Por Marcia Koryna Hernández

Hace algunos años visité la ciudad de Villahermosa, a mi llegada, en el trayecto al hotel, el chofer del taxi subió el volumen de la radio al iniciar la canción Macorina, con el cantante de música popular Chico Ché y la crisis; fue la más grata bienvenida.

Un par de años después en una visita a la ciudad de Tuxtepec, Oaxaca, en el zócalo, había un grupo musical amenizando la tarde a los que disfrutaban, sentados en las bancas, una refrescante agua de horchata con manzana y nuez, apenas me senté y el grupo comenzó a tocar Macorina, era tal la invitación del ritmo alegre que nos levantamos a bailar.

¿Qué es lo que hay detrás de este gozoso ritmo que acompaña una letra que quizá para muchos es insoportablemente repetitiva?

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Iniciemos por saber quién es Macorina. 

Una sencilla campesina pinareña conmocionó La Habana en 1917 cuando al volante de un convertible rojo, se cree que de la marca Hispo-Suiza, recorrió Prado y Malecón, convirtiéndose en la primera dama chofer en la historia cubana. El nombre de esta joven es María Calvo Nodarse (1892-1977), envuelta en una de las más seductoras leyendas de la ciudad que pasó a conocerse como la Macorina. 

Hombres y mujeres se admiraban al ver pasar a Macorina. En la Habana había una popular cupletista española a quien llamaban la Fornarina (Consuelo Bello), había adquirido este apodo derivado de la Fornarina (La panadera), amante romana e inspiración de una las obras más representativas del pintor renacentista italiano Rafael Sanzio (1483-1520). Una noche, María Calvo se paseaba por una de las calles más populares de la ciudad, cuando un hombre, confundiendo a María, dijo a grandes voces: ¡Ahí va la Macorina…!  La lengua tropelosa del admirador que había bebido más de la cuenta le traicionó, lo que en verdad quiso decir es la Fornarina. La gente celebró el suceso a carcajadas, a partir de ese momento le llamaron así, la Macorina. 

La primera canción dedicada al personaje de la Macorina la cantó Abelardo Barroso; con letra de Antonio Torruella y Pérez:

«Yo conozco una vecina
que me tiene alborota’o,
me enteré que en Los Parados
la llaman La Macorina.

Ponme la mano aquí, Macorina,
que me muero, Macorina,
ponme la mano aquí, Macorina,
que estoy loco, Macorina.
Ella gasta gasolina
en su carro colora’o,
y sigue con el tumba’o
que ella es la gran Macorina».

Localmente la canción fue un éxito.

María Calvo (Macorina), sentó el precedente de ser la primera mujer conductora en la Cuba de principios del siglo XX. Explota su belleza física al dedicarse a favores sexuales y tener entre sus conquistas al Presidente de la República de Cuba, José Miguel Gómez “El tiburón”, lo que le hace acreedora al calificativo “diabólica” por grupos eclesiásticos. 

El poeta asturiano Alfonso Camín (1890-1982), quien emigró a Cuba en 1905, escribe los siguientes versos dedicados a esta mujer cubana que dan sentido a la frase atrevida: “Ponme la mano aquí, Macorina”

Ponme la mano aquí, Macorina

Ponme la mano aquí

Ponme la mano aquí, Macorina.

Tus pies dejaban la estela

y se escapaba tu saya

buscando la verde raya

que al ver tu talle tan fino

las cañas azucareras

se echaban por el camino

para que tú las molieras

como si fueses molino.

Tus senos de carne de anón

tu boca una bendición

de guanábana madura

y era fina tu cintura

la misma de aquel danzón.

Después el amanecer

que de mis brazos te lleva

y yo sin saber qué hacer

de aquel olor a mujer

a mango y a caña nueva

con que me llevaste al son

caliente de aquel danzón.

Es evidente la exaltación sugerente hacia el bello cuerpo de Macorina, deja a libre interpretación en dónde colocar la mano, en cualquier parte o en específico, el corazón. Estudiosos de la literatura hispanoamericana afirman que la inspiradora imagen de la primera cubana que se paseó al volante de un auto por las calles habaneras, convirtió al asturiano en precursor de la poesía afroantillana, esa que Nicolás Guillén llevó a su máxima expresión y se hiciera famosa internacionalmente. 

Sin embargo, su mayor relevancia mundial no fue por este hecho, sino porque esta composición fue popularizada por la conocida cantante Chavela Vargas, quien después de conocer a Macorina le dice lo siguiente:

Macorina, te voy a llevar conmigo alrededor del mundo. Vas a recorrer de mi mano muchos mares y tierras lejanas. Se lo dije así y ella sonrió. Quién sabe si en ese momento me había creído, seguro que no, pero vivió el tiempo suficiente como para darse cuenta de que cumplí mi promesa. Cuando ella murió, en 1977, ya mi Macorina había ido y venido alrededor del mundo.

La Macorina, apodo que ella murió detestando, cerró sus ojos un 15 de junio de 1977, sola, pobre, casi olvidada en un humilde barrio de La Habana.

La Macorina no sólo es una canción popular, tiene un trasfondo legendario, literario y poético. Por lo tanto, cada vez que escuches esta canción recuerda su origen y antes (puede suceder), de minimizar o desprestigiar la versión tropical con la cual inicié, que es la de Chico Ché, debes saber que a través de este músico, se alcanzaron los máximos niveles de popularidad haciendo de la Macorina un estribillo que habita en boca de todos y ahora, así lo espero, un poema en la mente de muchos.

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