En el Próximo Oriente antiguo no existían las bibliotecas y los archivos tal y como los entendemos en la actualidad. A día de hoy, las dos funciones, inseparables la una de la otra, que cumple un archivo son las de conservar el patrimonio documental de la cultura en la que se inscribe, y difundir y facilitar su conocimiento a la sociedad que los ha producido. Por el contrario, en el Antiguo Oriente estos archivos se ubicaban en los templos y palacios, y solo tenían acceso a ellos los reyes, los sacerdotes y los escribas.

En la actualidad se calcula que existen distribuidas por los museos y entidades científicas entre 700.000 y 1.000.000 tablillas de arcilla, de las cuales en torno a un 10% son textos literarios. Además, se ha estimado que, solo durante el periodo de tiempo que transcurre entre el 1500 y el 300 a.C., existieron más de 200 archivos y bibliotecas, distribuidos a lo largo de más de 50 ciudades diferentes de todo el Próximo Oriente antiguo.

A diferencia de lo sucedido en otros casos, la biblioteca de la ciudad de Nippur no salió a la luz al poco tiempo del descubrimiento e inicio de las excavaciones arqueológicas de la ciudad en 1889. El equipo arqueológico de la universidad estadounidense de Pennsylvania, entre los que se encontraba el epigrafista alemán Hermann Hilprecht, tuvo que esperar hasta la cuarta campaña arqueológica en el yacimiento para hallar el templo de El Ekur, sede de la biblioteca que, aun a día de hoy, es la más grande y relevante que existe para el conocimiento de la literatura sumeria. En cuanto a su cronología, se cree que fue fundada a finales del III milenio a.C. y que se prolongó hasta el siglo XVIII a.C

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Solo durante la década de 1890 se hallaron en torno a 50.000 fragmentos de tablillas de arcilla, los cuales podrían haber pertenecido a 15.000 tablillas completas. Ese número, después de más de un siglo desde su descubrimiento, ha subido hasta las 40.000 tablillas individuales que se custodian en la actualidad solo de la biblioteca de este templo de Nippur dedicado al dios Enlil del siglo XIX y XVIII a.C.

Uno de los aspectos más notables de estos archivos de Nippur, reservados solo a los sacerdotes y escribas de este templo, es que contaban con muchas características que podrían calificarse de pioneras . Un ejemplo de ello son los hallazgos de tablas en las que se hicieron catálogos a modo de inventario de todas las tablillas que existían en el archivo. Esta catalogación se hacía a partir del título de las tablillas, que era el incipit de las mismas, es decir, las primeras palabras. De ese modo, después de mirar en los catálogos, solo tenían que leer las primeras palabras y no el documento entero para localizar el texto en el que estuvieran interesados.

De la misma manera, en los casos en los que un documento necesitara más de una tablilla para ser plasmado por escrito, todas las siguientes empezaban por la última frase de la anterior. Asimismo, todas las tablillas tenían al final un colofón, en el que estaba indicado, como si de una ficha de registro bibliotecaria moderna se tratara, el escriba autor de la misma, el número de líneas de la tablilla, comentarios adicionales…

Sin embargo, lo más extraordinario de este archivo reside en el inmenso conjunto de tablillas lexicográficas y literarias que demuestran que en Nippur existieron prácticas de escriba estandarizadas y normalizadas, es decir, que era una gran escuela de formación de escribas. Esto viene demostrado por todos los descubrimientos de tablillas escritas con caracteres cuneiformes sin conexión coherente entre ellos, y escritos de una forma muy torpe, ruda y poco normalizada, dando la impresión de que es la primera vez que escribían algo así. Es por eso que este tipo de tablillas son interpretadas como los ejercicios escolares que tenían que llevar a cabo los aprendices de escriba a la hora de aprender a manejarse con soltura en el oficio de la escritura. Además, las tablillas halladas en blanco, sin nada escrito, pudieron ser tablillas preparadas para estos ejercicios que no llegaron a ser utilizadas al final.

Como es evidente, dentro de esta “escuela de escribas” existían varios niveles de enseñanza, dependiendo del grado de avance en el conocimiento de la escritura. Los ejercicios más elementales consistían en la práctica de la formación de cuñas y signos solo en horizontal o vertical. El siguiente escalón se basaba en ejercicios en los que se combinaba la formación de cuñas verticales, horizontales y con ángulos, o la formación de cuñas verticales acompañadas a los lados de dos cuñas verticales de la mitad de tamaño puestas una encima de la otra. En estas pruebas no había intención de formar palabras o frases, ya que lo importante era el aprendizaje en la práctica de la creación y combinación de signos.

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