una especie de sucesión interminable de pequeñas calamidades que parecían terribles, pero luego él las contaba con mucha simpatía y enorme diversión”, aclara.

El libro se aproxima a la dimensión humana de lo literario para comprender el camino vital y la marca poética que dejó José Emilio Pacheco a las nuevas generaciones”, añade.

PREMIOS Y MODESTIA

Luis Antonio de Villena dedica otro capítulo de Iniciación a José Emilio Pacheco a la distancia que mantuvo con el mundo intelectual. “Creía poco en la relación con los escritores, con el poder, con el gremio. Pensaba que había favoritismo, injusticias; que existían grandes escritores preferidos, y escritores menores que subían si estaban cerca del poder. Todo eso no le gustaba, por eso se refugiaba en su trabajo”, señala.

También analiza la modestia del poeta, quien se proponía como una persona que no se daba importancia a sí mismo. “Me preguntaba cómo era posible que, siendo tan sencillo, nada vanidoso, con la idea de que el poder ayuda a los mediocres, se llenara de tantos premios en los últimos ocho años de su vida”, explica.

Él solía decir que no merecía esos reconocimientos, pero que no los podía rechazar, porque no quería tener una actitud despectiva hacia quienes se los otorgaban. Hacía a un lado su modestia para no herir a los demás. Así era él. De una personalidad increíble”, admite.

Y no separa al hombre de la propuesta literaria, por lo que lo define como “un emblema del México moderno”. Destaca que Pacheco trazó el cauce de su obra y después sólo la fue profundizando. “Desde sus inicios hasta los años 80 va planteando tonos distintos: el elemento irónico, el directo, la realidad mexicana, el elemento cultural. A finales de los 80, él sólo continúa esas líneas, las profundiza. No hay líneas nuevas. Es decir, buscar las raíces de su mundo, para después ahondarlas y ensancharlas”.

El licenciado en Filología Románica y autor de 50 libros concluye que este título dedicado al autor de Tarde o temprano (Poemas 1958-2009) “se trata de un digno reconocimiento desde España, una obra compacta para comprender un camino vital y su marca poética”.

Y, finalmente, sugiere la publicación de una antología actualizada de la poesía de Pacheco, pero en edición de bolsillo, “para que llegue a todos los lectores posibles”.


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