En la novela “La Armada Invencible” aborda la enrevesada trayectoria de una hermandad de músicos roqueros, jóvenes promesas frustradas, a las que el cuarentón Barry Dávila quiere volver a reunir, veinte años después, para tocar juntos otra vez y reivindicar un pasado inconcluso.
Ortuño, que con esta obra firma su vigésimo título, señaló en una rueda de prensa que tras haber escrito de muchas temáticas, nunca hasta ahora había encontrado la historia y el “tono” para hablar sobre una banda roquera y, en este caso, sobre la decadencia de unos roqueros.
“Crecí escuchando rock, punk-rock y metal. Yo era el menor de mis hermanos, mi madre trabajaba siempre y el fin de semana cuando estaba en casa escuchaba a Julio Iglesias, que el narrador del libro trata de tarado, pero yo pasaba completamente de ese asunto”, dijo.
Su primer álbum Con apenas nueve años, compró su primer álbum, uno de Van Halen, de manera que el rock “fue para mí una influencia estética tal como una formación, como lo fue la literatura o el cine”, afirmó.
A sus 47 años, a diferencia de cuando era más joven y podía decir que Shakespeare, Philip Roth o Patricia Highsmith fueron los que más le marcaron, ahora afirma que también los Pixies lo hicieron y que “los primeros cuatro discos de Metallica han sido mucho más influyentes en mí que Juan Rulfo”.
“Eso no quiere decir que Rulfo sea malo, porque es un tótem, una maravilla, pero de él no lo leía todo y sí escuchaba todos los días a Metallica o a Slade”, concluye.
Desde siempre quiso escribir una historia que tuviera que ver con la música que escuchaba, porque “no es solo música, marca a los amigos que tienes, la manera en la que te vistes, casi como te comportas, incluso da un poco el patrón de las ideas políticas que vas a tener, es toda una cultura vistosa”.
“No es una música que te dé lo mismo que te da la salsa o la balada. Te da unas sensaciones que no obtienes con otras músicas, una sensación como de vértigo. El subidón del rock duro no me lo ha dado ninguna otra clase de música”, remarcó.
De joven nunca tuvo una banda de músicos, aunque fue a una escuela de música un tiempo y tuvo amigos que sí estaban en bandas y “conviví mucho con ellos, con ese tipo de camaradería, que no es una amistad sublime, de gente que se está diciendo todo el rato que se quiere, sino todo lo contrario”.
Con esta novela aspira a conseguir que un lector poco enterado de cómo funcionaron esas bandas hace veinte años pueda reconocer “ese mundillo”, en una obra que tiene “muchas capas”. “No puedo decir que sea sólo sobre la decadencia, la amistad o el rock y el metal, porque va de todo eso”, agregó.
En este punto, no dudó en afirmar que su trabajo es “conseguir que ustedes le puedan dar un mordisco como si fuera una manzana y sientan su frescura”.