Más de cincuenta años lleva Cristina García Rodero con las cámaras a cuestas y no se cansa de aprender, “hasta que el cuerpo me lo permita”, puntualiza en Valladolid durante una entrevista con la Agencia EFE antes de recordar que la fotografía “nace en el corazón y en la inteligencia”.

El fruto de ambas cosas unidas “es la mirada” que capta una parte de la realidad, “pero para ello se necesita intuición, rapidez, saber moverte, estar atento a todo lo que pasa: Es la sabiduría del día a día”, añade García Rodero (Puertollano, Ciudad Real, 1949), única profesional española que forma parte de la Agencia Magnum.

Aún aprendo

“Nunca se deja de aprender se tenga la edad que se tenga. Hay que vivir la experiencia para que la obra mejore siempre”, ha insistido sobre un concepto, el perfeccionismo, que ahora aplica al cierre de muchos proyectos abiertos, “más que abrir otros”, pero siempre “desde la libertad: No hay que escatimar con el tiempo ni la calidad del material”, ha recomendado.

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El resto es cuestión de la persona porque “una buena foto es un conjunto de muchas cosas” donde caben, además del material y la disponibilidad, “mucha dosis de emoción, compromiso y capacidad de transmisión”, ha añadido horas antes de recibir un homenaje en el festival de cine de Valladolid (Seminci) con la proyección de un documental dedicado a su figura, “La mirada oculta”, de Carlota Nelson.

Del rollo a la tarjeta digital, del blanco y negro al color, atrás quedan cinco décadas de una trayectoria distinguida con los principales galardones (World Press Photo, PHotoESPAÑA y Nacional de Fotografía), una amplia nómina a la que desde este viernes se añade el Premio a la Creación Artística que le entrega la Seminci.

“La España oculta”

“Cuando empecé a hacer reportajes en 1973 no había escuela ni nada, dependíamos de la generosidad de los compañeros y estudiábamos la fotografía documental y humanista de los maestros (Eugene Smith y Cartier-Bresson). Me alejé del color y me hice más pura en el lenguaje”, ha evocado.

De entonces data “La España oculta” (1989), un viaje a la entraña del país a través de sus costumbres, tradiciones y creencias, de un delicioso sabor etnográfico que culminó después de quince años de trabajo: “a nadie le interesaban las fiestas, la cultura popular… se avergonzaban de ella cuando es una sabiduría resultado de siglos”.

Eran los años setenta. Atrás quedaba una infancia y adolescencia en su Puertollano natal que todavía delata su acento fronterizo, se licenció en Bellas Artes y comenzó a dar clases de dibujo y pintura que le permitían, en días sueltos y fines de semana, comprar material, viajar a pequeños pueblos y alojarse en casas de huéspedes para documentar “La España oculta”.

Sin valorar

“La fotografía en España no se ha sabido valorar hasta hace bien poco pero tampoco se invierte y se cuida tanto como en Francia, Alemania, Holanda e Inglaterra, donde hay muchas galerías y un respeto extraordinario”, lamenta esta mujer que a sus 74 años tiene en el horizonte viajes a India, México y La Meca.

La reportera que revela pinturas recibió de joven clases de Antonio López, el pintor al que le salen fotografías, pero su paleta “es la realidad” de donde toma todo lo necesario porque el reportaje “es una escuela de vida, una forma de relacionarte con los demás” que a veces coincide con el periodismo y otras no tanto, ha matizado.

“A veces tenemos los mismos intereses pero no valdría para ello. Necesito tiempo porque me gusta profundizar, no puedo pasar por las cosas de manera superficial sin faltar al compromiso y a la calidad. Mis trabajos suelen ser muy largos porque creo que siempre se pueden mejorar”, ha precisado quien se considera pintora y no periodista”.

Homenaje

“Sigo soñando con mejorar, meterme donde no me llamen sin poner en riesgo a nadie, no bajar la guardia nunca, estar atentos siempre porque la fotografía salta donde meno se le espera”, añade García Rodero, quien se declara “autodidacta gracias a la práctica y a los consejos de los compañeros”.

A sus 74 años, no le gusta coger el avión y hacer maletas pero muchos menos sentarse y escribir un discurso como el que adeuda a la Academia de Bellas Artes de San Fernando para poder ocupar el sillón que dejó vacante, tras su fallecimiento en 2010, el cineasta Luis García Berlanga.

Además de su legado, García Rodero traslada valores como la honestidad, el compromiso, la calidad y la capacidad de superación porque “querer es poder y yo aún estoy llena de vida” para afrontar también “la obligación de enseñar, compartir y dar a los demás todo lo que hecho, ya que en caso contrario no serviría de nada”.

De todo ello hablará en el documental que protagoniza, “La mirada oculta”, donde Carlota Nelson condensa medio siglo de trayectoria en poco más de una hora y que se estrena, fuera de concurso en esta 68ª Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci). “Hago el trabajo que amo, no por obligación”, concluye. 

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