La escritura es una herejía, sin ella nada sucedería, aseguró hoy aquí el escritor, académico, gestor cultural y novelista, Gonzalo Celorio durante un homenaje que le rindió el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.

Acompañado de los también escritores, Eduardo Casar, Fernando Fernández, Malena Mijares y Juan Villoro, el autor de “Amor propio” agradeció a la institución que dirige Lidia Camacho, por dicho homenaje, al tiempo que tomó la palabra para reflexionar sobre la literatura y ofrecer una breve lectura de su libro “De la carrera de la edad 1 de ida” en el que reúne una serie de ensayos recogidos en sus anteriores textos.

Gonzalo Celorio se dice conmovido con este reconocimiento y por la simpatía de tantos amigos, colegas y alumnos que se darán cita en el “Palacio de Mármol” para celebrar sus 70 años de vida y cuatro décadas de trayectoria profesional, dentro de la cual no puede omitir la presencia de la universidad.

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“Yo le debo a la UNAM realmente todo lo que soy en términos profesionales y literarios. Cuando a mí me preguntan que si soy egresado de la UNAM digo que no, porque nunca he salido de ella”, dijo.

Adelantó que se encuentra por terminar una novela que se titulará ‘Los apóstatas’, “en la que quiero analizar el proceso que hay entre una vocación religiosa y una vocación política social a partir del gran sismo de 1968, es decir, todo lo que ocurrió con el tema de la teología de la liberación, cómo desertaron de las comunidades religiosas y se volvieron revolucionarias.

“Es una historia que tiene que ver con mi familia y que tengo la esperanza de que tenga lectores que puedan leer más allá de una mera historia familiar y ya con esto espero cerrar la trilogía y las novelas de auto-ficción. Alguien me dice: ‘pero ya no escribas de tu familia’, y yo respondo: ‘si eso se lo hubieran dicho a Proust no tuviéramos ‘En busca del tiempo perdido’”.

Minutos antes, los autores mencionados, en tono jovial y entre risas, destacaron la vida y obra de quien llamaron ‘un custodio de la lengua, una especie de tribunal de la misma que da naturalidad a ciertas voces perdidas’.

Juan Villoro aseguró que Gonzalo Celorio es un profesor en cuyas clases no solo enseña los clásicos de la literatura o autores de su preferencia, sino que invita a sus contemporáneos.

Afirmó que el magisterio de Celorio, se ha ejercido no solo en las aulas, sino también en la escritura y en el tipo de escritor que ha decido ser.

“Si algo lo caracteriza, es la voluntad de estilo, ¿pero qué clase de idioma trabaja? Me parece que estanos ante una persona que se postula como un custodio de ciertos valores de la lengua, siempre amenazados y en riesgo de perderse y al mismo tiempo, procura darles nueva vida”, consideró Villoro.

Indicó que, siendo miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, Celorio se propuso renovar el idioma, “recuperando ciertos giros que no todo mundo usa y que están ahí, como una especie de archivo que él convierte en botiquín de primeros auxilios, palabras que no se usan pero que sirven para remediar ciertas circunstancias”.

“Estamos ante un custodio de la lengua que entiende que todas las palabras pueden tener la misma vigencia y les pueden insuflar nueva vida”, destacó Villoro.

Su alumna, Malena Mijares expresó su beneplácito por las siete décadas de vida de su maestro, al tiempo que señaló que “esta fiesta va de la mano con la aparición del libro: ‘De la carrera de la edad 1 de Ida’”.

Mijares señaló que son tres las vocaciones las que han caracterizado a Gonzalo Celorio en estas siete décadas; su magisterio, la obra y vida y lo académico, “tres campos del ejercicio profesional de Celorio, los cuales están atravesados por la amistad, un componente vertebral en la vida de Gonzalo”.

Indicó que, como maestro, Gonzalo Celorio es un personaje inolvidable, ‘porque consigue dejar una huella en sus alumnos’.

“Ha sido una de los grandes maestros, sino es que el más me marcó en su trayectoria en la universidad, primero como estudiante y luego en mi trabajo”, y dio las gracias a Celorio por haberle enseñado tanto todos estos años.

Tras una serie de elogios y bromas acerca de sus 70 años de su amigo Gonzalo, Eduardo Casar, refirió que “Si Dios fuera buen lector, le encantaría releer las 70 brillantes páginas de tu vida”, concluyó.

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