Giulia Toffana, cabecilla de una especie de red piramidal que envenenó a 600 maltratadores en el siglo XVII, es un personaje histórico borrado por la Inquisición que Vanessa Montfort rescata en una novela que ha presentado en los escenarios de la vibrante Roma de los papas en la que vivió y murió ajusticiada la boticaria.

Su agitada y violenta trayectoria se ha convertido por primera vez en novela en ‘La Toffana’, una obra histórica de suspense judicial que publica Espasa este miércoles tras alzarse con el premio Primavera de Novela, y que ha sido construida a partir de las actas del proceso que el Santo Oficio condujo en 1659 contra varias de las implicadas.

Tal fue la fuerza e influencia de la siciliana que inventó el ‘agua Toffana’ -con la que el propio Mozart temió haber sido envenenado un siglo más tarde- que fue condenada a morir, pero también a desaparecer de la historia, sin lápidas ni registros que recordaran a quien algunos consideran la primera asesina en serie de la Historia y otros una justiciera.

“Para mí fue ambas cosas. Yo creo que es una asesina que se enfrentó al feminicidio”, ha explicado a EFE la dramaturga y novelista Vanessa Montfort (Barcelona, 1975) durante un viaje con periodistas a los escenarios de Roma en que se desarrolla la obra: del Castello de Sant Angelo, donde se encarceló y torturó a las protagonistas, al barrio del Trastevere, en el que reclutaban a su clientela más humilde y residían cuando no estaban refugiadas en un convento.

La novela también se localiza en la monumental iglesia barroca de Sant Agnese, donde guardaban las botellas de veneno como si fuera agua bendita, y en el Campo dei Fiori, donde se ejecutó a la Toffana, a su hija Gironima y a su ayudante, una exprostituta a la que sacó de la calle, Giovanna De Grandis. Juntas crearon una red de distribución del remedio que permitió enviudar prematuramente a mujeres de todos los estratos sociales.

“Cuando Giulia tiene 13 años, su madre, que era alquimista, fue ejecutada por matar a su padre maltratador, y ahí vivimos el nacimiento de una psicópata”, dice Montfort, que se dio a conocer sobre todo con la novela ‘Mujeres que compran flores’. “Pero es una mala que se enfrenta a los malos, lo que la convierte en un personaje tremendamente interesante”, añade.

Junto a la Toffana, el personaje que más atrae a la escritora es el inquisidor Stefano Bracchi, cuenta a los periodistas mientras pasean por el castillo que fue mausoleo del emperador romano Adriano y después sede de la justicia inquisitorial: “Utilizaron métodos totalmente contemporáneos en los dos años que duró la investigación, con asesores científicos, juristas, teólogos e incluso infiltrados”, en un proceso más garantista que los de los tribunales civiles de la época.

La escritora imagina a este joven y ambicioso inquisidor a la sombra del Papa Alejandro VII y al servicio de los enemigos de su antecesor, Inocencio X, y sobre todo de Donna Olimpia, ‘la Papisa’, consejera, cuñada y decían que amante del sumo pontífice, con quien cohabitaba en el Palacio Vaticano. Ambos fueron retratados por Velázquez, que también aparece de manera retrospectiva en el libro, al igual que Caravaggio.

“Yo no estoy haciendo un tratado de historia, sino una novela”, advierte Montfort, que ha usado datos fehacientes, pero también ha jugado con las épocas y ha imaginado las razones y personalidades de los protagonistas en los cuatro años que ha dedicado a la investigación y escritura de esta historia que antes creó como obra de teatro.

Para hacerse una idea del escándalo del caso, recuerda que Roma en aquella época tenía 200.000 habitantes “de los que los 600 muertos abultan mucho”. El suceso dio lugar a supersticiones como la ‘Virgen Negra’, con la que algunos identificaban a la Toffana, cuya detención fue respondida por una manifestación espontánea de mujeres romanas.

Una rebelión ante la que el Papa no daba crédito, y por eso ordenó que la ejecución de la Toffana fuera “un auto de fe ejemplar, una cosa muy propagandística” que cortara de raíz una etapa escandalosa en la que parecía que “las mujeres se hubieran vuelto locas al asesinar a sus maridos y atentar contra el santo sacramento del matrimonio”.

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