‘La busca’, ‘Mala hierba’ y ‘Aurora roja’ son las tres novelas que Pío Baroja publicó, después de reescribir los 59 capítulos que publicó en el diario El Globo, en 1903. A partir de aquí, el dramaturgo José Ramón Fernández ha logrado construir la ‘La lucha por la vida’, que describe como “una especie de lazarillo del siglo XX”.

José Ramón Fernández (Madrid, 1962) señala que se ha encontrado con unos “textos fascinantes”, que ha adaptado de manera fiel, sin que pierdan su esencia, en ‘La lucha por la vida’ que verá la luz en el Teatro Español del 21 de marzo al 14 de abril.

“Una trilogía que es una especie de lazarillo del siglo XX”, apunta Fernández, donde hay pícaros y tensión dramática.

“En general, todos los personajes -casi cien- viven en circunstancias muy malas, con mucha necesidad”. Justifica que esa es la razón que les lleva a hacer gala de algunas actitudes poco admirables, por lo que recuerda una frase de Cervantes: “Es difícil ser decente siendo pobre”.

Aitor Fernandino, Olatz Ganboa, Ione Irazabal, Itziar Lazkano, Sandra Ortueta, Alfonso Torregrosa, Leire Ormazabal, Diego Pérez y Arnatz Puertas, dan vida, cada uno, a más de 10 personajes, algunos masculinos por parte de las actrices, dirigidos por Ramón Barea, quien también forma parte del elenco.

Barea (Bilbao, 1949), Premio Nacional de Teatro, reconoce como un “atrevimiento” convertir las novelas de Baroja (San Sebastián, 1872-Madrid, 1956) en material de teatro; un autor que al que podría considerarse como “un memorialista, pero que fue vilipendiado”, por poner en entredicho el modelo de república que se estaba formando.

“Baroja fue un prófugo del teatro. No le gustaba el teatro que se hacía para contentar al público o el que buscaba ser económicamente rentable”, señala Barea, quien asegura que le gustaría saber qué pensaría el escritor del espectáculo que presentan.

Advierte que el autor de ‘La busca’ tuvo una mirada meticulosa para analizar y presentar a personajes que vivían en barrios y extrarradio de Madrid. “Ha dejado constancia de un sector de la sociedad en un momento determinado”, indica el director.

Baroja entra en escena como un personaje más, una manera de “marcar distancia de lo trágico”, para complementarlo con la descripción del paisaje y el cielo de Madrid, “un recurso literario maravilloso para mostrar las emociones de los personajes, indica Fernández, Premio Nacional de Literatura Dramática.

Para Barea, el escepticismo de Baroja impregna todos los personajes, que tienen como hilo conductor a Manuel Alcázar, un joven emigrante de Soria, que empieza a vivir en el Madrid de finales del XIX, en un entorno marcado por la pobreza, rodeado de personajes que le invitan a vivir una existencia honrada y, otros, que le incitan a lo contrario.

Un espectáculo que tiene “algo de homenaje, de osadía, cariño y reconocimiento -hacia el autor-. Lo planteamos como un juego teatral con un elenco generoso y eficaz”, advierte Barea. 

EFE

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