El escritor nicaragüense Sergio Ramírez, Premio Cervantes 2017, ve el mundo “con aprensión” porque las señales inquietantes “se van multiplicando” y cree que Latinoamérica está en general en un momento “crítico” en el que sufre el Estado de derecho.

Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942) acaba de publicar ‘El caballo dorado’ (Alfaguara), una novela mezcla de relato de aventuras y de viaje entre Centroeuropa y la Nicaragua de principios del siglo XX, con mezclas de géneros, de realidad y ficción, con las que el escritor ha querido liberarse de “las rutinas”, según ha indicado en una entrevista con EFE.

Sostiene que dentro de una novela “todo es posible” y le “escama un poco” , confiesa, la literatura “didáctica”, que se propone dar una lección y enseñar: “Yo creo que el lector saca la consecuencia de su propia elección una vez que lee”.

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No obstante, dice que la novela negra, de la que él es autor también con la trilogía protagonizada por el inspector Dolores Morales —formada por ‘El cielo llora por mí’ (2008), ‘Ya nadie llora por mí’ (2017) y ‘Tongolele no sabía bailar’ (2021)— en América Latina se vuelve política, “porque así es la realidad”.

Con humor, muy presente también en su novela, asegura aceptar también su “calvario” y su “responsabilidad” de tener que responder siempre a cuestiones políticas por haber sido político en su país natal, donde fue vicepresidente desde 1985 hasta 1990 tras unirse a la revolución sandinista, y del que ahora está exiliado en España tras haber sido despojado de la nacionalidad nicaragüense por el Gobierno de Daniel Ortega.

“Si Nicaragua tuviera un gobierno democrático libremente electo o un régimen de justicia de respeto a los derechos humanos”, cree que su relevancia política a lo mejor hubiera pasado ya “a tercer plano”, pero se mantiene precisamente porque la situación de Nicaragua “sigue insoluble”, asegura.

Y no ve que a corto plazo pueda cambiar esa situación: “Tienen que abrirse caminos, no sé cuáles serán, pero por el momento no veo la posibilidad de un cambio”.

Sobre las políticas de “mano dura”, indica que además del presidente de Ecuador, Daniel Noboa, que quiere seguir el ‘modelo Bukele’ e imitar la estricta política carcelaria del presidente de El Salvador, también hay políticos en Chile o Argentina que hablan de este sistema.

“En América Latina creció mucho el crimen organizado a través del narcotráfico y la solución populista es cortar de raíz el mal encarcelando a culpables. Y no importa que vayan los inocentes en las redadas, es como en la pesca, porque en El Salvador hay criminales presos, pero también hay muchos inocentes porque la suspensión de las garantías constitucionales conlleva que la injusticia toma cartas”, señala.

 Para Ramírez, “eso está contra todas las reglas, igual que está contra todas las reglas que en Nicaragua se expulse a la gente sin una legalidad o se les encarcele”.

Por eso cree que América Latina está “en un momento crítico en el cual el que sufre el Estado de derecho”. “Y esto me parece un daño de fondo. La institucionalidad que se ha buscado defender, rescatar en América Latina es la que está en crisis ahora mismo, precisamente por las medidas de emergencia que se toman frente a la delincuencia”, sostiene el escritor.

También la extensión del conflicto entre Israel y Palestina como “fogatas que se van extendiendo en todas partes”, la invasión de Ucrania y otros escenarios hacen que Ramírez vea el mundo “quizá como alguien pudiera hacerlo antes de la primera o la segunda guerra mundial”, con “aprensión”.

Lo que no significa, aclara, que necesariamente se vaya hacia un conflicto mundial, “que seguramente sería el último de la Humanidad”.

Adaptado ya a su vida en Madrid, donde reside desde que tuvo que exiliarse, Ramírez cree que la reciente concesión de la nacionalidad española a su compatriota y escritora Gioconda Belli, ganadora del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, y a otros doce exiliados de este país centroamericano -él la posee desde 2021- es “un gran apoyo humanitario”.

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