José María Plaza/Zenda
Acaba de aparecer una nueva biografía de Borges, cuyo subtítulo, “Un destino literario”, sintetiza y define mejor que ningún otro la vida del escritor universal. Su autor es el profesor argentino Lucas Adur (nacido en Buenos Aires en 1983), y lo insólito es que esta importante obra de setecientas páginas se publica antes en España (Ediciones Cátedra) que en Argentina. Toda una novedad y un afortunado desafío a la tendencia de los últimos años (consideramos, y lo hemos escrito en estas mismas páginas, que la figura de Borges apenas si interesa en España). Para comentar algunos aspectos de esta nueva biografía hemos contactado con su autor, Lucas Adur, al que le enviamos un cuestionario de guerra, que el profesor contestó con amabilidad, si bien dejó en blanco algunas preguntas. Así nos lo señala en el comentario previo a sus respuestas. “Sus preguntas me resultaron estimulantes; varias me permiten formular algunas convicciones que subyacen a la biografía que escribí; otras incluso me llevaron a interrogar mi propio trabajo desde otro ángulo. Privilegié las preguntas vinculadas a la biografía de Borges; otras cuestiones —como la gestión del Museo Borges, la relación de María Kodama con sus sobrinos, etc.— me exceden y no soy la persona más adecuada para responderlas”. Hemos de añadir que Lucas Adur, doctor en Letras y profesor en la Universidad de Buenos Aires, es coordinador del comité académico de la Fundación Borges y desde 2019 organiza las Jornadas Borges que anualmente realiza la Fundación.
—¿Tiene sentido publicar otra biografía de Borges, dos años después de que apareciese la nueva biografía de Alejandro Vaccaro, que se considera, por ahora, el libro definitivo?
—Creo que tiene sentido otra biografía de Borges, especialmente considerando las novedades en los estudios borgeanos de las últimas dos décadas. Pienso tanto en la aparición de documentos y materiales antes desconocidos como en la de importantes investigaciones y lecturas críticas que renuevan nuestra comprensión de la obra y la vida de Borges. El libro de Vaccaro que menciona, Borges, vida y literatura [2023] es una reedición del publicado, con el mismo título, en 2006. Una reedición con variantes, sí, pero “sustancialmente” el mismo libro, por lo que no incorpora las novedades a las que me refiero de los últimos 15-20 años.
—¿En qué se diferencia su biografía de otras obras similares y qué aporta al conocimiento de Borges?
—Aunque en mi libro habrá puntos de contacto con las biografías anteriores (creo en la construcción colectiva del conocimiento y mi investigación se apoya en los trabajos previos), la perspectiva y, por lo tanto, la “historia” resultante, son bastante distintas. Para dar ejemplos concretos: la reconstrucción del trabajo de Borges como conferencista durante el gobierno de Perón, la relación con María Esther Vázquez y el sinuoso proceso que lo llevó a reinventarse como escritor tras la ceguera están contados e interpretados de modo muy diverso al de otras biografías. Esto obedece no solo a las novedades documentales a las que me referí antes sino también a mi propia trayectoria y formación en Letras, en la Universidad de Buenos Aires, durante el siglo XXI.
—O sea, que ofrece otra visión.
—Necesariamente todo esto, como imaginará, implica una perspectiva distinta sobre la obra de Borges y, más ampliamente, una concepción de la literatura (qué es, cómo funciona, cómo circula) que difiere de la que sustentan otros biógrafos. Me apresuro a aclarar que no es un juicio valorativo: no creo que mi perspectiva sea “mejor” que otras, solo subrayo que es diversa. Creo que esto puede verse, por ejemplo, en el énfasis que le doy a, por un lado, al carácter estratégico de ciertas operaciones de Borges para construir (e imponer) su figura de autor, para forjar (si se me permite) su “destino literario” y, por otro lado, en la dimensión colectiva —la literatura era para él un hecho colectivo— con la que caracterizó su proyecto estético: las amistades, las polémicas, las escrituras en colaboración, los emprendimientos editoriales… Desde su juventud hasta su vejez, Borges pensó la literatura en diálogo con otros y creo que eso es un tono esencial en la biografía que escribí.
—Usted se doctoró en Letras en la Universidad de Buenos Aires con un trabajo sobre Borges. Imagino que esta biografía será la elaboración posterior y literaria (resulta una lectura amena) de su tesis universitaria, que creo que leyó en el 2015. ¿Es así?
—Oh, no. Mi tesis doctoral va por otro lado; específicamente versó sobre las complejas relaciones entre Borges y el cristianismo, pero esa investigación fue un hito decisivo en la elaboración de mi mirada sobre el escritor.
—En la página de agradecimientos se lee: “A Marta Rosín y su familia; por la donación del valioso archivo sobre Borges de su padre, José Rosín”. Este nombre no es citado en ninguna de las biografías sobre el escritor, y la única novedad, al respecto, que encuentro en la suya es la celebración (que le organizaron) de un puntual cumpleaños. No me parece un dato tan valioso.
—El archivo de José Rosín me permitió acceder a muchas primeras ediciones de Borges (no siempre disponibles, ni siquiera en bibliotecas públicas), y una gran cantidad de recortes de prensa. Excepto la grabación del “cumpleaños” de Borges, el archivo no tiene materiales “únicos”, pero sí muchos de difícil acceso. No lo destaqué por su “originalidad”, sino como un agradecimiento a la familia.
—En esta biografía, según declara y se ve en los agradecimientos, reconoce las opiniones e intercambio de ideas con dos docenas de investigadores, que afirma que son especialistas en Borges.
—Para mí fue fundamental el diálogo con ellos. Tengo la convicción de que nadie escribe un libro solo; en mi caso, tuve el privilegio de intercambiar, en distinta medida, con muchos de los más importantes especialistas en Borges de la actualidad, que trabajan en distintos lugares del mundo: los leí, los escuché y, en muchos casos, me leyeron, me escucharon, me discutieron. Creo que esos diálogos, con autores con miradas sobre Borges muy diversas, a veces hasta opuestas, fueron decisivos para forjar una mirada muy amplia sobre el escritor y su obra.
—Los biógrafos precedentes, dado que no son o fueron tan jóvenes como usted, trataron personalmente a Borges o a la gente cercana al escritor. Cuando empezó su investigación apenas seguían vivas personas que conocieron al escritor, y parece ser que no ha hablado con las pocas que quedaban, como Luis y Miguel de Torre, Roberto Alifano, Viviana Aguilar y… no queda nadie más, aparte de María Kodama, claro.
—He conversado, aunque informalmente, con varias personas que conocieron a Borges. Entre los que menciona, por ejemplo, brevemente con Miguel de Torre y con Roberto Alifano. Lamento no haber llegado a charlar con Bioy (murió en 1999). Y sobre todo, he leído los ya muy numerosos testimonios existentes, que forman un corpus muy considerable. Pero no quise apoyar la biografía en testimonios retrospectivos, tomados con décadas de distancia. Preferí, siempre que pude, trabajar con documentos y testimonios contemporáneos a los hechos. Cuando estos no existían, sí, recurrí a testimonios posteriores, pero indicando esa distancia. Considero que este modo de trabajo permite una perspectiva —en la medida de lo posible— más ecuánime sobre el escritor.
—La única opinión de alguien cercano a Borges (y supongo que interesada, como interesadas son las de Estela Canto y las de María Esther en sus respectivas biografías) es la de María Kodama. ¿No da una visión sesgada de los últimos años de la vida de Borges?
—No. No comparto su apreciación sobre la “versión parcial” en relación con Kodama (más allá de la parcialidad inherente a toda visión: no soy dueño de la verdad absoluta). Brevemente le diré que si bien he tenido la chance de conversar con María, nunca llegué a comentar con ella el proyecto de la biografía (no sé qué hubiera pensado del relato que propongo, pero no creo que coincida con el que hubiera hecho). Creo que todo lo que recojo de ella son testimonios públicos, en textos, conferencias o entrevistas. Su perspectiva sobre la vida de Borges no puede omitirse, pero dista mucho de ser la única perspectiva presente en la biografía. Están citadas las voces de otros familiares y amigos, que muchas veces difieren (o directamente polemizan) con la de ella: Bioy, Vázquez, Canto, Úveda, Norah, Miguel de Torre… Traté de ser muy cuidadoso al presentar los puntos más polémicos de la relación entre Borges y Kodama, consignando distintas versiones e interpretaciones de los hechos.
—¿No ha habido, pues, una visión favorecedora de la que era (cuando escribió el libro) la presidenta de la Fundación en la que usted colabora?
—No. No creo haber “edulcorado” nada: consigno que esa relación amorosa suscitó rechazos en parte de su familia y sus amigos, y procuro presentar los hechos de modo que el lector pueda juzgar por sí mismo. Lo único en lo que sí tomo una posición más decididamente es en que me parece incorrecto presentar a Borges como una mera víctima de manipulaciones, negándole agentividad a uno de los sujetos más autoconscientes de la historia. Se evalúe como se evalúe su relación con Kodama, Borges eligió y decidió, condicionado, como todos elegimos y decidimos en todos los momentos de nuestra vida.
—Leyendo su biografía se tiene la impresión de que entre Borges y María Kodama hubo una larga y maravillosa historia de amor, y que ella fue la mujer más importante de su vida. Vaccaro, que ha estado décadas tras los pasos de Borges, me comentó en una entrevista para Zenda que la figura de María Kodama era irrelevante en la biografía de Borges.
—Con respecto a la obra, es excesivo e innecesario decir que María fue irrelevante. Innecesario porque, hasta donde sé, ni Kodama ni nadie ha afirmado que ella fuera central en la obra de Borges. Cuando entró en su vida, el escritor ya había publicado sus libros más relevantes, ya era un autor consagrado que había editado sus “obras completas”. Pero “irrelevante” me parece excesivo: estudiaron juntos, escribieron juntos, tradujeron juntos, le dedicó textos y poemarios… Me parece una afirmación más polémica que certera. No comparto la “irrelevancia” para su vida: es difícil juzgar con certeza qué es relevante para una vida ajena (y quizás, incluso, para la propia). Pero negar la importancia de María Kodama en, como mínimo, la última década de vida de Borges, me parece equivocado. Se puede opinar positiva o negativamente sobre la naturaleza de ese vínculo y las consecuencias y transformaciones que implicó en la vida de Borges. Pero no se lo puede, seriamente, considerar “irrelevante”.
—Un detalle anecdótico, al margen: en el famoso accidente de la ventana de 1938, que cambió la forma de escribir de Borges y —poniéndonos sublimes— de la literatura, algunas biografías dicen (para mí, erróneamente) que Borges iba a buscar a Emma Risso Platero; Vaccaro no cita el nombre de la dama en cuestión, ante la duda, y usted tampoco, aunque en las notas del final aventura dos nombres, Emma y María Luisa Bombal (que es por quien yo apuesto). Está claro, porque lo escribió Borges, que la mujer vivía en la calle Ayacucho. ¿Ningún investigador ha podido aclarar quién de las dos tenía su departamento ahí?
—Sobre el accidente de 1938, consigno las dos posibles “co-protagonistas”, María Luisa Bombal y Emma Risso Platero, justamente porque no hay certezas, hasta ahora. Si yo tuviera que definir, también apostaría por Bombal: el testimonio de Bianco al respecto y el vínculo entre Borges y la chilena en ese momento me parecen buenos argumentos.
—De las pocas biografías sobre Borges —apenas tres— que hoy día se pueden hallar vivas en España, la suya es, acaso, la más recomendable. Me despista lo reducido del índice onomástico (que es también temático) del final, en donde se citan poco más de cien nombres propios cuando en la biografía de Vaccaro, que no se puede adquirir en España, se supera el millar. De hecho, he notado que personas que aparecen en las páginas no figuran luego en el Indice. ¿Qué ha pasado?
—Sobre ese punto no tengo nada que decir: acepto su crítica.
—¿Por qué interesa tanto la biografía de Borges, un hombre sin biografía, que posiblemente sea el autor en español sobre el que más se ha escrito después de Cervantes?
—No creo que Borges sea un hombre sin biografía. Eso es creerle demasiado a él (que a veces hacía declaraciones en ese sentido). Desde joven recorrió el mundo y caminó infinitamente su ciudad; tuvo amigos, enemigos, amores, polémicas; fundó revistas, cenáculos, editoriales; fue vanguardista, criollista, anarquista y funcionario político, radical, conservador y antifascista, defendió las dictaduras latinoamericanas, luego las criticó y celebró la democracia… Casi diría que tuvo muchas biografías. Hasta este voluminoso libro es un recorte: la versión original del libro que escribí tenía aproximadamente el doble de páginas (es mérito de mis editores haber librado a los lectores de ese bodoque).
—En Argentina está muy vivo Borges. Sin embargo, temo (para mi pesar) que Borges interesa ahora muy poco en España. ¿Qué opina?
—No me siento en condiciones de opinar sobre el interés que Borges suscita en España. Sé que allí tiene muy buenos lectores, se publican libros sobre él y su obra, se realizan actividades… Pero claro, desde la distancia no puedo evaluar adecuadamente si eso es índice de vitalidad o meras excepciones.
—¿En qué países se valora más a Borges?
—Tampoco puedo opinar con criterio sobre este punto. Sé que su recepción ha sido muy importante en Francia (pionera en este aspecto), Italia, Estados Unidos e Inglaterra, pero me dicen que Borges también es leído con devoción por los universitarios en China. Lo interesante, creo, es que cada país forja “su Borges”, su propio Borges: el filósofo postmoderno que fascina a los franceses no coincide con el precursor del new weird que leen ciertos norteamericanos. No quiero ir demasiado lejos, pero creo que el mejor índice de vitalidad es que en lugares muy distintos del mundo se siguen produciendo libros de ficción, películas, cómics, series, canciones, dramas, en diálogo con Borges.
—Finalmente, una pregunta apacible: ¿por qué es tan importante Borges en la historia de la literatura universal?
—Borges es un autor que no solo leen los académicos, sino también los artistas: en eso radica su vigencia. Borges construyó un modo de leer, muy estrechamente vinculado con un modo de escribir, cuyo impacto no puede subestimarse: la perfección del estilo, el humor, la opción por lo breve y lo fragmentario, la indagación de los inestables límites entre ficción y realidad, la libertad casi absoluta para abordar todo tipo de demás, la reinvención latinoamericana del policial y el fantástico y un largo etcétera.
—Y para terminar, ¿cuál es su cuento y su poema preferidos del escritor?
—No es sencilla la respuesta, pero voy con ella: el cuento “El milagro secreto”, de Ficciones, y el poema “Juan 1, 14”, del libro El otro, el mismo; dos textos que me conmueven hondamente y que tienen mucho que ver, creo, con cómo el escritor entendía su destino literario.










