El Museo de Arte Contemporáneo de Caracas se ha convertido en un misterio. Sus puertas a menudo se encuentran cerradas y la pregunta más recurrente es si no va a volver a abrir de nuevo. La decadencia de uno de los espacios de arte moderno más completos y reconocidos de América Latina es manifiesta desde hace unos años. Solo funciona una sala de exhibiciones, con goteras y filtraciones. No existe en su interior el mecenazgo privado y el centro ha perdido el vínculo con los centros artísticos internacionales. Las novedades que se exhiben siempre tienen un claro sesgo ideológico alineado con el chavismo, en el poder desde el año 2000.
La destitución en 2001 de su fundadora, Sofía Imber, una de las gerentes públicas más sobresalientes que ha tenido Venezuela, comenzó a vaciar progresivamente de contenido la buena estrella de este lugar para sumergirlo en la zona de la oscuridad. La polarización política alejó a los artistas más conocidos. El público se retiró del museo. La biblioteca está cerrada. También su cafetín y el jardín de esculturas. No hay material de divulgación. Hay poco personal, y el poco que hay se dedica a alquilar sus espacios de manera ilegal.
Creado durante los años del boom petrolero, el Museo de Arte Contemporáneo Sofía Imber –rebautizado en estos años como Armando Reverón—era, junto al Museo de Bellas Artes y la Galería de Arte Nacional, la joya de la corona de un sistema que llegó a ser un orgullo de la nación por la cantidad y calidad de su material artístico. Su colección permanente incluye obras de Pablo Picasso, Vasily Kandinski, Marc Chagall, Ferdinand Leger, Andy Warhol, Alexander Calder, Claude Monet, August Rodin, Fernando Botero, Maurice Utrillo, Jesús Soto, Georges Braque, Carlos Cruz-Diez y Joan Miró, entre otros artistas.
“El Museo de Arte Contemporáneo está cerrado hace rato”, afirma el especialista Sergio Antillano, exdirector del Museo de Ciencias de Caracas. “Los museos nacionales no existen. Un museo es una institución en la cual se investiga, se cultiva un patrimonio y se divulga el conocimiento. Un museo no es un depósito de obras. Todo eso hay que reconstruirlo.”
Los rumores de cierre del Museo de Arte Contemporáneo son cada vez mayores. El ministro de Cultura, Ernesto Villegas, lo desmentía: “No es raro que en vísperas de buenas noticias culturales se active la maldad. Durante todo diciembre permanecerá abierta la exposición Cronus, memorias de un imaginario, del artista Alejandro Plaza. Las versiones sobre el cierre definitivo del museo, y sus ecos malévolos, aparecen cuando faltan horas para que la Unesco apruebe la inclusión de la octava manifestación cultural venezolana en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad: las fiestas de San Juan Bautista”, dijo.
Una de las decisiones más criticadas que tomó el chavismo para administrar el sistema de museos del país consistió en cercenarles la autonomía para desarrollar iniciativas y administrar su patrimonio, con la creación de la Fundación Museos Nacionales, instancia que, a partir de entonces, tendría la última palabra en varios aspectos neurálgicos de la gestión.
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Entonces tuvo lugar, también, el ocaso definitivo de la figura de las curadurías como parámetro cualitativo y el distanciamiento con las galerías privadas. Estas decisiones, en los primeros años de Hugo Chávez, fueron tomadas por su ministro de entonces, Farruco Sesto. Los museos venezolanos se vieron obligados a uniformar sus colecciones y perdieron su libertad creativa. “Quitarle a un museo su colección a nombre del Estado es como que le quites un hijo a su padre a nombre del Estado”, opina Antillano. “Los museos tienen que tener potestad sobre sus haberes. Bajo ese parámetro, el Museo de Ciencias fue obligado varias veces a darle sus obras a museos en el interior del país bajo cualquier argumento, o a organizar exposiciones forzadas para complacer la discursiva del régimen.”
“En este momento hay dos salas abiertas de 24 que tiene el Museo de Bellas Artes”, afirma el curador e investigador Nicomedes Febres, dueño de un sobresaliente catálogo de arte latinoamericano. “Se ha ido el personal calificado. Casi nadie va a las exposiciones. Se exige lealtad política. Ha desaparecido el criterio artístico.”
Las decisiones del régimen chavista están fundamentadas, además, en el prejuicio frente al hecho artístico que habita en muchos funcionarios del oficialismo, que suelen considerar a estos espacios como burgueses, y donde es frecuente que se caiga en la tentación de adulterar su morfología forzando un discurso popular ajeno a su identidad.
El estado del patrimonio
Después de la famosa sustracción, y posterior recuperación de La Odalisca de Henri Matisse, a principios del siglo XXI, han regresado rumores sobre el robo de cuadros y su presunto deterioro. El año pasado, la Policía Judicial frustró el robo de obras de Carlos Cruz Diez y Gertrudis Goldschmidt, Gego, valoradas en miles de dólares, por funcionarios internos. “Durante el chavismo se han adquirido algunas obras para el Museo de Arte Contemporáneo, aunque no haya sido una prioridad”, afirma el periodista Simón Villamizar. “Incluso de artistas opuestos al régimen, como Alexander Apóstol.”
“Estoy convencido de que las colecciones de los museos venezolanos están casi completas y creo que el ministro actual está consciente de la importancia que tienen”, afirma Sergio Antillano. “Pero claro que se han perdido obras. ¿Dónde está la colección de arte egipcio del Museo de Bellas Artes? Nadie sabe.”
“He conversado con el ministro Villegas sobre el estado actual del museo”, afirma Adriana Meneses, galerista e hija de Sofía Imber, fundadora del MAC. “El ministro me ha asegurado que el museo no va a cerrar y van a recuperar sus espacios, y yo le quiero creer. De acuerdo a lo que me informan expertos, y aunque esto no se sepa, las autoridades han hecho un trabajo muy exigente de arqueo de sus haberes. Las obras del Museo están completas y en buen estado, gracias a Dios.”