20 de septiembre de 1928, Londres. La Sociedad de Ingenieros de Modelos -que aún sigue existiendo- organiza su exhibición anual. Una cita en la que ingenieros de todo tipo, pero sobre todo inventores centrados en la mecánica y la electricidad, mostraban sus último ingenios desde que esta sociedad se creara en 1898, en plena segunda revolución industrial.

Allí, congregados en el Royal Horticultural Hall, decenas de creadores esperaban el discurso del Duque de York, el príncipe Albert, que llegaría a ser el futuro rey Jorge VI. Sin embargo, ante unos atónitos espectadores, quien apareció en el estrado para lanzar el discurso no fue el Duque, sino un humanoide de aluminio que comenzó a mover los brazos mientras reproducía unas palabras para la inauguración. Su nombre era Eric, y el relato de esta situación descrito en diarios como el Telegraph, le dio fama mundial y le hizo ser considerado el primer robot humanoide o androide real de la historia.

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Eric, un robot que aún tenía bastante poco de robot pero que asombraba

Los robots forman ya parte de nuestro día a día, y lo harán más en el futuro. Desde debates en el campo del empleo y cómo pueden suplantar puestos de trabajo en la industria hasta el pequeño robot de limpieza que se encarga de tener nuestra casa a punto. La robótica ya está insertada en lo cotidiano, aunque aún quede por ver si tiene una utilidad real que un robot imite el cuerpo humano. Algunos intentos como el conocido Asimo se han quedado más en una mera curiosidad que en algo útil, al tiempo que las apuestas antropomórficas de empresas modernas como Boston Dynamics dan más miedo -por su capacidad de movimiento y su potencial militar- que otra cosa. Sin embargo, si hoy nos asombra ver a Asimo chutando un balón o se viraliza cualquier vídeo de Boston Dynamics, imaginemos lo que supuso para ese grupo de ingenieros británicos ver a un robot hablando delante de ellos.

Eric había sido una creación del periodista y veterano de la Primera Guerra Mundial William Richards y del ingeniero Alan Reffell. Al parecer, Richards era el secretario de la Sociedad de Ingenieros, y decidió que una buena forma de impresionar al público era construir un robot de tal calibre. Eric medía como una persona media, era de aluminio, pesaba media tonelada y el secreto de su restringida movilidadestaba en sus pies, anclados a una caja en la que había un motor eléctrico de doce voltios. Dentro de su cuerpo había otro motor y once electroimanes, según los reportes de la época. A partir de estos motores se activaban un sistema de poleas que hacían que pudiera mover sus brazos y cabeza.

“Puede mover los brazos y la cabeza como lo hace cualquier hombre de verdad cuando habla”, contaban las crónicas. Porque sí, Eric hablaba, aunque no está muy claro cómo lo hacía. Según algunos reportes de la época, se contaba que Richards había pagado patentes a Guillermo Marconi para utilizar algunos de sus sistemas de radiotransmisión. Detrás del estrado debía haber una persona encargada con la grabación del discurso, que se retransmitía aparentemente por la boca de Eric. Además, también se cuenta que respondió algunas preguntas de los periodistas, utilizando para ello grabaciones con las respuestas a las más esperadas y otras que simplemente decían “no lo sé, señor”.

Por sus descripciones podemos pensar más en Eric como un autómata avanzado, los predecesores de los robots que datan desde la edad media, o como un robot aún muy primigenio, pero no cabía duda de que iba a convertirse en una sensación. A los pocos meses, él y sus inventores iniciaron una vuelta por varias ciudades europeas y norteamericanas para exhibirlo. Cuatro años después, en 1932, el Capitán Richards crearían al que sería su ‘hermano menor’ o sucesor, George, otro robot con las formas más estilizadas (si es que se puede hablar en estos términos de un prototipo así) que podía levantarse de una silla gracias a unos resortes, y que en este caso visitó Melbourne, en Australia, siendo el primer robot en hacerlo, como recogía el periódico local The Age:

“Melbourne ha tenido el honor de ser la primera ciudad al sur del ecuador de recibir a George, una de las figuras más famosas del mundo. Él es el líder de una nueva raza de seres. Uno de los productos científicos más maravillosos del siglo XX. A donde quiera que vaya con su inventor, el Capitán WH Richards, establece una reputación de obediencia y versatilidad”.

Una inspiración procedente de la ciencia-ficción

Eric y su ‘hermano’ George eran productos de su tiempo. Una época donde los avances técnicos habían mejorado sobre manera, y en la que la ciencia-ficción comenzaba a predecir la edad de oro que llegaría después. Es conocido que el término robot procede de la obra de teatro R.U.R. escrita por el checo Karel Capek en 1920, donde aparece por primera vez en un relato lo que hoy podemos entender por un androide, a los que se llama ‘roboti’ en checo.

La influencia de esta obra de teatro en la época fue tal que desde entonces proliferaron los relatos de ciencia-ficción y las primeras películas, y el propio Eric era un producto mismo de ello, como prueba que llevara escrita las siglas R.U.R. (el nombre de la empresa ficticia que aparece en la obra de teatro) en su pecho de metal.

Sin embargo en la obra de Capek, donde se nos cuenta cómo estos ‘roboti’ acaban sublevándose al hombre, su representación aún es aún muy lejana de lo que hoy entendemos por un androide. El verdadero paradigma de la ciencia-ficción para los robots humanoides en el que se inspiraría Eric y buena parte de los robots que hemos visto casi hasta la actualidad, como incluso C-3PO, es María, la robot femenina que aparece en la película Metrópolis de Fritz Lang.

La película, estrenada en 1927, se basa a su vez en la novela del mismo nombre publicada dos años antes por la escritora Thea Von Harbou. La escena de la transformación ha sido siempre una pieza fundamental de la historia del cine:

Eric desapareció para siempre en el olvido

Pero pese a su éxito, puede que Eric fuera también una de las primeras muestras de obsolescencia en tecnología. Tras recorrer medio mundo, su pista se perdió sin dejar rastro alguno. Sí que se sabe que el robot George fue destruido durante los bombardeos de la II Guerra Mundial sobre Inglaterra, pero nada de lo que pasó con el robot primigenio. En los años siguientes se siguieron construyendo robots que se hicieron famosos, como fue el caso de Elektro, conocido en los años 50 por medir dos metros y contar también con un perro de compañía.

Nadie ha conseguido desvelar el misterio, lo que no ha evitado que el recuerdo de Eric permanezca e incluso se haya ‘resucitado’. En 2017, preparando una exposición de robótica, el Museo de Ciencia de Londres encontró unos planos de la construcción original de Eric, e iniciaron un crowdfunding para conseguir 35.000 libras para su recuperación. Lo consiguieron, y hoy es posible ver en ese museo una copia del que fue el primer robot humanoide de la historia.

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