El escritor húngaro László Krasznahorkai, que ha recibido el Premio Formentor de las Letras 2024, ha lamentado que cada vez haya menos escritores “grandes y sensibles”, la escasez de lectores con sensibilidad, y que cada vez los estudiantes tengan menos comprensión lectora.

Por eso ha agradecido ser galardonado con el Premio Formentor de las Letras 2024 y pasar así a formar parte de una “sociedad secreta” integrada por grandes escritores de la talla de Borges o Samuel Beckett, y de lectores que entiendan esa sensibilidad como los reunidos para la entrega del premio en un hotel a las afueras de Marrakech. A las jornadas del premio han asistido unas 150 personas entre directores de revistas y suplementos culturales, los editores internacionales y traductores de Krasznahorkai, y público en general, fieles de un galardón que se entrega desde 1961 y cuyo objetivo es difundir la obra de un escritor de vanguardia.

El escritor de obras como Guerra y guerra o Satantango, que fue llevada al cine por el húngaro Béla Tar, ha asegurado en rueda de prensa que escribe “para sí mismo y para la pequeña lista de gente que aún lee”. También ha lamentado la escasa influencia que tiene la literatura sobre los seres humanos, ya que pese al alegato contra la guerra de su novela más famosa sigue habiendo una guerra “a cada paso”, como son los casos en Gaza y Ucrania.

Además de la rueda de prensa, recogida por Efe desde Madrid, y la cena de gala de entrega del galardón, el Foro Formentor ha organizado una serie de talleres, conferencias y mesas redondas sobre el autor, la literatura actual y la gran competencia de ocio que suponen las plataformas y redes sociales.

En la gala del premio, Krasznahorkai ha agradecido este viernes el trofeo con un discurso mágico, nostálgico y deslumbrante sobre la infancia perdida, la amistad y la belleza en todas sus formas. En lugar de un discurso al uso, el escritor húngaro ha narrado un cuento sobre el imposible retorno a la infancia, especialmente cuando los recuerdos de la que fue su ciudad y sus peculiares moradores son aplastados por la modernidad impuesta a la fuerza por gente llegada de fuera. Tras narrar esa pérdida con un relato sobre su infancia, Krasznahorkai ha pasado a los agradecimientos, y también aquí ha hecho gala de su peculiar manera de entender el mundo y su belleza.

En primer lugar, ha agradecido al jurado que decidió otorgarle a él el premio en una reunión celebrada en Tánger, por lo que Krasznahorkai ha considerado necesario agradecer a esta ciudad, a su calles, su caos, su gente y sus cánticos, y por el hecho de que esa ciudad “lograra, con su misteriosa irradiación, convencer a los sobrios literatos allí reunidos de que dejarán de lado su sobriedad y me concedieran este fantástico premio”, ha asegurado. También su ciudad natal en Hungría, Gyula, protagonista del relato inicial, ha recibido el agradecimiento del escritor, como lo han recibido personas de su infancia y juventud que le enseñaron a ver el mundo y a amar la literatura y la palabra. Entre ellos está su hermano que, como ha explicado, “a menudo me llevaba sobre los hombros a casa, por lo que le estoy infinitamente agradecido, pues así me enseñó que el mundo puede tener otro punto de vista, no solo el que está dado”.

Y entonces la belleza. “Gracias al arte de la Grecia clásica, al Renacimiento italiano, a Attila József, el poeta húngaro que me mostró la fuerza mágica de las palabras, a Fiódor Mijáilovich Dostoievski”, ha enumerado en una larga lista que, entreverada por los nombres de sus editores o su traductora, ha incluido a Johann Sebastian Bach, William Faulkner, la voz de Monserrat Caballé, la ciudad de Kioto, los escribas de la China imperial y al “último lobo de Extremadura”. También ha recordado a sus amigos escritores Thomas Pynchon, “mi querido amigo, a quien debo profunda gratitud, pues consiguió que me gustara la pizza”, y Max Sebald, “que ya no está entre los vivos, porque se quedó demasiado tiempo contemplando una única brizna de hierba en el prado. A la naturaleza creada, al príncipe Siddharta, a la lengua húngara, a Dios”, ha concluido.

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