El escritor colombiano Héctor Abad entendía perfectamente su papel ante el hemiciclo del Parlamento Europeo cuando este miércoles entró como invitado al discurso del Estado de la Unión. “Simbólico y silencioso”, ha mostrado a Europa una fotografía de Victoria Amelina, la escritora ucraniana asesinada por un misil ruso cuando cenaba una pizza a su lado el pasado mes de junio.
Acude a Estrasburgo, según relata a un grupo de periodistas, por la “responsabilidad de tener alguna voz que Amelina ya no puede tener” tras ese “ataque deliberado” contra un objetivo civil. Rusia asegura que el objetivo era el segundo piso del restaurante donde afirmaba que había oficinas secretas de la OTAN; Abad recuerda que el local “ni siquiera tenía un segundo piso”.
El colombiano, que sobrevivió a ese ataque en Kramatorsk, busca ahora salvaguardar la memoria de Victoria Amelina. Viaja siempre con una libreta y un bolígrafo en la que durante aquel viaje a Kiev tomó apuntes de una entrevista con la escritora, quien le contó que había encontrado los diarios que otro compatriota, el autor infantil Volodimir Vakulenko, había enterrado bajo un cerezo antes de que los rusos le secuestraran y asesinaran.
Tras el ataque, Abad huyó vía Polonia con sus compañeros supervivientes y se ha dedicado a seguir tomando apuntes y a “leer sin parar los ensayos, los poemas y los libros de Victoria” para escribir su próximo trabajo y homenajear a su amiga.
“He escrito muchas páginas, pero todavía no sé bien para donde va ese libro. Sé que es sobre Ucrania, sobre Victoria, sobre este viaje, sobre las debilidades físicas y sobre los tipos de muerte que podemos tener”, relata.
“Después de este atentado me di cuenta algo que no tenía tan claro, y es que yo no me quiero morir como mi padre de balazos de violencia a los 66 años sino como mi madre, que se murió hace dos años a los 96 en la cama y de vejez. No quiero ser un héroe para nada. Quiero escribir sobre lo personal, sobre lo más íntimo, que es envejecer, y sobre la muerte que escogería si pudiera escoger”, añade.
Su compromiso con Ucrania, que le ha traído este miércoles a Estrasburgo a invitación de la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, viene de la “feliz ocurrencia” de que se tradujera un libro suyo al ucraniano. Antes, reconoce, Ucrania era para él “una noción geográfica muy confusa”.
Ahora forma parte de la iniciativa “Aguanta, Ucrania” para trasladar a los latinoamericanos la realidad de la guerra y los ataques rusos a objetivos civiles, que se ha encontrado en la región con el rechazo de quienes no quieren tomar partido porque creen que es una guerra de Rusia contra la OTAN y Estados Unidos en un contexto de “una tradición comprensible de antiamericanismo”.
“También en la Segunda Guerra Mundial, América Latina se declaró durante años países neutrales frente a lo que pasaba. Me parece trágico que al cabo de tanto tiempo pase algo parecido en América Latina, que podamos ser neutrales frente a un invasor y un pueblo que se defiende”, lamentó.
En una fecha futura aún sin definir, Abad podrá contar en su labor explicativa con un documento de valor incalculable: el libro que Victoria Amelina tenía prácticamente terminado cuando fue asesinada, que recopila crímenes de guerra en Ucrania contados por mujeres y se publicará pronto a falta de algunos ajustes finales.
Y es que, advierte Abad, “los que tienen voz, memoria, los que han tenido tiempo para estudiar y pueden contraponer versiones de la historia y por lo menos ponen en duda el relato oficial de lo que ocurre, son personas peligrosas en los regímenes donde las palabras del líder se cumplen solo con insinuaciones o miradas”.
“Los que atizan la guerra saben que las palabras sí son importantes, que pueden hacer que las personas piensen dos veces o entiendan las contradicciones, las dificultades, las complejidades de toda guerra”, señala.
Abad ha recordado también a la cooperante española asesinada este sábado en un ataque ruso en Ucrania, Emma Igual, cuya inspiración para trabajar por las personas más vulnerables en zonas de guerra le venía de su abuela, superviviente del Holocausto adoptada por una familia española.
“Emma Igual se merece ser recordada como Victoria Amelina”, pidió. “Victoria por ser una escritora y Emma por ser una persona comprometida con los derechos humanos y con la defensa de las cosas más elementales, que es la protección de los niños, de los ancianos y de los civiles en una guerra infame”.