El ensamble Voz en Punto recibió esta tarde una memorable ovación por parte del público que asistió a la primera función de “En-cantando a Cri Cri”, en la Capilla Gótica del Centro Cultural Helénico, donde repetirá los días 3, 9 y 10 del mes en curso.

Actual Embajador de la Federación Internacional para la Música Coral, y fundado en 1990 por su director José Galván, Voz en Punto obsequió un concierto en el que, usando los infinitos recursos de la voz, ese maravilloso instrumento con que el ser humano ha contado desde siempre, realiza un periplo por las páginas más celebradas del cancionero de Cri Cri.

El espectáculo se basa en el disco “Voz en Punto canta Cri Cri”, con formato dinámico y divertido, por eso atrapa a los adultos que lo evocan y a los niños que lo descubren; Cri Cri es protagonista en muchas generaciones y, las versiones a capella de este ensamble conjuntan lo clásico con lo contemporáneo en un espectáculo de extraordinaria calidad.

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Voz en Punto está integrado por José Galván (dirección, arreglos vocales y bajo), Liliana Montiel y Vanessa Millán (sopranos), Sonia Solórzano (alto), y Luis Martínez y Sergio Quiroz (tenores) quienes llevaron a la Capilla Gótica el mundo de Francisco Gabilondo Soler en una suerte de gala mágica de cuentos, con los sonidos de una gran orquesta.

El programa incluyó “Negrito bailarín”, “El chorrito”, “Cucurumbé”, “La merienda”, “El teléfono”, “Cochinitos dormilones”, “Acuarela”, “Di por qué”, “Mi amigo Hans”, “El comal y la olla” y “Métete Teté”, entre otras canciones de la amplia obra creativa de Francisco Gabilondo Soler, quien consagró su talento a estimular la imaginación infantil.

Después de haberse presentado en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes y antes de la función de hoy, Galván señaló que “cantar a Cri Cri es recorrer nuestra vida, pues crecimos con sus canciones. No es un rescate ajeno, es algo que sentimos propio, y en lo personal y emocional permite mantener vivo al niño que cada quien lleva dentro”.

Es por eso que sus conciertos, dijo son como un juego musical. Lo que el ensamble desea es tocar el alma del público y que salga de la sala mucho más contento que cuando entró.

“Nuestra satisfacción más grande al interpretar estas creaciones inmortales es observar a los abuelos, a los papás y a los niños, junto con nosotros, como un mismo espíritu”, concluyó.

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