No es exagerado afirmar que no hay conquista en la historia de la humanidad que no se haya hecho, también, con el lenguaje. Aquí se señalan algunas ideas fundamentales sobre la naturaleza del lenguaje, su evolución y los efectos de su enorme poder en la formación, muerte y tramado de las civilizaciones que en el mundo han sido.
La historia de las conquistas es antigua y se remonta a varios siglos antes a las realizadas por Occidente. En esos reiterados conflictos históricos resalta la cuestión de que, para dominar a una cultura, no basta con invadirla. Para hacerse de ella, en su totalidad, es indispensable una suma de diversas circunstancias. Las más notorias, y que sirven para ejemplificar este caso, son las que protagonizaron los griegos, después los romanos y más adelante los españoles. En esos tres casos, la dominación efectiva se impuso desde el lenguaje.
En todas las conquistas habrá vencedores y vencidos. A raíz de esos acontecimientos se genera la multiculturalidad, resultado de circunstancias particulares, mezclas raciales y diversos y variados aportes culturales, además de la política y la economía, hasta llegar a generar una mezcla intercultural propia de esas nuevas sociedades.
A pesar de que las antiguas fuentes literarias, griegas y romanas, no están de acuerdo sobre quién es el responsable de la introducción del alfabeto en Italia central, sí está confirmado que el sistema de escritura adoptado por los hablantes del latín deriva del sistema griego occidental, llevado hacia esas tierras por colonizadores. Esto fue a consecuencia de que la cultura griega se expandió por Europa durante el siglo iv ac. Alejandro Magno, rey y conquistador griego, extendió esta civilización, luchó y derrotó a los persas y se convirtió en el primer europeo en gobernar un imperio en Asia. Aquella extensión de dominio abarcaba desde el Mediterráneo hasta India.
Por lo tanto, el modelo a seguir de los romanos fue, sin duda, el de la cultura griega. En ellos reconocieron la influencia en literatura, arquitectura, ciencias, política y, sobre todo, en el idioma. Junto a ello, el pensamiento filosófico fue otro de los grandes aportes de esta civilización, y consistía en el pensamiento basado en la razón, el hombre y el universo.
El latín como punta de lanza
Tiempo más adelante, hacia el año 300 ac, Roma se erigió como dominadora política del Lacio. Junto a ello, y aunado al nacimiento de Cristo, el alfabeto latino llegó a ser el principal sistema de escritura de la península, reemplazando así a los sistemas de escritura de los etruscos y los griegos, entre otros.
Por lo tanto, el establecimiento de normas para escribir en latín puede atribuirse, en buena medida, al ascenso de Roma como entidad política preeminente en aquella región. Así, las inscripciones producidas en ese centro político y cultural más prestigioso, podrían haber servido como modelos o pautas para la escritura en otros centros latinos. Junto a ello, los vínculos entre distintas regiones deben haber contribuido a la estandarización de la escritura en las comunidades de lengua latina.
Fue así que, a comienzos del siglo iii dc, cuando Roma es ya la entidad política dominante, las inscripciones en latín vuelven a ser frecuentes, aunque no abundantes. A partir de esas fechas, es notoria la tendencia estilística de sustituir los trazos oblicuos de las inscripciones arcaicas por trazos horizontales.
Si el lenguaje puede preservar el cuerpo, también puede amenazar su existencia. Por lo tanto, el lenguaje vive o muere como un ser vivo puede vivir o morir, de modo que la cuestión de la supervivencia es central en relación con la cuestión de cómo se usa el lenguaje.
Como se ve al principio, las comunidades conquistadas comienzan a aceptar campos variados de sonidos distintos a los utilizados por ellos. Eso afecta y modifica los principios de su organización, concretizando poco a poco un nuevo sistema de lenguaje. Es así que el lenguaje debe ser entendido como la posibilidad humana de comunicación, y está formado por cualquier sistema de signos que se utilicen con tal finalidad. El lenguaje, por lo tanto, es la suma de la lengua y el habla.
Dentro de sus características podemos considerar que el lenguaje está dotado de instrumentos para generar unidades básicas que son una gran variedad de símbolos sonoros como cuerdas vocales, lengua, etcétera; otra característica consiste en poder ser aprendido y con ello distinguir, relacionar, comparar, representar por medio de símbolos realidades no concretas. Pero, sobre todo, debe destacarse que el humano es el único animal que tiene un lenguaje simbólico para comunicarse. Y para dominar.
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Comunicar y dominar
Las lenguas se han impuesto en diversas culturas y llegan a desarrollarse porque constituyen sistemas de signos más perfectos que las puras impresiones sensitivas. Las palabras son arbitrarias, pero las relaciones internas, la ordenación, la sintaxis de un lenguaje, no lo son. En tanto que las lenguas logran cada vez mejor su adecuación a la realidad mediante un sistema de signos, constituyen instrumentos útiles para lograr la expresión de ideas.
De acuerdo con Noam Chomsky, el lenguaje parece ser una propiedad de la especie humana, con algunas variaciones mínimas entre los seres y sin comparación significativa en ninguna otra parte. Extendiendo un poco la idea de Chomsky, también podemos afirmar que el animal humano es el único que enseña y aprende una lengua, nativa y extranjera, y la va modificando poco a poco. La moldea para, al mismo tiempo, asir su entorno, hacerlo propicio para la conservación y expansión de su especie.
Es probable que la ventaja adaptativa más importante del lenguaje, para nuestra especie, sea su utilidad para la transmisión y adquisición de información cultural. De esta manera, adquirimos una extraordinaria cantidad de información a lo largo de nuestra vida. Mediante el lenguaje podemos compartir esa información y nuestras experiencias, además de hacer que el aprendizaje sea más fácil, y, en otros casos, menos peligroso. Además, el lenguaje nos permite disponer del conjunto de saberes acumulados por otros individuos. Es éste, sin duda, un sistema comunicativo de una gran capacidad expresiva.
Javier Echeverría va en el sentido de demostrar que el lenguaje es una forma de dominio, ya que, para él, tiende a comunicar órdenes. Y esto es lo primero que se aprende a correlacionar, mandato con la ejecución de la acción debida, y ésta es la que el examinador espera; así, se dice de una persona que es muy inteligente en la medida en que obedece.
Echeverría lo ejemplifica de la siguiente manera, al decir que si queremos pertenecer a la comunidad de químicos debemos hablar el lenguaje de la química; si queremos formar parte de la comunidad de los matemáticos debemos hablar el lenguaje de las matemáticas, y si queremos pertenecer a la comunidad de los corredores de propiedades debemos hablar el lenguaje de corretaje de propiedades. De alguna manera, dice Echeverría, todos hemos visto a personas que se abren camino pese a las barreras, con sólo dominar el lenguaje de la comunidad correspondiente y mostrando competencia en los juegos que se juegan en ella.
Hablar “en cristiano”
La conquista de México es parte fundamental de este ejemplo de dominación. Más que una mezcla de culturas, aquellos sucesos fueron una imposición de otras comunidades que, en el transcurrir del tiempo, se fusionaron. El resultado fue el predominio de la lengua y cultura española.
Para reforzar esta idea, citemos una vez más a Echeverría. En su obra Ontología del lenguaje afirma que, entendido como el consenso de un conjunto de distinciones para coordinar acciones conjuntas sobre una base estable, el lenguaje es lo que constituye una comunidad, la cual está organizada como un sistema de coordinación de acciones entre sus miembros, basada en un lenguaje compartido. Cuando no hay juegos integradores, cuando los individuos dejan de coordinar acciones entre ellos, la comunidad, por definición, se desintegra.
Una comunidad está formada por individuos que son sujetos comunicantes. Por lo tanto, siguiendo a Judith Butler, si el sujeto que habla es constituido por el lenguaje que él o ella habla, entonces el lenguaje es la condición de posibilidad del sujeto hablante, y no sólo un instrumento de expresión. Aquí agregaríamos que el sujeto conoce, y utiliza, esa herramienta comunicativa como una clara muestra de dominación.
En los ejemplos históricos utilizados, desde los griegos, latinos e hispanos, esto es desde el camino de la verdad de los metafísicos, después el camino de la salvación propuesto por el cristianismo, y luego la dominación española, sus respectivos lenguajes son pilares de la expansión dominante occidental. Estos casos podrían considerarse como la raíz de la noción de que el poder es maligno y corrupto, debido a que, se cree, el poder por el poder es despreciable. Sólo se le acepta cuando se le subordina a una “causa superior” que, en ambos casos, nos remite a mundos trascendentes. Con ello, por lo tanto, se degrada el poder.
Lenguaje y poder
Sin embargo, hay algo que bajo ninguna circunstancia debemos perder de vista, y es la que toda interpretación que desvaloriza el poder, como fenómeno general, implica, en último término, una degradación de la propia vida. El poder es consustancial a la vida humana. Vivir, para el ser humano, es estar arrojado en el camino del poder. Para entender lo anterior es preciso abandonar la noción de poder que resulta del programa metafísico, para de ahí proceder a la elaboración de una concepción diferente. Este camino podría ser trazado desde la idea del lenguaje como dominación. Puesto que hacemos cosas con palabras, producimos efectos con el lenguaje y hacemos cosas al lenguaje, el lenguaje también es aquello que hacemos con el entorno para nuestra preservación como especie. Y, al mismo tiempo, lograr la expansión de los vencedores sobre los vencidos.
Con todo lo anterior, es indispensable señalar que los hábitos lingüísticos de los griegos no se modificaron en absoluto. Al contrario, la lengua griega continuó escribiéndose con el sistema heredado de los fenicios en el siglo ix. En realidad, fue el sistema griego el que influyó en el latino. De la misma manera, fue el latín el que dio origen al español. No ha habido algún caso en el que el lenguaje se haya modificado de manera inversa. Y este orden jerárquico también es una forma de dominación.