A 168 años del natalicio, el poeta y dramaturgo mexicano Manuel Acuña es recordado por su personalidad misteriosa y melancólica reflejada en su corta pero fructífera trayectoria representativa del romanticismo mexicano.
Para mantener vivo su legado, el Instituto Municipal de Cultura de Saltillo otorga la presea “Manuel Acuña”, que reconoce a los creadores y promotores del arte que han desarrollado su trabajo en esta ciudad, tanto de manera individual como en agrupaciones, este año le fue otorgada al guitarrista Martín Madrigal.
Manuel Acuña nació el 27 de agosto de 1849 en Saltillo, Coahuila, en donde recibió por parte de sus padres Francisco Acuña y Refugio Narro, los primeros aprendizajes, que fueron reforzados cuando ingresó al Colegio Josefino ubicado en la misma ciudad, para realizar sus estudios secundarios.
De acuerdo al portal electrónico de la Secretaría de Cultura federal, cuando tenía 16 años de edad se mudó a la Ciudad de México, en donde cursó matemáticas, francés y filosofía en el Colegio de San Ildefonso.
Posteriormente, en 1968 ingresó a la Escuela de Medicina, en la que fue un estudiante distinguido y asistía a reuniones literarias en las que conoció a escritores de la época como Ignacio Manuel Altamirano, Agustín F. Cuenca y Juan de Dios Peza.
En ese mismo año inició su breve carrera literaria, con una composición poética referente a la muerte de su compañero y amigo Eduardo Alzúa y realizando poemas en el suplemento del periódico “La Iberia”.
Como señala el portal electrónico “biografíasyvidas”, desde sus estudios en Medicina estuvo dispuesto a redimir a la humanidad por medio de la enseñanza, las artes y las ciencias, lo cual lo llevó a hacer una serie de colaboraciones en distintos diarios y revistas mexicanos.
Publicaciones periódicas entre las que se encuentran “El Renacimiento” (1869), “El Libre Pensador” (1870), “El Federalista” (1871), “El Domingo” (1871-1873), “El Búcaro” (1872) y “El Eco de Ambos Mundos” (1872-1873).
Su trabajo literario, fue influido por figuras como el poeta español Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870), de lo cual surgen obras como “Hojas secas” y “Ante un cadáver” en el que cuestiona la propia existencia de Dios y se pregunta por el origen y el destino del hombre.
Perteneció al Liceo Hidalgo a lado de su amigo el poeta Juan de Dios Peza, además fundó con Agustín F. Cuenca la Sociedad Literaria Nezahualtcóyotl, en uno de los patios del Ex convento de San Jerónimo.
Juntos mantuvieron un ferviente ideario nacionalista del escritor, educador y diplomático Ignacio Manuel Altamirano, con su deseo de lograr que las letras mexicanas fueran, la fiel expresión de la patria y un elemento activo de integración cultural.
De acuerdo al portal “biografíasyvidas”, su única obra dramática “El pasado” (a pesar de “Donde las das, las toman”, actualmente extraviada) fue vista en los escenarios el 9 de mayo de 1872, en ella pueden rastrearse todas las características de la personalidad humana y literaria del joven poeta.
En la obra de Manuel Acuña, destacan los poemas amorosos sobre el rompimiento, en los cuales, según el portal de la Secretaría de Cultura federal se identifican cuatro figuras femeninas, la no identificada mujer a quien están dedicados algunos poemas de 1868; Soledad o “Ceci”, una mujer del pueblo, lavandera, constante devota suya; Laura Méndez, la poeta, y Rosario de la Peña.
De acuerdo al mismo portal, es a ésta última a quien le dedicó sus últimos poemas y se le encuentra como la razón de su repentino suicidio.
Así, entre los poemas que sobresalen en esta temática se identifican “Resignación”, que habla de su rompimiento con la poeta Laura Méndez, en el que hace alusiones al hijo muerto de sus amores y contiene una clara invitación al suicidio de los dos amantes.
Mención aparte merece “Nocturno”, en el que habla del infortunio amoroso del desgraciado en amores y de la desventura.
Entre sus poemas patrióticos, en los que presenta paisajes mezclados con la figura del héroe, destacan “Hidalgo”, “15 de septiembre”, “Cinco de mayo” y el más logrado “El Giro”, sobre un héroe poco conocido de la guerra de Independencia.
Sin embargo, a la temprana edad de 24 años, el 6 de diciembre de 1873, cuando apenas iniciaba su prometedora carrera, según fuentes consultadas, Manuel Acuña fue perseguido por la obsesión del suicidio y murió alentado por ésta o por el desamor de Rosario, que nunca dio importancia a las ofertas amorosas del poeta.
Tanto la vida como la obra de Manuel Acuña fueron impulsivas pero destellantes, lo que lo posicionó como uno de los últimos representantes del romanticismo mexicano de su época.
Los poemas de Manuel Acuña vieron la luz póstumamente con el título de “Versos”, que se cambió por el de “Poesías” en la segunda edición (París, Garnier, 1884), y a manos del historiador José Luis Martínez (1918-2007) la edición más completa de sus obras en la Colección de Escritores Mexicanos de 1949.