La directora de orquesta mexicana Alondra de la Parra regresó a Madrid, donde debutó a mediados del 2019, cuando ni siquiera se sospechaba que el mundo, unos meses después, sufriría una de las peores pandemias de la historia. Ahora volvió al Auditorio Nacional en el que fue su primer concierto con público desde octubre pasado, cuando dirigió después del confinamiento, pero todavía con un teatro vacío.

Era un programa arriesgado, pero con mucho elementos en común, que provocaron el asentimiento de una gran mayoría del público ante la música que surgía de la batuta de la mexicana.

Una de las ovaciones más sentidas fue cuando interpretó el Homenaje a Federico García Lorca, de Silvestre Revueltas, en una orquestación compleja, en el que no hay violas ni violonchelos y en el que brilla con especial sutileza el contrabajo, más por sus agudos que por sus graves.

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De la Parra tuvo que adaptarse a las circunstancias y preparar un programa para una orquesta mediana, sobre todo por las exigencias de la propia Orquesta Nacional de España, que todavía tiene muchas limitaciones para sus conciertos, además de dirigirla con una mascarilla y con el ritual de la limpieza de las pantallas de metacrilato que estaban tan presentes en el escenario como los instrumentos de los músicos.

Además del Homenaje a Federico García Lorca también incluyó obras de Aaron Copland (Primavera apalache) y Darius Milhaud (El buey sobre el tejado), con la intención de evocar a las músicas de América Latina y Europa pero desde los ritmos y arte populares complementados con las vanguardias y toques modernistas. En El buey sobre el tejado hay un conjunto de melodías populares brasileñas –tangos, machichas, sambas y catiras– que se mezclan con las habituales técnicas politonales de la música del compositor francés. Pero sin duda fue la pieza de Silvestre Revueltas la que despertó más emoción en el público, en parte por la propia historia de la obra, en la que hay desde evocaciones al cante jondo que guiños a la música popular mexicana.

El público respondió al programa, tan original como poco habitual en el Auditorio madrileño, con un cerrado y largo aplauso, similar al que tuvo en su debut hace dos años, en el que logró que se pusiera en pie todo el teatro durante más de diez minutos. En esta ocasión, por las propias restricciones de la pandemia, el aforo estaba limitado y se desalojó al público poco a poco, pero nada más terminado el concierto para evitar aglomeraciones y respetar las limitaciones horarios impuestas por las autoridades.

La directora mexicana explicó en entrevista con La Jornada las claves de su concierto y las sensaciones que tuvo ante el reto de dirigir en Madrid la pieza de Revueltas para García Lorca, unas semanas después de que fuera ejecutado en un barranco de Granada por un pelotón de fusilamiento fascista.

De la Parra ha dirigido más de 100 de las orquestas más prestigiosas del mundo, incluyendo la Orchestre de Paris, London Philharmonic Orchestra, Tonhalle-Orchester Zürich, Bamberg Symphony, Swedish Radio Symphony Orchestra, São Paulo Symphony Orchestra, Berlin Radio Symphony Orchestra y la Orchestra dell’Accademia Nazionale di Santa Cecilia. Además, fue la directora musical de la Orquesta Sinfónica de Queensland (2017-2019), convirtiéndose en la primera directora musical de una orquesta australiana y es embajadora cultural oficial de México.

—¿En el programa que preparó para Madrid hay compositores aparentemente muy dispares?

—Así es. A mí siempre me gusta programar contrastes y que las obras sean de estilos distintos. Y sin duda lo son, son tres obras de un periodo muy especial, entre los años veintes y los cuarenta del siglo XX y de tradiciones y composiciones multidisciplinarias. Y las tres tienen componentes de colaboración entre artistas más allá de la pura composición. Por ejemplo, la pieza de Milhaud, El buey sobre el tejado, está hecha para un ballet de Cocteau e incorpora elementos de la música brasileña. También para el baile de Martha Graham hizo Copland Primavera apalache, tomando elementos folklóricos de la comunidad religiosa shaker. Y eso conecta con la situación actual: en un mundo tan complejo, es un regalo ser simple. Y no somos muy libres.

—Y luego está la pieza de Silvestre Revueltas y su homenaje a Federico García Lorca, que imagino tocarla en España es importante para usted…

—Es la obra de un hombre de unas ideas socialistas muy profundas y sólidas y que quiso usar aquí muchas cosas folklóricas mexicanas. Pero efectivamente es sobre todo un homenaje de Revueltas al gran poeta, que siempre tuvo la ilusión de conocer y hay evidentemente una conexión con la literatura. De hecho Revueltas viajó a España durante la Guerra Civil y regresó muy angustiado de aquella experiencia, de hecho no pudo conocer a Lorca y al poco tiempo de regresar a México es cuando asesinan a García Lorca. Y la pieza habla de esa experiencia de fragilidad, de la convulsión del periodo de entre guerras. La pieza está cargada de dolor, de rabia y de terror, pero mezclado con una ovación a la inteligencia, al humor y a la alegría de García Lorca.

Además de que la música de Revueltas me gusta mucho. Creo que es nuestro gran compositor, está lleno de ideas, de armonías además de tener una conexión muy fuerte con lo popular y que tenía una destreza máxima del lenguaje orquestal. Además fue interesante volver a interpretar su homenaje a Lorca, que además lo llegó a dirigir el propio Revueltas en Madrid en uno de sus viajes a España.

—A pesar de que usted debutó en Madrid hace sólo dos años, pareciera que ha pasado una década desde entonces, con un confinamiento tan severo y una pandemia que también ha afectado al mundo de la música…

—Así es, porque nos han pasado muchas cosas en este tiempo. De hecho yo había preparado un repertorio para la Orquesta grande, pero se tuvo que adaptar a las circunstancias actuales. Y durante el confinamiento fue un momento para reflexionar y también para adentrarme más que nunca en el silencio que me otorgaba las propias circunstancias. Yo amo el silencio y fue una oportunidad para vivirlo más intensamente y más tiempo, además en unas condiciones que nos hacían más vulnerables que nunca, sin poder controlar lo que ocurría a nuestro alrededor. Yo creo que después de esta pandemia va a surgir un cambio muy interesante, yo personalmente ya lo siento dentro de mi y también lo percibo en colegas músicos que también coinciden en que ha sido un aprendizaje muy profundo.

—Fue su primer concierto con público desde hace tiempo, ¿qué sintió al respecto?

—Fue una emoción muy viva y que también se vio en los músicos de la orquesta. Creo que todos tenemos cierta humildad ante la oportunidad que tenemos de hacer arte. Así que lo he vivido con mucha emoción.

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