El director del Programa Internacional de Políticas de Educación de la Universidad de Harvard, Fernando Reimers, considera clave que la escuela debata y busque soluciones a por qué dos de cada cinco alumnos no son feliz ni encuentra sentido a la vida y replantee su actual “sistema industrial, casi de fábrica”.

Con motivo de su visita a la Universidad Camilo José Cela y sus colegios SEK para compartir sus ideas con el profesorado y alumnado, Reimers defiende en una entrevista con EFE que el plan de refuerzo educativo anunciado por el Gobierno español debe permitir “la máxima personalización” y discrepa de la prohibición general del móvil en el aula y de la repetición de curso.

Un 40 % de los adolescentes no es feliz

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Coautor de una guía para responder a la pandemia en el ámbito de la enseñanza junto a Andreas Schleicher, director de Educación de la OCDE y “padre” del informe Pisa, el catedrático de Harvard opina que esta evaluación mundial sobre el desempeño académico del alumnado de 15 años también da información “muy útil para pensar cómo reimaginar la educación”.

“Por ejemplo, pregunta a los chicos ¿Eres feliz? ¿Ves sentido a tu vida? Dos de cada cinco afirman que no son felices ni le ven sentido a la vida. ¿Cómo es posible cuando las condiciones materiales de vida son superiores a los que han sido nunca en la historia?”, se interroga el experto en innovación educativa.

Uno de los pilares del bienestar humano, añade, es tener un propósito en la vida: “Levantarse por la mañana y sentir que hay algo que uno está haciendo que tiene sentido. Pienso que una de las funciones de la escuela es desarrollar ese sentido de propósito y no lo estamos haciendo con dos de cada cinco niños”.

En consecuencia, estas cuestiones deben abrir un debate en “cada pequeña escuela, en cada Universidad, en cada centro de formación de profesores. Es decir, qué deberíamos hacer diferente. Hay implicaciones enormes en cómo plantearnos el currículum, la pedagogía, la colaboración entre el profesorado…”.

Los móviles, menos prohibición y más educación

Al tiempo que debe protegerse a la infancia y a la juventud de los efectos nocivos de las tecnologías, el director de la Iniciativa Global de Innovación en Educación de Harvard cree que “prohibir como herramienta de política tiene sus límites porque la educación del futuro lo que requiere es que las escuelas tengan la mayor autonomía posible”.

“Una educación del siglo XXI debe llevarnos a escuelas muy profesionalizadas”, con directores bien formados y estudiantes muy implicados, y vetar desde el Estado “lo que hace es empujar en la otra dirección: reducir su autonomía. Lo deseable es que (las decisiones) las tome el que está más cerca del niño, su profesor y su escuela”.

En cuanto al futuro plan de refuerzo en comprensión lectora y matemáticas previsto para el próximo curso tras conocerse los malos resultados de PISA, el miembro de la Comisión de EEUU para la UNESCO recomienda “la mayor personalización posible”, intervenciones específicas, tutores y desterrar fórmulas uniformes para todo el estudiantado.

En el área de la lectura menciona ejemplos sencillos como tener bibliotecas escolares bien nutridas y variadas; dedicar un tiempo libre en cada jornada y codificar los libros por dificultad. “Hay colecciones que ya lo hacen, nivel rojo, azul y verde. Cada niño sabe en qué nivel está y la consigna que le da la profesora es, elige un libro que esté a tu nivel o al siguiente para desafiarte”.

La repetición y la promoción automática no es solución

Expresa, por otro lado, su desacuerdo con la repetición y promoción automática de curso: “Son dos respuestas extremas, ambas ineficientes porque no resuelven el problema”, y cuya solución reside básicamente en ofrecer un apoyo individualizado al alumno.

“Nos cuesta darnos cuenta que esas dificultades del sistema en servir por igual a todos los niños son producto de la organización del sistema mismo, de esta organización industrial casi de fábrica, que pone a los niños como botellas en una fábrica de Coca-Cola, y supone que todos son iguales”, subraya.

La investigación contemporánea muestra que “la repetición no resuelve, porque en el fondo es decirle al estudiante que un tratamiento (curso) no le sirvió la primera vez y tiene que tomar una segunda dosis del mismo, en vez de tratar de entender por qué repitió, dónde estuvo la deficiencia y cómo hacer una intervención más precisa que permita que el tratamiento que reciba sea diferente”.

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