Héctor González Aguilar

Julio Verne jamás puso un pie en México, no obstante, nuestro país está presente en su obra; curiosamente, la historia y los escenarios mexicanos aparecen en uno de sus relatos iniciales y en uno de los últimos. Sus novelas comenzaron a difundirse, a partir de 1872, en los periódicos de la ciudad de México.

Sin ser geógrafo, ni explorador, ni científico, Verne escribió sobre lugares que jamás visitó, sobre medios de transporte que aún no se inventaban y sobre hazañas humanas que se realizarían muchos años después. Era un amante de la lectura, un apasionado de la geografía y de la ciencia, pero sobre todo era poseedor de una imaginación que le permitió vislumbrar el futuro basado solamente en los conocimientos de su época.

Nacido el 8 de febrero de 1828, estaba destinado a ser abogado, como su padre. En 1847 se trasladó a París, mientras cursaba la carrera de Derecho se daba tiempo para cultivar sus afición por la literatura; cuentan que en cierta ocasión, ante lo exiguo de las remesas paternas, decidió alimentarse sólo con pan y leche buscando ahorrar para hacerse de unas obras de Shakespeare.

Cuando terminó sus estudios, contraviniendo la opinión familiar, permaneció en París, se ganaba la vida escribiendo artículos o dando clases de Derecho. Incursionó en el teatro, escribió algunas piezas teatrales e hizo amistad con varios escritores, entre ellos Alejandro Dumas, padre, quien quedó impresionado con la creatividad de Verne.

Entre sus obras de juventud se cuenta una sobre México, se trata de una novela corta escrita hacia 1845. Según la investigadora Leslie Alger, esto ocurrió después de que Verne conociera al periodista Jacques Arago, quien le contó la historia de cómo la nación mexicana se había hecho de sus primeros navíos para defender su extenso litoral. El periodista conocía los hechos porque su hermano, Jean Arago, había participado en la consumación de la independencia de México.

El tema le pareció interesante a Verne y comenzó a escribir, seguramente se apoyó en otras fuentes, pues las noticias sobre México no eran escasas en Francia, además del famoso Ensayo político sobre el reino de la Nueva España, de Alejandro Humboldt, no eran pocos los viajeros franceses que habían publicado artículos sobre el país recientemente independizado. La novela se dio a conocer hasta 1851 en una revista llamada Museo de las familias, tenía el largo título de Los primeros navíos de la marina mexicana

Se trata, entonces, de un relato de ficción con fondo histórico, los protagonistas son unos desertores de la marina española que desean vender dos navíos al gobierno republicano de México, los escenarios principales se ubican en el camino entre el puerto de Acapulco y la ciudad de México. Es posible que por esta pequeña obra, en la ciudad de Chilpancingo, en un mural concebido en honor a Humboldt, el pintor haya incluido el rostro del novelista.

El verdadero éxito de Verne llegaría varios años después, cuando se relacionó con Pierre Jules Hetzel, un editor que vislumbró el potencial del escritor para producir obras pedagógicas y moralistas. Tras la publicación de Cinco semanas en globo –la que Verne considera su primera novela-, Hetzel le ofreció un contrato para publicar dos novelas por año, ésta sería la primera de una colección que tuvo el título de Viajes Extraordinarios.

Hacia 1872, después que los liberales mexicanos expulsaran a los franceses, los periódicos de la capital comenzaron a publicar las novelas de Julio Verne en forma de folletín, y en el año de 1875 sería publicada Los primeros navíos de la marina mexicana. Posteriormente, a esta novela se le cambió el nombre por el de Un drama en México, que es como la conocemos actualmente.

Al final de su vida, Verne retomó los escenarios mexicanos para otra de sus novelas,  El eterno Adán, de tema apocalíptico; la historia inicia en una pequeña población de Sinaloa llamada Rosario, actualmente pueblo mágico.

Aclamado mundialmente por los lectores, pero sin contar con el reconocimiento del gremio literario ni de la comunidad científica de su época, Verne murió en 1905. El eterno Adán es una obra póstuma, en ella se observa un tono pesimista, totalmente diferente a lo que usualmente se aprecia en la colección Viajes Extraordinarios, razón por la cual se piensa que fue modificada por su hijo Michel.

Julio Verne cumplió con el compromiso de escribir dos novelas por año, en  mucho le ayudó que los hombres de su época estuvieran consagrados a explorar exhaustivamente el globo terráqueo y que las sociedades científicas estuvieran desarrollando la ciencia y la tecnología a pasos agigantados. 

Si fueron sus contemporáneos quienes le proporcionaron el material para escribir, su gran virtud fue la de utilizar todo ese cúmulo de información para crear novelas en donde la geografía, la ciencia y la tecnología se convierten en campos propicios para el florecimiento de la aventura y la fantasía.

Al igual que en Francia, aquí en México también se le consideró un escritor de obras pedagógicas, a fines de siglo XIX se recomendaba su lectura a niños y mujeres; lo cierto es que la escritura de Verne tiene magia, y aunque se le haya querido limitar a cierto tipo de lectores, sus obras son leídas por todos los públicos; las novelas de Julio Verne son para disfrutarse, para dar rienda suelta a la imaginación.

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