Vincent van Gogh creó unas cuarenta pinturas desde las orillas del río Sena durante los dos años que pasó en París en la década de 1880, unos paisajes que también inspiraron a otros artistas con los que coincidió el pintor neerlandés en la capital francesa. Esas obras ilustran ahora el fin del 50º aniversario del museo en Ámsterdam.

El Museo Van Gogh concluye la celebración de su aniversario con una exposición sobre un grupo de cinco pintores que coincidieron en París en los años 80 del siglo XIX y que se inspiraron en la vida que transcurre por un mismo paisaje: los alrededores de Asnières, un suburbio al noroeste de París ahora llamado Asnières-sur-Seine, y por el que pasa el río Sena.

La exposición, abierta hasta el 14 de enero, muestra 75 obras de los neoimpresionistas franceses Paul Signac, Georges Seurat, Emile Bernard y Charles Angrand, quienes vivían en París cuando Van Gogh (1853-1890) aterrizó en la ciudad para estar con su hermano Theo, quién ya vivía en la capital francesa junto a su pareja, Johanna van Gogh-Bonger.

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Bregje Gerritse, investigadora en el museo neerlandés, subraya que “estos cinco nunca se vieron a sí mismos como grupo, pero estaban unidos en la elección del lugar y en la búsqueda del arte moderno, de estilos y técnicas pictóricas modernas”.

Los cinco no trabajaron nunca juntos, aunque sí se llegaron a conocer entre sí y compartían cosas en común y eso es visible en esta exposición, como la obvia necesidad de innovar en sus obras, romper con la tradición y experimentar con nuevos métodos y combinaciones de colores atrevidos.

El ambiente en las salas del museo destaca por las rayas y puntos de colores vivos que utilizaron los cinco pintores para representar paisajes impresionantes de la vida francesa de la época, desde una mujer paseando con su perro por la orilla del río, puentes sobre el Sena, o los cambios que supuso la llegada de la industria, los nuevos bulevares y los ferrocarriles.

Muchas pinturas de la exposición pertenecen a colecciones privadas y no se han visto en público desde hace mucho tiempo, como es el caso de una serie de trípticos impresionantes que Van Gogh realizó en tres lugares diferentes de este suburbio: tres cuadros de la isla de Grande Jatte, tres en Clichy y tres en Asnières.

La pinacoteca neerlandesa ha logrado reunir siete de estas obras donde se ve cómo el pintor experimenta con motivos, colores y pinceles.

El artista neerlandés pintó los trípticos en un solo lienzo largo, que luego dividió una vez terminada la obra, según muestran los visibles marcos rojos con los que dividió las zonas.

Van Gogh vivía en Montmartre, a unos cinco kilómetros del suburbio que representó en 40 de sus obras, donde reflejó el desorden y el contraste entre la élite de un lado, con sus chaléts, clubes de élite y restaurantes lujosos; y el otro lado del Sena, Clichy, que acogía las fábricas con sus nubes de humo; o la isla La Grande Jatte, donde la gente caminaba disfrutando del río, los puentes y el césped.

Una de las pinturas que mejor refleja esta realidad es “El Sena en el amanecer” (1889), resultado de las pinceladas de Angrand, el menos conocido de los cinco artistas, pero un maestro en el puntillismo que pinta los colores de una manera prácticamente científica y difícil de distinguir.

De Van Gogh se exhiben 23 obras, incluida “Orilla del Sena con barca” (1887), que se puede ver ahora en público por primera vez desde 1984. Forma parte de una colección privada y nunca se había expuesto en Países Bajos.

Esos años 80 fueron muy intensos y peculiares para estos cinco artistas a orillas del Sena, coincidiendo en una búsqueda en la que se encontraron en la elección del paisaje. Gerritse explica que, con el cambio de década, el período en el que trabajaron en Asnières había terminado.

“En 1891, Van Gogh y Seurat ya han muerto. Angrand siguió su camino. Signac empezó a pintar en el sur de Francia y Bernard finalmente se mudó a El Cairo. Todos se dispersaron”, señaló.

Esta exposición es la primera que presenta a los cinco artistas como un grupo, aunque la historia del arte no los considera como tal. Van Gogh vivió sólo dos años -entre 1886 y 1888- en París y dedicó tres meses a pintar en Asnières, a donde acudía a pie todos los días, cargando todo su material y buscando encontrarse a sí mismo a orillas del Sena.

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