La realizadora mexicana Lila Avilés presenta este lunes en la Berlinale su segundo largometraje, “Tótem”, un regreso a los amigos, a la familia y a esos momentos que representan el “sostén”, y con el que aspira al Oso de Oro de la Berlinale. En entrevista con EFE, la cineasta afirma que el tótem “somos todos”.

Es “paradójico”, porque hay una parte de la singularidad que nos hace “tan especiales, tan únicos cada uno en su idiosincrasia, personalidad y demás, pero al mismo tiempo somos un grupo, somos una unión, somos un todo”, explica.

“Para mí esa parte significa el tótem, significa la familia”, que “a veces es la familia de sangre, pero a veces son los amigos, a veces es el trabajo, a veces es tú y el árbol”, esos “símbolos, o esencia, o palabra o aquello que hace que lo honres y que te una”.

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En su filme, Avilés quería regresar a la familia y a los amigos y a “esos momentos que son como en los umbrales, pues son el sostén, son la belleza, es la diversión, es la caída, es la levantad a, es lo que da soporte”.

La película transcurre en una gran casa donde la familia y los amigos de Tona, pintor y joven padre, celebran un doble ritual: es su cumpleaños, y probablemente también el último, por lo que los presentes celebran y recuerdan casi a modo de despedida momentos que han compartido con el homenajeado.

Mientras las hermanas de Tona están estresadas con tener la fiesta y la casa a punto para cuando lleguen los invitados, su padre más bien desaprueba la celebración que a su entender el homenajeado no ha pedido, y su hija pequeña se tiene que aceptar resignada tanta agitación y espera.

El amor, el cariño y el afecto que recibe Tona de su familia y amigos durante la celebración son precisamente esa unión y esos momentos que aportan el soporte que necesita.

“A veces pensamos que somos iguales en esencia de gustos, y obviamente cada persona tiene su camino y sus reglas” y a veces “simplemente no quieres celebrar, porque para celebrar hay que tener el ímpetu, y a veces la vida te coloca en un camino donde el cuerpo mismo dice no, ahorita no quiero”, dice la realizadora.

Obviamente, agrega, está la otra parte que dice sí, que quiere festejar.

Así, este filme en particular es una historia de una familia que quieren festejar al padre, y él no quiere, y sobre esa base se va gestando la trama.

En definitiva, de lo que se trata en cualquier familia es de “buscar la democracia y poner orden y dejarse ir a veces”, agrega.

En el filme aparecen varias generaciones de la familia: desde el abuelo, alguien con más edad y al final con una mayor madurez, años de recorrido y “otro tipo de estar en el mundo” hasta las “chiquititas” y, en medio, los adultos, que son como “el desastre, el talón de Aquiles”, explica la realizadora.

Agrega que para ella, la infancia “es todo, es la semilla”.

“La infancia es destino. Si a una semilla no la cuidas, no se va a transformar en árbol. Siento que esos primeros años, en esas primeras gestaciones de la vida, hay que ser lo más empáticos”, dice.

En la infancia está la “vitalidad” y esa “efervescencia” y cuando vamos creciendo, “nos vamos agrietando”, y entonces “hay que regresar a esas cosas tan básicas”, como jugar o simplemente estar.

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