“La escritura para mí tiene que ver con buscar, con obsesionarme”, dice este viernes a EFE la joven autora mexicana Nayeli García, quien entre 2012 y 2013 se embarcó en una travesía en la que la muerte de su padre y la pregunta “¿Quién soy?” fueron las pistas que depositaron el aliento para la creación de su primera novela, ‘Especies tan lejanas’ (2024).

Con 35 años, García se define como una “escritora de la búsqueda” conformada por claras obsesiones: la lectura, el paso del tiempo y el archivo como un recurso para narrar una experiencia y transformarla en ficción.

Así lo hizo cuando dio vida a la protagonista de la obra, Natalia, una científica especializada en la capacidad curativa de las arañas, con quien García no comparte ni nombre ni profesión, pero sí las mismas preguntas, vacíos y miedos.

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“La anécdota nuclear del libro es cuando Natalia ‘googlea’ (busca en internet) el nombre de su papá y se entera de que murió en 2009, así que decide viajar a su ciudad natal (Irapuato, en el centro de México), pero eso no es ficción, es real, es mi historia”, confiesa.

Además revela que en su visita a esta ciudad, en el suroeste del estado de Guanajuato, no pensó en escribir una historia, solo en crear un archivo de su padre, un hombre que define como “ausente”.

Diez años después, cuenta, el archivo se convirtió en novela, una que pasó por una metamorfosis al cambiar de nombre, portada y editorial, pues antes de publicarse en México por Sexto Piso, la obra, que aguarda siete capítulos sobre la pérdida, se publicó originalmente en España bajo el título ‘Araneae’ (2023).

La búsqueda como identidad

García recuerda cómo fue poner en papel esta autoficción, un periodo en el que recibió el apoyo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), y admite que fue una época en la que le sobraron las preguntarse acerca de ese vacío que le dejó el no haber tenido la experiencia de crecer con su padre, al igual que la protagonista.

“Yo quería que Natalia estuviera sin rumbo y sin guía moral porque no tiene papá, no es tanto que no sabe quién es el otro, sino que no sabe bien quién es ella misma”, sentencia.

Esta novela, confiesa, “no fue terapéutica, el vacío está ahí», por lo que «realmente no ayudó a sanar”.

«(Pero) entendí que uno tiene que estarse buscando todo el tiempo, la búsqueda no tiene llegada, el camino mismo es el que te muestra quién eres”, reflexiona.

Amigas, maestras y arañas

En ese recorrido sobre sus memorias, García encuentra el rasgo más peculiar del libro, y es la obsesión de Natalia por los artrópodos, en especial la tarántula de rodillas rojas, una especie que habita en México y tiene la capacidad de regenerarse al mudar de exoesqueleto.

“Se habla de ‘liternatura’, un medio que busca otras formas de vida para explicar lo humano (…) Frente a esta incertidumbre que atraviesa la humanidad, tenemos que volver a algo más primitivo, más feral (salvaje), buscar nuestro vínculo con los artrópodos, con los hongos, hay que agarrarnos a la naturaleza”, apunta.

La también editora reconoce que, además de las arañas, tuvo la compañía de grandes amigas y maestras que se convirtieron en sus lectoras acérrimas, como la periodista mexicana Daniela Rea, a quien conoció por el acompañamiento a víctimas, en especial en el caso de Julio César Mondragón, estudiante torturado de Ayotzinapa.

Otra maestra ha sido la literata Cristina Rivera Garza, quien recibió el Premio Pulitzer este año por su obra ‘El invencible verano de Liliana’, donde relata el asesinato de su hermana.

Sin abandonar sus rituales como “escritora de la búsqueda”, García ya redacta una segunda novela en la que narra la historia de una secretaria que trabaja con Jacobo Grinberg, el neurofisiólogo mexicano que desapareció en 1994, evento misterioso con el que arrancará su nuevo libro. 

EFE

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