Aunque sus historias ocurren en un centro de atención a enfermos de lepra, más que un tratado sobre el padecimiento, el libro ‘Los Ajados’, del escritor mexicano Marcos Medrano, es una especie de canto a los excluidos de la sociedad.

«Para mí fue importante mostrar que detrás del estigma que se generó de esas personas, había vida. Eran gente con sueños y problemas. Como nosotros, ellos a veces no tenían ganas de levantarse. Quise reflejar eso en las historias», aseguró Medrano (Ciudad de México, 1996) este domingo en entrevista con EFE.

Publicada por la editorial Hormiguero, la obra está formada por 15 relatos de ficción y un epílogo, que retratan la vida en el centro de cuidados a leprosos, fundado en 1939 como consecuencia de un pedido al presidente Lázaro Cárdenas realizado por una enfermera.

El volumen no es un texto erudito sobre el mal de Hansen, sino una recreación con lenguaje poético de un microcosmos en el cual, como en cualquier lugar del país el amor y la solidaridad conviven con los abusos, el egoísmo y la desesperanza.

Retrata con palabras la vida de una minoría y de forma simbólica alude a otros grupos de discriminados a través de los tiempos, mujeres, emigrados, descendientes de África, homosexuales y pobres, entre otros.

Retrato con palabras

‘Los Ajados’ es un retrato con palabras que le muestra al lector la cara humana de la lepra. Con un lenguaje que delata la condición de poeta del autor, en el libro un hombre es corpulento como un árbol; las ramas de una planta son como la cabellera de las indias y los cultivos poseen los colores de una paleta terrestre de verdes.

«A mí me encanta lo simbólico; que el trabajo con el lenguaje se note, pero que no se vea excesivamente adornado y el lector pueda leer con facilidad. Traté que los personajes simbolizaran algo; la genialidad, la violencia y otros sentimientos», explica el autor.

La idea inicial de Medrano era escribir un cuento a partir de un texto de José Revueltas; pero una vez en el leprosario, visitó la capilla y allí dio con los dos testigos sobrevivientes de los tiempos en los que la enfermedad se consideraba incurable.

«Yo iba a ver el hospital para imaginarme cómo era y poder hacer mi cuento lo más parecido a la realidad. Era jueves, el día que rezan el rosario, la única manera que tuve de conocer a quienes me contaron las historias», revela.

Lejos del morbo

Marcos Medrano vivió muchas emociones cuando le contaron las historias. Eso le permitió escribir un libro que se lee como un abrazo sin miedo al contagio; sin embargo, por momentos necesitó poner un muro para evitar sentimentalismos y caer en ‘cursilerías’.

«A veces se acababa de escribir y me sentía cansado como si hubiera vivido los relatos. Huir del morbo fue otro reto grande y sentí tener la obligación de contar de manera responsable. Yo no le di voz a los enfermos; voz tienen, lo que no se les escucha», explica.

No es un libro de personas rotas por las llagas causantes de repulsión, sino un registro de seres humanos deseosos de un oído que los escuche, capaces de contar milagros al encontrarlo.

Un hombre muy viejo, ciego, no es en el libro de Marcos Medrano un señor en espera de la muerte, sino un anciano obsesionado con una de las maneras más explícitas de la felicidad: cantar.

La literatura recuerda aquello que se olvidará, asegura en el prólogo de la obra la escritora Penélope Córdova. Según eso el leprosario, ubicado en la carretera México-Puebla, la fortaleza de sus habitantes, sus miedos y fobias tienen garantizada la eternidad.

Para no olvidarlos ha aparecido el libro ‘Los Ajados’. 

EFE

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