Este 7 de junio Miguel Ríos cumple 80 años en plena forma. Con motivo de esta fecha tan redonda y la celebración por todo lo alto al día siguiente del Granada All Stars, un muy esperado concierto en la plaza de toros de Granada, llamamos al emblemático cantante para repasar algunos de sus momentos personales y profesionales más relevantes. Con gran amabilidad, el artista nos atiende después de una sesión de fisioterapia y nos da muy buenas noticias.

«Estoy recuperándome del supraespinoso que se me rompió y ya estoy terminando la rehabilitación, afortunadamente. Te ponen muchas corrientes que te van regenerando los tejidos. Ya estoy hábil para el canto», nos dice el artista a propósito del emotivo concierto en el que compartirá escenario, entre otros, con otras de las bandas locales más emblemáticas como Los Ángeles, 091, Lagartija Nick y Niños Mutantes. Miguel, a quien nos dirigimos de usted, nos deja claro que se siente más cómodo en el tuteo, y es muy generoso con sus declaraciones, que nos muestran una vez más cómo ocupa su lugar en el mundo.

Miguel, en tu caso se puede aplicar mejor que con nadie que has sido profeta en tu tierra.

Sí, la verdad. Me han nombrado hasta Doctor Honoris Causa en la Universidad. Es un honor inmenso, igual que la medalla de la ciudad, de la provincia… Cuando empecé a trabajar el principal objetivo era que la gente me quisiera, que tuviera una buena vibra conmigo, y lo he conseguido. Desde que hice ‘Vuelvo a Granada’ he notado como aumentaba el cariño de mis paisanos. Cuando le regalé los derechos de autor a la ciudad lo percibí más todavía -nos dice a propósito de esta canción que lanzó en 1968.

Estoy muy implicado en Granada, aunque he vivido más en la periferia, porque he estado en Madrid casi todo el tiempo. De alguna forma he tenido una perspectiva de Granada que posiblemente los granadinos no habrán experimentado. He visto crecer la ciudad, cómo se iba modernizando, como en esos demos que se hacen cuando se está construyendo un edificio y ves cómo a toda velocidad van creciendo todas las plantas. Tengo esa sensación. La he conocido con la intermitencia de esos viajes que hacía para ver a mi madre y a mi familia. Después, cuando ya tuve casa allí estuve más presente.

Los efectos de los recuerdos en la perspectiva de las cosas

En una reciente entrevista señalabas que, cuando regresaste a tu casa y a tu barrio de tu infancia, lo que más te llamó la atención fue que había coches porque en el pasado no era así.

No había coches no porque mis vecinos no quisieran tener coche, es que no podían tenerlos. Viví en el barrio de la Cartuja hasta que tenía 17 años. Fue cuando me vine a Madrid. Salí de allí en el 61, pero como no me podía mantener en la capital, tenía que volver por periodos de dos o tres meses, mientras se preparaba el siguiente disco. Al volver a mi barrio tuve la sensación de que todo era mucho más pequeño de lo que creía. El espacio estaba ocupado por otros elementos que no había entonces, pero la sensación de déjà vu también se produjo. Es una imagen muy entrañable para mí.

Eras el menor de nueve hermanos de una familia muy humilde. Nunca has perdido la conciencia de clase, ¿verdad?

Cuando nací, ya éramos siete. Dos habían muerto. La mayor tendría ahora 96 años, pero murió. El siguiente, mi hermano, tiene 93. La nuestra era una familia obrera y siempre he tenido esa sensación que con la gente que más a gusto me he sentido, con la que no he tenido que forzar ninguna postura, es la que me rodeaba de pequeño, la gente de mi barrio y la gente de mi clase social. En ese sentido sí tengo conciencia de clase. No me ha gustado nunca lo que no he tenido. Por ejemplo, no me ha gustado ser muy rico, pero no me importa porque no lo he sido.

Cuando comenzaste tu carrera como Mike Ríos, que es el nombre artístico que te pusieron, priorizaste tu personalidad y recuperaste tu nombre real, Miguel Ríos.

Eso tiene truco. Me americanizaron el nombre. Nosotros Kirk Douglas no lo pronunciamos ‘daglas’ sino ‘duglas’. En Granada Mike se pronuncia «mique» no «maik». En Granada «mique» es un apócope de «mira que» y se usa mucho. De igual forma la palabra «polla» está muy ligada al lenguaje granadino. Es muy habitual escuchar cosas tipo «qué polla haces», «qué pollas quieres», así que me podían decir «mique pollas quiere el tío este», por ejemplo -nos cuenta con humor-. A mí eso me causaba pavor. Al director artístico, Rafael, le dije que cómo me había hecho eso, que cómo iba a ir a Granada con ese nombre. Me imaginaba el cachondeo y la mala follá granaína a propósito de mi nombre.

La figura de Elvis Presley fue para ti crucial en esa época.

Yo adopté la fe del rock’n’roll sin saber en realidad lo que era, simplemente por la emoción que me producía oírlo. No existía en España la literatura generada alrededor del género. Estábamos en una autarquía, fuera de todo… Hasta que vimos revistas inglesas o Salut les copains (una célebre publicación francesa) pasaron varios años. Sentía que lo que decía Elvis Presley me lo decía a mí aunque no lo entendiera. Lo mío fue un acto de fe. Tenía algo de religioso, suplantar la misa del colegio por el baile de los billares.

Cualquiera se hubiera apuntado a ese plan…

Tuve mucha suerte con eso. Para que eso ocurriera tuve que entrar antes de aprendiz en unos grandes almacenes. Esos grandes almacenes pusieran una sección de discos y me destinaron allí. Me di cuenta de que las voces que me llegaban de fuera tenían un rostro, un disco, una edad… Cambió mi vida y la percepción de la profesión. No solo era una emoción, había gente que vivía de esto. No era solo una afición sino una vocación y un trabajo.

Un gran lector, un ibro de memorias y una novela inacabada

Hace 15 años te quisiste retirar, pero no te dejaron. Supongo que el rey del rock en España no puede abdicar, tendrá que estar en activo hasta el último suspiro.

No puedo volver a retirarme, como tú bien apuntas, estaré hasta el último suspiro, como Buñuel. Esto ha sido increíble. No es que yo dijera que me iba a retirar. Hace 15 años, con 65, pensaba realmente que la creatividad estaba un poco mermada, me costaba mucho encontrar canciones, porque soy más cantante que compositor ad hoc. He escrito muchas canciones porque nadie me ofrecía lo que necesitaba para mi repertorio. Se estaba haciendo muy cuesta arriba y pensé que no tenía que estirar más el chicle.

Soy muy lector y lo que no aprendí en el colegio lo aprendí en los libros y en la universidad de la calle. En esa época, Planeta me encargó que escribiera unas memorias. No me pareció extraño porque conocía la trama, que es lo más difícil. Me sentía seguro de los pasos que iba a dar y hacia dónde me tenía que dirigir. Empecé a aplicar los conocimientos que tenía de haber leído para contar mi historia. Me llevó un par de años acabarlas. Me gustó tanto hacerlo que pensé que la escritura podía ser una salida. De hecho, comencé a escribir una novela y hasta tenía título, ‘The Young Ones’, como la canción de Cliff Richard. Cuando me di cuenta de que no tenía soporte de lo que pasaba a los personajes tuve que dejarlo. No me daba lo leído como para poder urdir el relato de lo que quería contar.

La clave era estar en forma y con ganas…

Siempre he estado muy bien de voz. Me he cuidado y he hecho ejercicio. Después de anunciar mi retirada, me llamó mucha gente para que cantara con ellos y participé en todas las causas solidarias para las que se me requirió. Cuando me propusieron hacer una gira del 20 aniversario de ‘El gusto es nuestro’ me encantó, no me podía negar. Fue como una tabla de salvación para un náufrago. Tenía la excusa perfecta para volver. Después vinieron otras muchas cosas y no me ha dado tiempo ni a pensar.

Hace poco me decía el promotor musical Gay Mercader que su amigo Mick Jagger lleva una vida muy ordenada y estructurada, que esa imagen que se tiene de los rockeros y los excesos no se corresponde siempre con la realidad.

Los excesos se hacen en el tiempo determinado en el que el organismo responde. Mick Jagger hizo todo lo que tenía que hacer en la edad adecuada para poder hacerlo, porque todos sabemos cómo nos recuperamos a los 30 años o a los 40, pero a los 60 a los 70 la cosa cambia. Hay gente que no se ha cuidado nada. La voz, que es el grupo muscular que más resiste, que más tarda en envejecer, necesita cuidados. MIck Jagger fue y sigue siendo un atleta.

Uno de los capítulos de tu vida que tal vez mucha gente desconozca es que llegaste a estar detenido casi un mes por consumir marihuana.

Lo cuento en mi biografía de forma muy explícita. Hubo una época, hablamos de los años primeros años 70, en la que empezamos a fumar canutos como si la represión no existiera. De pronto, vino San Pedro con las rebajas y empezó a caer mucha gente. Entre otros, yo. Fue la experiencia más desagradable de mi vida y que no he superado todavía. Pasé tres noches en los calabozos de la Dirección General de Seguridad y escuchaba cómo se torturaba a la gente.

Eran unos calabozos infames, casi medievales, y veía pasar a gente muy dañada. Después fui a un juzgado al que no me dejaron ir ni con mi abogado. Entonces me llevaron a lo que se denominaba «un centro de templanza», el hospital de Carabanchel. 27 días en Carabanchel, por muy hospital que fuera, resultó muy difícil de asimilar. Te aplicaban la Ley de Vagos y Maleantes y te jodían la vida.

Yo tenía el temor de que se enterara mi madre y tuvimos que aislarla un poco, incluso de las vecinas y en el barrio, porque fue algo muy señalado en ese momento, salieron cosas muy duras en la prensa. Yo ya era una figura muy conocida. Me tocó la china y se pasó, pero es un episodio que la memoria no consigue erradicar del todo, por el sentimiento de culpa con el que me eduqué. La culpa fue la peor consejera que tuve en esos momentos, sentía que de verdad había hecho algo malo y no era así.

Cuatro grandes estrellas con estilo propio

Mencionabas antes tus giras con Joan Manuel Serrat, Ana Belén y Víctor Manuel. Supongo que se tienen que dejar los egos fuera y tener un sentimiento de cierta hermandad para compartir tanto tiempo juntos y salir indemnes.

En principio, somos gente educada, nos conocemos mucho, sabemos lo que le gusta a cada uno y lo que no le gusta. Les admiro mucho. Ana Belén es un prodigio de la naturaleza, Juan es el referente de mi generación y Víctor es un ser admirable, un pedernal, el titán del Norte, un tipo lleno de generosidad. Los tres lo son. Sabíamos qué lugar ocupábamos cada uno y qué función cumplíamos en el reparto de ‘El gusto es nuestro’. ¡Me encantaría repetirlo, pero ya tenemos bajas en las filas!

Cuentas con un repertorio amplísimo, pero ‘Himno a la alegría’ tiene un enorme valor simbólico porque varias generaciones han crecido con él.

Cuando me propusieron hacer el cuarto movimiento de la novena sinfonía Waldo de los Ríos y Trabuchelli lo miré con un poco de recelo. Quería ser rockero a toda costa. ‘Himno a la alegría’ es una de esas piezas que validan al ser humano desde el lado más positivo. Al empezar a cantarla noté que estaba haciendo algo trascendente. Al notar esa emoción que pasaba por la garganta supe que estaba tocando una de las puertas de la música precisamente, la emoción.

¿De qué logros personales te sientes más satisfecho?

De haber mantenido la coherencia en mi vida y seguir sintiendo la emoción de no darme por finiquitado ni por vencido, y de encarar la edad tardía como si lo que me queda de vida fuera tan importante como lo que he vivido. Creo que es un gran logro. También la gente que me rodea, la familia, mi entorno, el entramado emocional para seguir resistiendo en la vida. Y, por supuesto, que no se me ha subido el éxito a la cabeza.

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