Un ágora de casi 33 mil metros cuadrados, la más grande del mundo antiguo, que vuelve a mostrar sus límites. Y luego de nuevo, en la acrópolis, los restos de lo que parece haber sido el lugar sagrado de los primeros colonos griegos de Selinunte, que llegaron tras el fundador Pammilo de Megara Hyblea.

Pero también amuletos y objetos de gran refinamiento igual a otros encontrados en Grecia, en Delfos, que se suman al misterio de un molde de piedra quizás utilizado para fundir un cetro de bronce.

Estos son los descubrimientos  de la última campaña de excavaciones liderada por Clemente Marconi en el parque arqueológico siciliano, una hazaña que vio trabajar juntas por primera vez a dos misiones internacionales, la del Instituto de Bellas Artes de Nueva York University y la de la Universidad de Milán con el equipo del Instituto Arqueológico Germánico.

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“Resultados de suma importancia para el conocimiento de Selinunte en la época arcaica y clásica”, subraya Marconi, el arqueólogo que lleva décadas estudiando los restos de la antigua colonia griega.

Selinunte es una antigua ciudad griega del sur de la isla de Sicilia, en la actual provincia de Trapani, en la costa sudoeste, en la desembocadura del río Selinunte. En el periodo clásico, fue un rico centro comercial de la Magna Grecia.

Los descubrimientos arrojan una nueva luz sobre la breve y fascinante historia de esta ciudad y que se anuncian mientras en el parque siciliano -el más grande de Europa con sus 270 hectáreas de naturaleza y majestuosas ruinas con vistas al mar- se realiza una intervención sobre la vegetación estudiada por el Istituto Germanico.

En ese contexto, acaba de salir a la luz los límites del ágora, con sus enormes dimensiones (el doble del tamaño de la Piazza del Popolo en Roma) y la forma vagamente trapezoidal con un único monumento en el centro, una tumba, quizás la del fundador.

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“Una cuenca vacía que impresiona por su amplitud y su denso misterio”, sonríe el director del Parque Arqueológico de Selinunte, Felice Crescente. Un espacio “que da idea de la magnificencia de esta ciudad y de su extraordinaria esencia”, comenta a su lado el concejal de Cultura Alberto Samoná.

Después de dos años ralentizados por la pandemia, en junio se reanudaron las excavaciones a toda velocidad y los resultados, subraya Marconi, “superaron con creces las expectativas”. La idea inicial era poder datar el período de construcción de dos de los templos más recientes de la acrópolis, denominados A y O, considerados gemelos durante mucho tiempo.

La excavación mostró que A se construyó antes que O y que la construcción de este último probablemente se interrumpió debido a un deslizamiento de tierra. El hallazgo más importante, sin embargo, fue el de una falla de agua bajo los cimientos del templo A, un detalle, apunta el experto, “que confirma la hipótesis de que los primeros colonos griegos se asentaron en esta parte sur de la Acrópolis”. En resumen, es aquí donde nació el antiguo Selinus.

No solo por eso. Si no porque cavando profundamente alrededor de un tercer templo, el llamado R, construido en el siglo VI AC y luego quizás reconstruido después del 409 AC, cuando los cartagineses ocuparon y destruyeron la ciudad, los arqueólogos identificaron los muros de un recinto ritual que data del 610 AC, poco después de la llegada de los colonos liderados por Pammylus, a quien Tucídides fija en el 628 AC y Diodoro hacia el 650 AC. Y es también aquí, dentro del templo R, donde la tierra ha devuelto la parte faltante de una matriz de piedra (la primera se encontró hace diez años a poca distancia) utilizada para la fundición de un objeto de bronce, que parece un cetro.

Un objeto tan precioso, especulan ahora los arqueólogos, que no debía ser repetido. Por eso, inmediatamente después de la fusión, las matrices habrían sido enterradas en dos lugares distintos. De ese mismo edificio, revela Marconi, llegan dos objetos, que en los próximos días serán exhibidos en el Antiquarium del Parque: un amuleto en forma de halcón, una imagen del dios del cielo Horus realizada en azul egipcio, que proviene de Egipto a finales del siglo VII AC y una figura en miniatura muy refinada de una sirena de marfil, encontrada en fragmentos en 2017 y reconstruida en los últimos meses en el laboratorio.

Una pequeña maravilla, apunta Marconi, casi con seguridad importada de Grecia, que “habla de la riqueza alcanzada por la ciudad en el siglo VI AC”. Dos siglos después el final de Selinunte será terrible, con la ciudad incendiada por los soldados de Aníbal. Enterrada durante siglos, la grandeza de aquella época dorada vuelve hoy a asombrar. 

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