Jazz de todos los estilos y para todos los gustos. Esa es, precisamente uno de los grandes valores del jazz, su variedad. Así ha sido desde su nacimiento hace ya bastante más de un siglo, la primera foto registrada de una banda de jazz de Nueva Orleans es de finales del siglo XIX y muestra un sexteto de músicos con la típica formación de la época con dos cornetas, clarinete, trombón de válvulas, contrabajo y guitarra.

Precisamente esa variedad, para gustos están colores y subjetividades, y para todos los amantes del jazz, los que puedan asistir al Festival de Madrid y los que no, o simplemente para todos aquellos que tengan curiosidad por esta conocer esta música, en 65 Y más hemos elaborado una lista con los, a nuestro entender, los mejores discos de jazz de la historia. Pero, por favor, que nadie se alarme, como ya hemos dicho, se trata sólo de una lista con la que sin duda habrá quien esté y quien no esté de acuerdo. En cualquier caso, de lo que estamos seguros es de que si no están todos los que son, sí son todos los que están. 

Miles Davis – Kind Of Blue (1959)

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Para la inmensa mayoría de aficionados estamos ante el santo Grial de la discografía jazzística. De hecho, en el año 2002 anexó a Kind of Blue en el Registro Nacional de Grabaciones de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos debido a su “significación cultural o histórica”. 

El álbum se grabó en los estudios de la Columbia Records en Nueva York en tan sólo dos sesiones de apenas diez horas repartidas entre dos días, el 2 de marzo y el 22 de abril de 1959. Miles Davis se rodeó de un elenco increíble: El saxofonista tenor John Contrane, el contrabajista Paul Chambers, Julian ‘Cannonball’ Adderley, al saxo alto Jimmy Cobb, a la batería, Bill Evans al piano y el también pianista Wynton Kelly que intervino en uno de los temas del disco, Freddie Freeloader.

Cuenta la leyenda que Davis rogó a los músicos que casi no ensayaran, de hecho al entrar en el estudio no tenían una idea clara de cómo iba a ser el disco. Miles Davies les dio bocetos de líneas de escalas y melodías y unas breves instrucciones para cada tema antes de empezar a grabar. El resultado fue espectacular, un disco absolutamente imprescindible.

John Coltrane – A Love Supreme (1965)

Cuando un cáncer de hígado acabó en Nueva York con la vida de John Coltrane el 17 de julio de 1967, las calles del West Village y el Greenwich Village, donde había docenas de clubes de jazz, se vieron adornadas con pintadas que decían: “Coltrane is dead and now what?” (“Coltrane ha muerto, ¿y ahora qué?”).

Muchas son las obras maestras que nos dejó el gran saxofonista. Ahí están para demostrarlo discos históricos como Giant Steps, Blue Train, My favorite things o el que grabó junto al gran Duke Ellington, In A Sentimental Mood. No obstante en esta relación hemos elegido su increíble A Love Supreme, que grabó en 1964 junto a McCoy Tyner al piano, Jimmy Garrison con el contrabajo y Elvin Jones a la batería.

Este álbum fue como una autorefundación de la música de Coltrane y el pistoletazo de salida de lo mejor de su obra que llegaría a partir de este disco, una especie de oración musical se media hora dividida en cuatro partes basadas en una progresión musical y emocional  que culminan gloriosamente en su conclusión. 

Charles Mingus – Mingus Ah Um (1959)

Muy pocos músicos, si es que hay alguno, fueron capaces de tocar el contrabajo y componer como Charles Mingus. Cuentan que escuchando a Duke Ellington, descubrió que había otra música más allá de los muros de la iglesia. En cualquier caso,  en llevar su carrera con total libertad Mingus funda junto al batería Max Roach la discográfica Debut Records, la compañía que un año después inmortalizaría una actuación irrepetible, un concierto único en Massey Hall de Toronto de lo que se presentó como The Quintet con nada menos que Charlie Parker ‘Bird’ al saxo alto, Dizzy Gillespie con la trompeta, Bud Powell en el piano, Charles Mingus al contrabajo y Max Roach a la batería. Un bebop Irrepetible.

Pero no sólo por aquel disco Mingus pasó a la historia del jazz, hubo muchos más como Blues and Roots, Pithecanthropus Erectus o Mingus Ah Um, una grabación fantástica en la que Charles Mingus está arropado por Shafi Hadi, Booker Ervin y John Handy (saxos), Dannie Richmond (batería), Horace Parlan (piano) con Willie Dennis, Jimmy Knepper (trombones). Junto a ellos da un recital de lo que debe ser el jazz yendo y viniendo del swing al blues y al ragtime o el dixieland. 

The Dave Brubeck Quartet – Time Out (1959)

Un imprescindible clásico del jazz blanco. Este es un disco para todos, para los entendidos, para los aficionados, para los que no han escuchado jazz en su vida e incluso para los más ortodoxos.

El legendario pianista, compositor y arreglista Dave Brubeck se pone al frente de este cuarteto junto al gran saxo alto, Paul Desmond,  Eugene Wright al contrabajo y Joe Morello en la batería. Junto a ellos logró grabar un ramillete de temas inolvidables entre los que destacan dos estándares imprescindibles que cualquier persona ha escuchado más de una vez en su vida, Take Five y Blue Rondo à la Turk.

Cannonball Adderley – Somethin’ Else (1958)

Sin lugar a dudas el gran mérito de esta obra maestra indispensable, reside en el acierto del fantástico ‘Cannonball’ Adderley de reunir su saxo alto a la trompeta de Miles Davis, como haría el propio Davis un año después en Kind of Blue, y completar la banda con otras tres vacas sagradas como Hank Jones (piano), Sam Jones (bajo) y Art Blakey (batería).

Por aquel entonces Adderley formaba parte del Miles Davis Sextet y la comunicación musical entre ellos resultaba inmaculada. El resultado es un disco que roza la perfección en cada uno de sus temas que rebosan sobriedad y belleza a partes iguales. Cómo muestra dos magníficos botones que enganchan al aficionado desde la primera nota, su versión de Autumn Leaves y One for Daddy-O, un blues de doce compases escrito por Nat, el hermano de Cannonball para un locutor de radio musical de Chicago Holmes ‘Daddy-O’ Daylie.

Sonny Rollins – Saxophone Colossus (1956)

Con tan sólo 26 años el imprescindible Sonny Rollins cuando revolucionó el mundo del saxo tenor con éste disco en el que contó con la inestimable colaboración de Tommy Flanagan al piano, Doug Watkins como contrabajo y el gran Max Roach en la batería.

El álbum contiene cinco temas magistrales, el primero de ellos St. Thomas es un tema inspirado en el calipso caribeño que se ha convertido con el tiempo en un estándar de jazz y, sin duda, ésta es su versión más famosa y aplaudida.

Saxophone Colossus fue seleccionado en 2017 por la Biblioteca den Congreso para su preservación en el Registro Nacional de Grabaciones como una obra “cultural, histórica o artísticamente significativa”.

Herbie Hancock – Maiden Voyage (1965)

Un caso de precocidad similar al del Saxophone Colossus de Sonny Rollins es el Maiden Voyage que Herbie Hancock grabó a sus 25 años. Ya apuntó maneras con su primer disco como solista, Takin’ Off, pero con este segundo se consagró como uno de los pianistas más completos y versátiles de los que dio el jazz durante el pasado siglo.

Para esta ocasión Hancock formó un quinteto de auténtico lujo con nada menos que Freddie Hubbard con la trompeta, George Coleman al saxo tenor, el fantástico Ron Carter en el bajo y Tony Williams a la batería.

Un álbum sin desperdicio, que transita entre la intimidad de temas como Dolphin Dance o Maiden Voyage y los mucho más complejos The Eye of The Hurricane o Survival of the Fittest.

Thelonious Monk – Monk’s Music (1957)

Otro pianista imprescindible para entender la evolución del jazz es, sin lugar a dudas, Thelonious Monk, uno de los músicos más originales de la historia de esta música que está considerado como uno de los padres fundacionales Bebop.

Monk nos dejó una discografía plagada de maravillas como Brilliant Corners, Misterioso, Thelonious Alone in San Francisco o Monk’s Music, el primer disco que el pianista grabó y lanzó primero en mono y poco más de un año después en estéreo. Junto a él tocaron en este histórico disco músicos de la talla de Ray Copeland (trompeta), Gigi Gryce (saxo alto) Comenan Hawkins y John Coltrane (saxos tenores), Wilbur Ware (contrabajo) y Art Blakey (batería). . 

El disco, que se abre con el himno exclusivamente a base de trompeta, Abide whit me, contiene temas fundamentales como Epistrophy, Ruby, my dear, o el Crepuscule with Nellie que pone digno colofón a esta maravilla. 

Ella and Louis –  Ella Fitzgerald y Louis Armstrong (1956) 

En éste disco dos leyendas como Ella Fitzgerald y Louis Armstrong tuvieron además el acompañamiento del cuarteto de acompañados por el cuarteto que entonces lideraba el canadiense Oscar Peterson desde su piano y en el que figuraban Ray Brown al contrabajo, Buddy Rich en la batería y Herb Ellis con la guitarra.

El álbum tuvo tal éxito tras su lanzamiento que la crítica habló de “cumbre de la música popular” y tuvo su continuación en Ella and Luois Again y Porgy and Bess y contó con temas de compositores tan universales como George e Ira Gershwin, Irving Berlin o Vernon Duke, responsable del inolvidable April in Paris.

Wayne Shorter – Speak No Evil (1964)

Cerramos esta relación con una nueva obra maestra de la historia del jazz, Speak No Evil. Un disco imprescindible que junto al saxo tenor de un pletórico Wayne Shorter nos ofrece las interpretaciones de algunos de los más grandes entre los grandes como Freddie Hubbard en la trompeta, Herbie Hancock al piano, Ron Carter al contrabajo y Elvin Jones en la batería.

Este tremendo disco, sexto del saxofonista como líder, combina a la perfección elementos del hard bop y del jazz modal. Como curiosidad, recordamos que la mujer que aparece en la portada es Teruka Nagakami, la primera mujer esposa de Wayne Shorter… tal vez por ello el disco incluye una de las baladas más absolutamente sensuales de la historia del jazz, Infant eyes.

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