En diciembre del año 2014, Francisco Toledo (1940-2019) diseñó y armó 43 papalotes que mostraban los rostros de los 43 estudiantes desaparecidos de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, los cuales fueron elevados por alumnos de una escuela primaria de su natal Oaxaca. 

De la misma forma, desde las 12:00 horas de este domingo, niños, jóvenes y adultos se dieron cita en la Alameda Central para elaborar su papalote y elevarlo en memoria del artista plástico nacido en Juchitán de Zaragoza, y quien en algún momento explicó: “Hay una costumbre del sur: cuando llega el Día de Muertos se vuelan papalotes porque se cree que las almas bajan por el hilo y llegan a tierra para comer las ofrendas; luego, al terminar la fiesta, vuelven a volar”. 

Además de estas ofrendas, seis papalotes monumentales creados por cerca de 50 artistas capitalinos y oaxaqueños se colocaron alrededor de una de las fuentes de la Alameda, creación que fue fotografiada desde las alturas con el apoyo de un dron. Con esta actividad, la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México se sumó a los homenajes a Francisco Toledo, quien fue también promotor cultural, filántropo, luchador social y ambientalista. 

En tanto que en el kiosco de la Alameda Central el compositor Guillermo Briseño leyó un poema alusivo al homenaje; posteriormente se escucharon los sonidos de la agrupación Raíces Vivas, así como del Ensamble de Alientos y Percusiones Centzontli y de la Orquesta Jabalí Jaa, para crear un ambiente oaxaqueño, el de Toledo. 

“Con una parvada de papalotes te queremos decir adiós, alma de demiurgo juchiteco, hacedor de sus propias memorias y de sus tiempos… al término de su recorrido anímico por rutas mictlánicas discurridas y recorridas por su prodigiosa libertad creativa, a nombre de los habitantes de la capital, este 15 de septiembre al mediodía te damos un sentido adiós, frente al Hemiciclo a Juárez, lanzando al firmamento 100 papalotes”, indicó el secretario de Cultura de la Ciudad de México, José Alfonso Suárez del Real. 

Agregó que, en cualquiera de las facetas de su quehacer artístico, los capitalinos “encontramos en Francisco Toledo el eslabón que une y unió sus goces estéticos, sus desvelos sociopolíticos, sus luchas ambientales, su defensa sin tregua del patrimonio histórico de la nación, así como su incansable celo fundador de espacios de ejercicio de derechos culturales y de dignificación de las raíces y las lenguas ancestrales de nuestra nación, subsumida al vasallaje de una sola lengua, una sola historia y una sola concepción que ha sido depredadora anímica y de la naturaleza”.

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